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Vizcaya

Escudo de Vizcaya

De plata, un puente sobre ondas de azur y plata, sumado de la torre de una iglesia, cimada de una cruz latina de sable y dos lobos, también de sable, en los cantones siniestros.

Heráldica Geográfica

Las Armas de Vizcaya

Las primeras informaciones que se tienen sobre los primitivos habitantes de estas tierras, fidedignas, citan a los vascones y proceden de fuentes romanas. Según parece, no sólo estuvieron establecidos en lo que hoy es el País Vasco, sino que también se extendieron a La Rioja, el bajo Jalón y el norte de Zaragoza. Sus vecinos más próximos eran los várdulos y los ilergetes.

Es muy difícil precisar su origen. Debido al aislamiento en el que vivieron durante siglos, es muy poco lo que se conoce de los Vascones.

En lo que se refiere al idioma que hablaban, el vasco o vascuence, de orígenes también bastante confusos, se la considera una de las lenguas más antiguas del mundo. Por la documentación medieval, se sabe que en el siglo XIII se hablaba todavía en amplias zonas al sur del río Ebro (Burgos y la Rioja Alta), pero a partir de dicha época, el uso de esta lengua se fue reduciendo por la influencia ejercida por las lenguas vecinas, especialmente el castellano y así, en el año 1.500, ya no se hablaba vasco en las zonas situadas en la ribera derecha del Ebro.

Pero volvamos a los vascones; de su expansión más allá de la zona propiamente vasca, habla Tolomeo quien les asigna además a, Iaca, (Jaca), Pompaleo, (Pamplona), Graccurris, (Alfaro), Calagurris, (Calahorra), Cascatum, (Cascante) y Alavona, (Alagón). La historia de los primitivos vascos se desarrolló fundamentalmente en las laderas de los montes, como atestiguan las cuevas naturales habitadas durante el paleolítico. Antes de la llegada de los romanos, apenas conocían la agricultura, basando casi toda su economía, por llamar a sí a su forma de subsistencia, en la recolección de bellotas que convertían en harina para amasar una especie de pan, que alternaba con la cría del ganado. Se trataba de un pueblo muy belicoso que llevaba a efecto expediciones de rapiña contra sus vecinos más prósperos y ricos. Este fue el motivo por el que los romanos decidieron extender sus conquistas hacia el norte de la península, ante la inseguridad reinante en aquella zona. No fue una empresa fácil para las legiones de Roma que, en resumidas cuentas, jamás consiguieron dominar enteramente a los Vascones. Referente a la dureza de los habitantes del norte de España, basta con recordar lo que se se decía en tiempos romanos al querer referirse a una empresa ardua y casi imposible de lograr: «Eso es tan difícil como poner de espaldas a un cántabro».

No obstante la superioridad hizo que los romanos fueran creando núcleos de población en los valles, núcleos urbanos de cierta importancia, sobre todo en el centro de Navarra y parte de la zona de Alava. Mientras, más al norte, continuaban los vascones dominando las montañas, sujetos a sus hábitos y costumbres y rechazando una y otra vez a los romanos. Este territorio se basaba principalmente en las actuales Vizcaya y Guipúzcoa y el norte de Navarra.

La defensa de los vascones era tan enérgica, que los romanos acabaron por evitar todo lo posible sus encuentros armados con ellos. Con la crisis del Imperio, las escasas poblaciones perdieron importancia, registrándose sublevaciones por parte de las tribus menos romanizadas del Norte hasta finales del siglo IV. Posteriormente ni los visigodos ni los francos consiguieron dominar a los habitantes de las montañas. Otro tanto le sucedió a los musulmanes. Lo único que lograron fue dominar un asentamiento en Navarra y de allí no pasaron. Les fue imposible dominar el Norte de forma permanente.

En los siglos VIII y IX merced a la obra de algunos monasterios evangelizadores penetró en Vasconia el cristianismo. A partir del siglo IX y sobre todo el XI, se registró un aumento demográfico que se tradujo en la fundación de nuevas poblaciones. La aparición de estas villas llevó a la sociedad vasca ciertos aires de libertad, no muy bien aceptados por los señores feudales que trataron de someter a las villas, dominando a los hombres libres y despojaron a la Iglesia de sus diezmos, lo que produjo una sublevación de los despojados que, apoyados por el poder real, consiguieron derrotar a los señores recuperando parte de lo usurpado.

Con el descubrimiento de América y el final de las luchas sociales, la población comenzó a recuperarse y su crecimiento se prolongó hasta finales del siglo XVI. La conquista de América y las guerras que sostuvieron Carlos V y Felipe II hicieron que la demanda de hierro, de navíos y de hombres aumentara, lo que se tradujo en una época de prosperidad económica, para el País Vasco, al dar origen a muchos puestos de trabajo.

Las guerras carlistas motivadas por cuestiones políticas, religiosas y económicas repercutieron grandemente. Con el célebre «Abrazo de Vergara» entre el general liberal Espartero y el carlista Maroto, pusieron fin a aquel conflicto. A partir del año 1.840, se aceleró el progreso industrial vasco. Se modernizaron las viejas herrerías y se fueron creando nuevas industrias siderúrgicas. Esta industria se convirtió en la más importante de la nación, al tiempo que aumentaba la pujanza de su industria naval. En el año 1.902 se crearon los Altos Hornos de Vizcaya. Esta revolución industrial, precisaba un gran número de mano de obra, lo que se cubrió gracias al campesinado vasco que emigraba hacia las zonas industriales. Durante el primer tercio del siglo XX, Vizcaya, ya se había convertido en la zona industrial que producía las tres cuartas partes del acero y la mitad del hierro de toda la península.

A su capital, Bilbao, se le atribuye un origen antiquísimo, tanto, que se ignora el nombre que pudo tener en lejanas épocas de su historia. Las noticias más fidedignas parten de la fecha en que don Diego López de Haro, Señor de Vizcaya, reconocía un privilegio por el que se otorgaba a la población la categoría de Villa y le concedía la facultad de tener mercado los martes de cada semana. La ciudad prosperó merced a las franquicias que le hizo el rey Fernando IV. Su actividad comercial siempre ha consistido en la explotación del hierro, la instalación de astilleros y el tránsito comercial. María «la Buena», Señora de Vizcaya, le otorgó nuevos privilegios en el año 1.310. Incorporado a la corona de Castilla el señorío vizcaíno, Enrique III concedió el privilegio de que los mercaderes extranjeros no pudieran embarcar mercaderías en el puerto de Bilbao salvo en barcos vizcaínos. Los Reyes Católicos le concedieron el título de Noble Villa en al año 1.475. En los siglos siguientes, Bilbao conoció sublevaciones tales como la denominada, «machinada» o la «zamaconada» que, en el fondo, se debió siempre a la defensa que, de sus Fueros, mantuvieron los vascos, resistiéndose al poder centralizador de la Corona. Con las Guerras Carlistas, Bilbao conoció el caso de que mientras los elementos de las zonas industrializadas se alineaban junto con los liberales, el campesinado se volcaba en favor del pretendiente don Carlos. Finalizadas estas guerras, con la derrota carlista, los vascos perdieron sus Fueros y fueron equiparados al resto de las provincias españolas. Completamente extenuados ante tanta lucha, dejaron de resistir a las nuevas leyes en 1.877. Pero no por eso se perdió el anhelo de recobrar sus perdidos Fueros. Los recobraron en el año 1936, con la concesión de un Estatuto de Autonomía, volvieron a perderlos al final la Guerra Civil de 1.936 y los recobraron a la llegada de la Monarquía, con la concesión de un nuevo Estatuto que reconocía la autonomía de lo que hasta entonces se habían considerado únicamente provincias vascas.

Bermeo, considerada como una población de remota antigüedad, designada con el nombre de «Briga» al que el emperador Vespasiano antepuso el de «Flavio» que, al declararla colonia romana, la engrandeció, llamándola «Flaviobriga». Con anterioridad a este periodo romano, la mayoría de los autores se inclinan por el nombre «Bereme», dado por los primeros pobladores de España. Durango, de la que se ignora la fecha de su fundación, aunque es indudable que es anterior a la dominación musulmana. Guernica, símbolo de los Fueros de los vascos. Aquí, en Guernica, o Guernika, se celebraban las juntas bajo un viejo roble a cuyo alrededor creció la población. Aquí, bajo sus armas, los Reyes juraban respetar los Fueros de Vizcaya. Durante la I Guerra Carlista, la ciudad fue escenario de violentas luchas entre ambos bandos. Lequeitio; doña María Díaz de Haro, Señora de Vizcaya, viuda del infante don Juan, dió a esta población el Fuero de Logroño y título de Villa en Paredes de Nava a 3 de noviembre de 1.325. Fue confirmado por el rey Alfonso XI en Burgos. Marquina, fundada por el Conde don Tello, Señor de Vizcaya, con el nombre de Villaviciosa de Marquina, según consta en el privilegio otorgado en Bermeo a 6 de mayo de 1.355, concediéndole el Fuero de Bilbao. Orduña, población también antigua y Portugalete, situada en un recuesto de la ría, en su ribera occidental, a muy poca distancia de su barra. En resumen: Vizcaya en todo tiempo ha poseído el título de Señorío y nunca le faltaron dueños propios, los que le concedieron las armas que ostenta en sus escudos.

Durante la primera guerra carlista, esta casa de Durango, sirvió al pretendiente, don Carlos, como cuartel general y residencia. El dibujante de la época hace figurar en la puerta a la guardia con el típico uniforme, de gran chapela roja, que usaron las tropas carlistas.