Historia de la Heráldica y de la genealogía
La personalidad de Cristóbal Colón, es harto conocida, para que tornemos a reproducir aquí la biografía del personaje. Interesa su blasón, porque, antes de emprender la aventura que le llevaría a descubrir unas tierras a las que él creyó que se trataban de las Indias, y con este convencimiento murió, lo que hizo fue descubrir, sin saberlo, un Nuevo Mundo, un continente que había permanecido ignorado hasta entonces.
Cristóbal Colón no podía poseer escudos ni blasones por la circunstancia de que, como veremos más adelante, su familia genovesa, si es que era genovés, que también nos referiremos a eso, era bastante humilde, todo lo que puede ser un tabernero y tratante de vinos como, de acuerdo a ciertos antecedentes, era su padre.
Las armas que los Reyes Católicos concedieron a Colón reflejan bien su aventura: Se trata de un escudo de cuatro cuarteles: el primero lleva el león de los monarcas españoles; el segundo, un castillo, con clara referencia a Castilla; el tercero, cinco anclas referidas a su arte de navegar y el cuarto, las islas que fue descubriendo.
Pero, hasta llegar a ostentar blasón, ¿Qué era, qué había sido Cristóbal Colón?, y sobre todo, como datos más importantes, ¿Cuál fue el lugar de su nacimiento?. Este es el dato que interesa y que, contrariamente a aquellos que se aferran a hacerlo genovés, sin admitir la menor controversia, entendemos que todavía el hecho es oscuro, bastante oscuro.
Vicente Blasco Ibáñez, se ocupó de ese asunto en su trabajo «El Misterio de Colón». Basándonos en los argumentos del escritor valenciano, trataremos de tocar el tema, adaptándolo al espacio del que disponemos. Afirma Blasco que durante 18 años estuvo estudiando la enigmática personalidad del Descubridor, en su deseo de llevar alguna luz a la oscuridad que rodea los orígenes de éste.
Cristóbal Colón entra en la historia a partir del año 1.486, al hacer su aparición en España. De su vida anterior, muy poco es lo que se sabe. Y siendo tan poco, para colmo resulta todo tan contradictorio, tan oscuro, que hace incluso dudar de la veracidad de Colón en aquello que dice o habla. Es cierto, que se le dé por nacido en Génova no aclara contundentemente las cosas. Pocos personajes de la historia se encuentran envueltos en tal halo de misterio.
No son pocos los que le hacen de nacimiento judío, y explican así su deseo de rodearse de nebulosidades, a fin de evitar problemas con la Inquisición.
Es cierto que el mismo Cristóbal Colón se declaró genovés. Pero lo hizo cuando ya era un viejo que, andaba en pleitos con el rey de España, para que éste le reconociese cuantos privilegios le habían otorgado los Reyes Católicos que, en suma, le hacían creerse dueño de medio mundo.
En su juventud, dice Pereirs, uno de los historiadores que más a fondo ha estudiado la biografía de este hombre singular, no tuvo otra patria que la de sus conveniencias.
Que en los primeros tiempos de sus andanzas por España, sólo figura como un extranjero sin que se cite para nada el lugar de su nacimiento, es un hecho indiscutible.
Colón siempre pareció mostrar un gran interés en dejar envuelto en el misterio el origen de su nacimiento y su propio hijo Fernando tampoco aclara el asunto, dado que al escribir la historia de su padre, se abstuvo de explicar cuando y donde había nacido.
Porque hay que comenzar aclarando que Cristóbal Colón, se llamó así, y no Cristoforo Colombo como escriben los italianos. No existe ni un solo documento en el que no se estampe y firme con este nombre: Cristóbal Colón.
Y hay más datos: Como todos los navegantes, hablaba varias lenguas, pero ya es casualidad que el castellano fuera el que hablaba mejor y con tanta claridad como un hombre nacido en España. Y, en cambio, tan sólo existe un documento que escribió en italiano y está lleno de faltas gramaticales, revela como si el que lo escribió desconociera un idioma que era el suyo, si es que había nacido en Génova. Cristóbal Colón siempre se expresó en lengua española, incluso cuando andaba en tratos con el rey de Portugal. Y la única vez que escribió en italiano, lo hizo en forma torpe y a veces hasta incomprensible, intercalando tales faltas que más parece que desconocía el idioma. También es verdad que, en los últimos días de su vida se acuerda que ha nacido en Génova y la declara su patria.
Pero es que se da el caso de que, según actas notariales, el único con el apellido Colombo que había en Génova por aquellas fechas, era un tal Doménico Colombo, un tabernero y cardador de lana, que aparece con tres hijos: Cristóforo,Bartolomé y Diego. Sí, esto parece concordar con los nombres de los dos hermanos que tuvo el Almirante. Pero es rarísimo que el propio Colón ni una sola vez llamase Colombos a los parientes que dejó en Italia. En su testamento, cuando los alude dice «los Colones».
Todos los datos sobre el tabernero genovés Doménico Colombo son exactos: Pero el hijo, el Cristóforo Colombo aparece asimismo como tabernero, de unos veinticinco años de edad. Y en dicha época, ya hacía varios años que Colón navegaba de un lado a otro. ¿Qué entendía de las cosas de la mar un joven tabernero?. En la época en que Cristóbal Colón afirma haber sido capitán de un buque de la flota de Renato de Anjou, el otro, el Colombo tabernero e hijo de tabernero, tenía doce años. Es evidente que algo no cuadra.
¿De donde aprendió el tabernero el arte de navegar, si todavía figura en las actas notariales al lado de su padre en 1.471, cuando el otro, el que siempre se llamó Cristóbal Colón era ya capitán de nave?.
Todas estas preguntas se las hace Vicente Blasco Ibáñez en el estudio al que nos hemos referido en un principio. Y tiene razón: son demasiadas contradicciones.
El joven tabernero genovés, el Cristóforo Colombo que, repetimos que las actas notariales así lo atestiguan, tenía veinte años cuando Cristóbal Colón, a juzgar por cuantos lo conocieron personalmente, estaba cercano a los treinta y cinco, y llevaba ya muchos años navegando.
El tabernerillo jamás figura, en ningún escrito, como marinero u hombre avezado a la mar. Siempre es eso, un tabernero, o un tratante en lanas. Naturalmente, alguna explicación debe tener todo este embrollo: y así hay quien afirma que Cristóbal Colón pretendió oscurecer su origen, para que no lo confundieran con los famosos piratas los Collones, que en España se tradujo por los Colones, «el viejo» y «el Joven», verdaderos bandidos de la mar.
Conviene tener en cuenta que un cronista de la época al hablar de los piratas Colones llegó a decir «que el nombre de estos facinerosos hacía llorar a los niños de Galicia».
Hay también quien sostiene que Colón navegó con semejantes bandidos y de ahí su interés en borrar esta página negra de su vida, envolviendo su origen en el misterio.
Además, según parece, Colón navegó en las naves corsarias que, asolaban las costas levantinas españolas y si es así se comprende fácilmente que tratara de ocultar los «malos pasos» de sus mocedades.
Hay otra explicación para el misterio: el judaísmo. Cierto es que Colón jamás disimuló sus simpatía por los conversos y es verdad asimismo que estos lo protegieron cuanto pudieron. Santángel, el Tesorero de los Reyes Católicos, era judío converso, y fue uno de los más firmes apoyos de Colón, hasta el punto de que fue él quien realizó el préstamo de dineros a los Monarcas españoles para que Cristóbal Colón pudiera llevar adelante su empresa.
En una época en que la Inquisición había puesto su punto de mira en los judíos, muchos hombres trataban de ocultar dicho origen y hasta cambiaban de nombre para librarse del largo brazo del Santo Oficio.
En cuanto a los conocimientos marinos de Colón, era innegable que los poseía. Pero también es muy cierto que lo que él pretendió no fue encontrar un nuevo continente, sino hallar el camino más corta hacia las Indias.
El hablaba de Cipango (Japón), y de Catay (China), y quería ir a Asia navegando, evitando así el largo camino por tierra. Jamás tuvo la sospecha de que pudiera existir un nuevo mundo. En realidad, murió ignorando totalmente la verdad de lo que había descubierto.
No fue ni un sabio, ni un santo iluminado por un ideal. Siempre y en todo momento, y así los demuestran sus tratos con los Reyes Católicos, se mostró como un comerciante y de ahí sus regateos con los Monarcas.
A él jamas le importó la cuestión científica de su proyecto, lo único que le interesaba era el provecho que pudiera sacar.
Pero también fue un hombre de enorme imaginación y de una voluntad firmísima, audaz unas veces y en otras, prudente en exceso. Genial en ocasiones y en otras terco y obstinado de un modo incomprensible.
Armas de Cristobal Colón, según una ilustración de 1.502 conservada en el Archivo de Indias de Sevilla.
Retrato de Colón atribuido a Yáñez conservado en el Museo de América de Madrid.