Historia de la Heráldica y de la Genealogía
Cuando se habla de Heráldica, se hace inevitable la referencia a Nobleza, Caballeros, Hidalgos, Infanzones, Hijosdalgo, etc. etc., dado que estos conceptos son inseparables de la materia a tratar. Para comprender cómo, cuándo y por qué se inician estos nombres y su significado, se hace imprescindible el estudio de determinadas épocas.
El Marqués de Lozoya, en su «Historia de España» dice: «Lo que principalmente caracteriza esta nueva etapa es que, en una paz relativa, los reinos cristianos pueden ir consolidando una organización política y social cada vez más complicada. Las monarquías no son ya el puesto de mando de un pueblo siempre en armas y los reyes dejan de ser caudillos en que se concentran todos los poderes. El predominio de la nobleza se hace más grande cada día y crece también la fuerza de los Concejos, verdaderos señoríos de una ciudád o de una villa sobre un determinado territorio. Nuevos poderes (las dignidades eclesiásticas, las nuevas Ordenes Militares, etc) hacen cada vez más difícil el juego político.
La gran nobleza, poseedora de inmensos territorios, señora de los parajes más fuertes, de los castillos más propios para la defensa y de innumerables vasallos prestos a acudir a su llamada, es elemento principalísimo en el juego político y social de la nueva Edad. Acaso el origen de esta clase está en los magnates godos que emigraron al Norte y que, al constituirse en directores del movimiento emancipador (la Reconquista) recibieron como premio inmensos territorios. Su relación con el rey es estrecha y constante. Ellos desempeñaban los cargos de Condes y de potestades y formaban parte de su íntimo Consejo. Entre sus hijas se escogían, a veces, las reinas y los hijos de estos grandes señores se criaban en Palacio y se llamaban Infantes como los de los reyes».
No puede hacerse mejor definición de la nobleza de aquel tiempo.
Efectivamente, el poder de ésta era inmenso y baste citar el episodio de aquellos nobles que, enfrentados a su rey, muestran su soberbia al decirle en pleno rostro: Cada uno de nosotros vale tanto como vos y juntos más que vos».
Sus hijos eran, pues, Infantes. En cuanto a ellos eran llamados «Ricoshombres», lo que fácilmente se traduce por sus inmensas fortunas. Pero existía también otra clase social que, aunque vástagos de grandes linajes, no poseían los cuantiosos bienes que los ricoshombres. Estos eran los Infanzones que, en no pocas ocasiones alcanzaron la fortuna a través de sus proezas y valeroso arrojo en las en las batallas de cualquiera de las muchas guerras.
Menéndez Pidal dice que estos dos estamentos constituían la verdadera nobleza y afirma que en tanto el elemento eclesiástico preconizaba la idea de una monarquía nacional, los nobles preferían no encontrarse sujetos al rey como a una potestad de origen conferido por Dios, sino obligados por un vínculo personal prestado libremente. Las relaciones entre ambos podían cesar en cualquier momento y por disposición de una de las dos partes. Si el rey desterraba al vasallo, este tenía la facultad de retirarle al monarca su juramento de fidelidad e irse a servir a otro señor que se acomodase más a sus intereses.
No obstante, existía otra clase de servidores reales, los Caballeros. Obligado por las necesidades militares, el rey no tenía más recurso que conceder exenciones y privilegios a los hombres libres que tuvieran hacienda suficiente para adquirir armas y caballos. Así nació lacategoría de Caballero.
Y hay otra dignidad, la de Hidalgo. Por regla general, estos no ganan sus títulos en los campos de hatalla. Son, más bien, propietarios campesinos que, de una u otra forma, han prestado algún servicio a la Corona. Se constituye así la nobleza rural. Cierto que también se va formando una aristrocracia ciudadana cuyo poder llega a ser extraordinario puesto que, a través de los Concejos, llegan a tener en sus manos el gobierno de una ciudad o comarca.
Al igual que los caballeros, los hidalgos vienen a formar un estrato más en la jerarquía nobiliaria. aunque en numerosas ocasiones la hidalguía no haya formado parte, en sus principios, de una auténtica nobleza. Esta clase social llegó a ser muy numerosa (en una población de apenas nueve millones de habitantes se llegó a contar con más de setecientos mil hidalgos) dándose el caso de que en muchos pueblos de las provincias de Alava, Santander y Logroño, todos los vecinos de bastantes pueblos ostentahan la categoría de hidalgos. Esto ocurría en el Norte porque conforme se iba bajando hacia el Sur, la clase social hidalga se iba haciendo más reducida.
«El rey puede hacer caballero, pero no fij osdalgo» escribía en el siglo XV Mosén Diego de Valera. Y esto era porque el hidalgo se sentía orgulloso de haber alcanzado tal dignidad a causa de la limpieza de su sangre. Lo ue no impide que en los patrones de aquel tiempo se encuentren numerosos hidalgos ejerciendo los oficios más humildes, o hasta declararse pobres de solemnidad.
De cómo la alta nobleza española colaboraba en las empresas de su rey, basta un ejemplo: al plantearse la conquista de Mallorca, aportaron, lo que sigue, los siguientes nobles:
Guillermo de Moncada, Conde Bearn, contribuyó con 400 caballeros totalmente equipados.
Nuño Sanz, Conde de Rosellón, con lO0 caballeros asimismo totalmente equipados.
Y en 1.287, al plantearse la campaña menorquina, estas son las aportaciones de la nobleza: Conde de Ampurias: Contribuye con 50 caballeros, 200 infantes y lO0 arqueros.
Conde Cardona: Contribuye con 100 caballeros y 300 lanceros.
Conde de Prades: Contribuye con lO0 caballeros y 100 infantes.
Conde de Urgen: Contribuye con 500 infantes.
Vizconde de Rocaforte: Contribuye con 200 caballeros.
Y de cómo, cuando les convenía, estos nobles respetaban o desobedecían la autoridad real, basta un ejemplo: El rey don Jaime I, tuvo, por conveniencias del momento, que llegar a un acuerdo de concordia y paz en buena armonía con el rey moro de Valencia, Cid Abu Zeid, para imponer una tregua entre ambos, ya que las arcas reales se resentían de los efectos de la guerra.
Cuando regresaba camino de Zaragoza se encontró con uno de sus ricoshombres que hacía el camino contrario.
No era otro que don Pero de Ahones, que había decidido, por su cuenta y riesgo, hacer la guerra a los moros, de los reinos colindantes, buscando más tierras de las que apoderarse y así ampliar sus dominios. El rey Jaime, esclavo de su palabra, le intimó a que desistiera de sus propósitos, dado que él había fijado una tregua y, no era cosa de honor, romperla.
Don Pero se negó a ello, de modo que el rey quiso prenderlo, pero tal cosa era más fácil de decir, que de hacer, porque las huestes del noble eran más numerosas que las del soberano. Total, que el rey se trabó en lucha con su vasallo y pudo vencer en la lid.
Castillo de Coca.
Armadura de caballero y caballo, con gualdrapa en la que se distinguen perfectamente las armas del escudo del caballero, y donde se lee la leyenda «Ave María Gratia plena» (Real Armería).