Historia de la Heráldica y de la Genealogía
La familia y linaje de los Ponce de León procede, según reproduce el conocido tratadista don Francisco Piferrer, otorgándole el dato a Ocariz de los Ponces, una familia patricia de Roma conocida desde el año 325 antes de J. C.
Por el contrario, Rivarola, no sólo no sostiene esta versión, sino que la contradice categóricamente, al afirmar que la genealogía de los Ponce de León comienza por Torsón, Conde Tolosa de Francia, Señor de la Galia Narbolense, que floreció a fines del siglo XIII.
Esto es lo que escribe en su conocida obra «Monarquía Española»: Un descendiente de Torsón, llamado Ponce, Conde de Tribol y Señor del Castillo de Minerva, cerca de Tolosa (Tolouse, Francia), vino a España con ocasión del matrimonio de su tío Ramón, noveno Conde de Tolosa, con la infanta doña Elvira, hija del rey don Alonso Enriquez y fue bien heredado en el reino de León donde todavía existe la torre de los Ponces.
El conde Ponce, descendiente del personaje anteriormente citado, casó con doña Aldonza Alonso, hija de don Alonso rey de León, por lo cual sus hijos don Fernán Pérez Ponce y don Rui Pérez Ponce tomaron por armas un león en campo de plata y a su patronímico Ponce añadieron «de León».
Con respecto a lo anterior hay que aclarar que Pérez equivale a hijo de Pedro de modo que Pérez Ponce equivale a «hijo de Pedro Ponce».
Para todos los datos que venimos consignando estamos siguiendo la información del ya citado Francisco Piferrer.
Más tarde, otro descendiente de este linaje, llamado también Pedro, Señor de Marchena, casó con Doña Beatriz de Jérica Urrea, descendiente del rey don Jaime de Aragón y de la casa de Vidaurre, una de las doce casas nobles de Navarra, cuyas armas son: faja azur en campo de oro; por lo cual, los descendientes de don Pedro Ponce de León y doña Beatriz, añadieron a sus armas las de Aragón y en bordura, las de Vidaurre.
En fin, este linaje tiene tal nobleza que según la apreciación de Piferrer, pocas casas hay en España que no se vanaglorien de contar entre sus preclaros ascendientes a algún Ponce de León.
Uno de sus más esclarecidos miembros fue Juan Ponce de León, nacido (el dato no está debidamente contrastado históricamente, por lo que no puede avalarse su exactitud), en la villa de Santravás de Campos en el año 1.460 y fallecido en Cuba en el año 1.512.
De su juventud nada se sabe o, al menos, no ha llegado a nuestras manos documentación fidedigna que nos permita abordar esta época de su vida. Lo que conocemos es su partida hacia las Indias en la expedición de Ovando, llegando a la isla de La Española en el año 1.502.
Durante unos años, se desconoce que hizo, puesto que no hay nada sobresaliente entre su llegada y el año 1.510.
Ocurrió que partiendo de La Española realizó un viaje de exploración a la isla, hoy llamada, Puerto Rico (Boriquén, según su nombre original indígena) y a su regreso decidió la conquista de aquel territorio para lo cual solicitó y obtuvo la debida autorización.
Con pocos hombres, pero con gran ánimo, regresó a la isla de Puerto Rico y procedió no sólo a su conquista sino también a la colonización, llevando a efecto la fundación de varias ciudades.
Al principio todo fue bien, porque los indígenas le acogieron con cordialidad, en contraste con otros episodios y territorios de la colonización, donde los españoles tuvieron, desde un comienzo, que enfrentarse a la enemistad de los nativos.
Pero, según parece, Ponce de León toleró determinados abusos de los colonizadores que implantaron un régimen de gran dureza a los borincuanos pobladores de la isla lo que provocó un alzamiento general.
Ponce de León reprimió con excesiva dureza este levantamiento, contraviniendo las órdenes de la Corona de España que, incluso antes de ser redactadas las famosas Leyes de Indias, ya recomendaban a los conquistadores que trataron con mesura a los indios.
Esta dureza de Ponce de León hizo que fuera destituido de su cargo de Gobernador de Puerto Rico, lo que sucedió en el año 1.511, es decir que como la colonización y conquista la había emprendido en 1.510, ostentó la gobernación de la isla tan sólo por ese corto espacio de tiempo.
En 1.512,obtuvo otra capitulación que le autorizaba para buscar la isla de Bimini, al Norte de Cuba. Si la hallaba, podría colonizarla y obtener el puesto de gobernador de la misma.
Pero precisamente en aquella isla, cierta leyenda india situaba a la Fuente de la Eterna Juventud. Una más de las fantasías de los nativos, compartida con El Dorado, las Siete Ciudades de Cibola, el fabuloso imperio de los Omagas, etc. etc.
Se decía que todo aquél que bañara en las aguas de aquella fuente adquiriría la inmortalidad. En tanto que los restantes conquistadores buscaban afanosamente el oro y las riquezas, Ponce de León se obsesionó con la idea de localizar la milagrosa fuente. La eterna juventud le parecía un tesoro muchísimo mayor que todas las riquezas habidas y por haber.
En su búsqueda de la isla de Bimini llegó a unas tierras a las que bautizó con el nombre de Florida, por ser tiempo precisamente de Pascua Florida (marzo de 1.513).
Recorrió su costa oriental y occidental y regresó a Puerto Rico convencido de que había descubierto una isla. La idea de localizar la Fuente de la Eterna Juventud se había constituido en tal obsesión para él, que decidió emprender un segundo viaje y explorar el territorio por tierra.
Para ello, le era preciso solicitar una nueva capitulación, lo que le ocupó bastante tiempo hasta que consiguió obtenerla. Pasados años estuvo en condiciones de regresar a la Florida, lo que hizo en el año 1.521 cuando ya contaba sesenta y un años de edad.
La obcecación para dar con la famosa Fuente de la Eterna Juventud se había convertido en una apremiante necesidad para él, que se sentía viejo y anhelaba volver a sus años mozos.
No hay que extrañarse que estuviera convencido real y absolutamente de la existencia de la milagrosa fuente. Lo mismo creían los hombres que le acompañaban, lo que les llevó a emprender una aventura por una tierra desconocida y plagada de peligros.
Una vez en la península de Florida, que Ponce de León continuaba creyendo que era una isla, los expedicionarios desembarcaron en la costa occidental, adentrándose en el territorio.
Todo fue una sucesión constante y continua de penalidades: el extremado clima, al que no estaban acostumbrados, las raras y altas fiebres producidas por las picaduras de los millares de insectos, los inacabables pantanos plagados de multitud de animales desconocidos para ellos y sobre todo, de los grandes lagartos a los que los indígenas denominaban «caimanes», la hostilidad de éstos hacia los intrusos, todo, en una palabra, lo sufrió el viejo Juan Ponce de León y sus esforzados compañeros. Penalidades que no servirían para nada porque la misteriosa y milagrosa Fuente no aparecía por ninguna parte.
Ponce de León preguntaba a los indígenas y estos siempre le daban la misma respuesta: «¡Más lejos… más lejos…!»
Llegó un momento en que el viejo conquistador cayó víctima de las fiebres, sus compañeros, desanimados, optaron por el regreso llevando con ellos a un hombre ya en los umbrales de la muerte.
Durante el camino de vuelta tuvieron que sufrir un ataque de los indios y Juan Ponce de León resultó herido, lo que agravó su ya lastimoso estado. Trasladado a Cuba, muy pronto murió.
De este conquistador puede decirse que fue uno de los pocos, por no decir el único, al que no cegó la sed del oro. Corrió en busca de la milagrosa Fuente de la Eterna Juventud, o lo que es igual, tras una quimera.
Armas de Ponce de León.
Carta o mapa de la región sureste de los actuales Estados Unidos, que fue la zona descubierta y explorada por Juan Ponce de León.