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Segovia

Escudo de Segovia

En campo de azur, el gigantesco acueducto de piedra como motivo principal cimado de un busto de mujer en su color natural y el cabello de oro.

Heráldica geográfica

Las Armas de Segovia

Las inciertas noticias que se tienen sobre los primitivos habitantes de Segovia, señalan a ciertas tribus de pastores y guerreros conocidas por el nombre de vacceas. Con ocasión de la penetración romana en la península, estas tribus, contrariamente a la actitud tomada por otras ciudades que ofrecieron desesperada resistencia al invasor. Como Numancia, parece ser que, desde un comienzo entablaron amistosas relaciones con los recién llegados, hasta el punto que no consta que se produjera ningún acto de violencia entre los romanos y los vacceos. Incluso, los antiguos moradores de Segovia, se negaron a prestar su ayuda al lusitano Viriato en su lucha contra Roma y llegaron a combatir contra él para expulsarle de su territorio.

Lo que más llama la atención es que de la dominación romana no ha quedado otro recuerdo que el gigantesco acueducto, imponente monumento que despierta la admiración con sus 728 metros de largo, y con una altura máxima de 28,90 metros.

La fecha exacta de su construcción no puede fijarse, pero es indudable que ronda los dos mil años. Ahora bien, aparte de esta obra colosal, Roma no dejó otras huellas en Segovia. No hay aquí, como en Mérida, ni restos de un circo, o un teatro, ni arcos, ni siquiera un simple mosaico. Posiblemente, para los romanos, Segovia fue una ciudad militar a la que era preciso traer el agua. Nada más.

De la época visigoda y la sucesiva dominación árabe, no es mucho lo que puede decirse. De prestar crédito a los escasos testimonios que nos han llegado de aquel tiempo, todavía en el siglo III, Segovia no era una ciudad propiamente dicha sino una serie de aldeas más o menos próximas unas de otras. De acuerdo a lo anterior, la ciudad puede ser conceptuada como tal, bajo el señorío del conde Raimundo de Borgoña, yerno de Alfonso VII, sobre el año 1.088. Como la casi totalidad de las ciudades cristianas de aquella época, Segovia debió estar constituida por tres barrios claramente diferenciados entre sí, el cristiano, el moro y el judío, lo que equivale a decir que estuvo poblada por gentes de culturas muy distintas.

Los caballeros de las casas nobles segovianas constituían el Consejo de la ciudad. Los más notables eran aquellos correspondientes a las familias de Díaz Sanz y Fernán García, rivales entre sí y que en más de una ocasión dirimieron sus rencillas a estocadas, en plena calle. Sus casas constituían verdaderos castillos o fortalezas urbanas donde vivían rodeados de sus pajes y criados, así como de sus escuderos, gente hábil en el manejo de las armas. Este tipo de construcciones menudeó en Segovia, correspondiendo a las casas hidalgas de los Arias Dávila, los marqueses de Moya y los de Aguilar, más tarde marqueses de Lozoya.

Corriendo el siglo XV, Segovia era ya una ciudad bastante populosa (naturalmente, con arreglo a su época) y llegó a convertirse en lugar predilecto de la Corte, siendo lugar de habitual residencia de Juan II y Enrique IV.

Segovia, celosa de sus libertades contra las demasías del Poder Real, se entregó con entusiasmo al movimiento de los Comuneros y, ni cuando llegó la derrota, esta fue capaz de detener la pujanza industrial y mercantil de los segovianos que vieron en el descubrimiento de América un inmenso campo para la exportación de sus paños y distintas manufacturas.

No es posible referirse a Segovia sin citar su Alcázar.

La fecha de su construcción es, quizás, a fines del siglo XII o comienzos del XIII. Posiblemente lo comenzó Alfonso VII. Durante el reinado de Alfonso X, el edificio, sin causa aparente, se derrumbó en buena parte, causando la muerte de numerosos caballeros y prelados. Tal catástrofe dió origen a cierta leyenda:

Se dice que Alfonso X, el Sabio, dijo en cierta ocasión que, de haberle consultado el Creador, «de otra forma fabricara el Universo». El franciscano Fray Antonio de Sevilla entendió este comentario como blasfemia y así se lo recriminó al rey. A la media noche se desató una fuerte tormenta y un rayo destruyó la cámara real. El monarca, apesadumbrado, reconoció su culpa retractándose públicamente. Una vez reconstruido, los Trastamara mostrarían su predilección por el Alcázar enriqueciéndolo con nuevas obras en las que intervinieron experimentados artesanos moriscos. Pero fue el rey Felipe II quien quiso transformar la fortaleza en una residencia al estilo de El Escorial.

Se trató de una enorme obra que alteró totalmente el aspecto del Alcázar y que le dió el que tiene en la actualidad.

Por la antigua fortaleza pasó gran parte de la historia de España, de aquí salió el 13 de diciembre de 1.474 la princesa Isabel para ser coronada reina de Castilla. En el siglo XVI, una de sus torres, la de Juan II se utilizó como prisión del estado para los grandes personajes. En la capilla del Alcázar, en el año 1.570, se celebraron los esponsales de Felipe II con doña Ana de Austria.

La provincia de Segovia es sumamente rica en la variedad de sus monumentos y paisajes. En lo que se refiere a los primeros, de inmediato acude a la mente el nombre de la Granja, maravillosa sucesión de palacios, jardines y fuentes. Es creencia muy extendida la versión de que el rey Felipe V, primer Borbón en España, añoraba los jardines de Versalles y quiso hacer algo semejante. El Marqués de Lozoya tiene una opinión distinta al mantener que se trata de una leyenda errónea. Según él, lo que realmente sucedió fue que el rey, muy devoto, intentó refugiarse en un retiro campestre, como Carlos I en Yuste, y con este fin compró en 1.720 a los jerónimos del Parral de Segovia, una granja, o convento rústico, transformándola en un palacio, de tipo austriaco, entre cuatro torres y al cual se agregó un templo: la Colegiata. Fue lsabel de Farnesio la que hizo ampliar y enriquecer el primitivo proyecto.

La villa de Sepúlveda fue reconquistada a los musulmanes en el siglo X, por el conde Fernán González y es aquí donde se pueden admirar las huellas del más puro estilo románico. Turégano, con su castillo que domina su plaza. Coca, el señorío de los Fonseca, cargada de historia. Su antiguedad se remonta a la época prerromana. En el siglo IV fue el lugar del nacimiento del emperador Teodosio.

Villascastín, abundante en casas solariegas, en cuya iglesia se encuentran obras maestras de Alonso de Herrera.

La villa de Cuéllar, también de antiquísima historia que se inicia en época prerromana, con un recinto amurallado dotado de bellísimas torres moriscas. En lo que se refiere a Riaza su principal atractivo está en su paisaje con sus bellas perspectivas de la sierra. Ayllón fue señorío de don Alvaro de Luna y conserva un palacio gótico que mandó construir don Juan de Contreras.

Santa María de Nieva posee un antiguo convento que hizo construir, en el siglo XIV, Catalina de Lancaster en honor de la Virgen llamada «la Sotarreña». Su claustro es el más importante de la provincia de Segovia con resabios estilo románico.

Faldeando la sierra, siguiendo un paisaje bellísimo, se llega al Real Sitio de Riofrío. Se trata de un famoso cazadero que en tiempos fue de los Marqueses de Paredes y que adquirió doña Isabel de Farnesio, ya viuda del rey Felipe V, quien hizo construir un magnífico palacio y tuvo el proyecto de completar la obra con jardines e incluso un convento de capuchinos.

Su regreso a la Corte, una vez en el trono Carlos III, la hizo olvidar sus propósitos y, desde entonces, Riofrío quedó un tanto olvidado. Pero fue aquí donde, años más tarde, el rey Alfonso XII vino a refugiarse tras la temprana muerte de su esposa Mercedes de Orleans. Pedraza es otra población cargada de historia. Señorío de los Herrera y más tarde de los Condestables de Castilla, es señalado como la cuna del emperador Trajano. Rodeada de murallas con un castillo, se halla repleta de ruinas de iglesias, abundando las casas blasonadas. Hoy en día es una población con escasa vida, pero sumamente atrayente por su pasado.

Martín Muñoz ostenta el palacio que fue del cardenal don Diego de Espinosa, obra que es atribuída al primer arquitecto de El Escorial, Juan Bautista de Toledo.

Volviendo a la ciudad de Segovia puede decirse que hoy duerme en sus glorias pasadas. Pero ese sueño es el de una grandeza que permanece al paso de los siglos. Se trata de un pasado cargado de historia, de tradición y de belleza.

Un solo ejemplo basta: el Monasterio de Santa María del Parral. Su fundación se debe, según la leyenda, a cierto voto hecho por don Juan Pacheco, Marqués de Villena, a quien en aquel lugar la Virgen acudió en su ayuda en un trance apurado para él. El dato histórico es muy distinto: el monasterio fue fundado por Enrique IV y el Marqués lo único que hizo fue ordenar la construcción de la iglesia. En una escarpa de la ladera de la carretera que conduce a Arévalo, se encuentra la iglesia de la Vera Cruz, fundada, según consta en una inscripción, en 1.208, por la Orden del Santo Sepulcro pasando después a los Hospitalarios de San Juan. Ciertas leyendas señalan que también fue de la Orden del Temple, relacionándola con los misteriosos ritos de los Caballeros Templarios. Ciertamente en su construcción se observan bastantes detalles orientales, entre ellos las arquerías de estilo «salomónico» que parecen señalar a determinadas ceremonias y ritos esotéricos a los que alude la leyenda de los Templarios.

Siguiendo por la carretera de Arévalo se da con la ermita de San Juan de la Cruz. Por aquí, San Juan de Mata, fundador de los Trinitarios fundó un convento de Nuestra Señora de Rocamor, del cual sólo quedan algunos vestigios.

El paisaje lleva consigo la leyenda de un milagro. Durante el reinado de Fernando el Santo se produjo el hecho que inspiró una de las Cantigas de Alfonso X. Esta Cantiga es la 107 y el milagro, el siguiente: Una judía fue condenada injustamente por el Consejo de Ancianos de su raza a ser despeñada de lo más alto de las denominadas Peñas Grajeras. Una vez lanzada al espacio, la hebrea mirando la imagen de la Virgen, colocada sobre la puerta de entrada de la catedral vieja, suplicó su ayuda. La Virgen la sostuvo en el aire y la hizo descender lentamente para llegar a tierra sin daño alguno. Este milagro hizo que Esther la judía, se convirtiese al cristianismo, tomando por nombre María.

En el escudo de Segovia no puede faltar el acueducto como motivo principal. Queda representada así la antiguedad de esta ciudad aunque, cuando la magna obra se construyó, Segovia no existiera como una población propiamente dicha y sí tan sólo como una serie de pequeñas aldeas que rodeaban un campamento militar romano.