Historia de la heráldica y de la Genealogía
Estudiando los linajes y blasones de figuras destacadas de la historia nos dedicamos en este caso a Alvar Nuñez Cabeza de Vaca.
Nació este conquistador en la localidad de Jerez de la Frontera en el año de 1.500 para morir en la ciudad de Sevilla en 1.560.
Nacido en el seno de una familia noble, su carácter inquieto, lo llevó a unirse a la expedición que el día 17 de noviembre de 1.527 zarpó de Sanlúcar al mando de Pánfilo de Narváez, en calidad de tesorero y alguacil mayor, con el propósito de colonizar la costa del golfo de Méjico y Florida.
Después de recalar en la isla de Cuba continuaron navegando hasta desembarcar en Tampa (Florida), donde Narváez despidió las naves con el propósito de seguir avanzando por tierra firme. A esta decisión se opuso Cabeza de Vaca, pero no fue tomada en cuenta su opinión.
Lo que fue la travesía de la selva, en condiciones penosísimas, no es para describirlo. Enfermedades y hambre se unieron para ir reduciendo el número de expedicionarios que, después de innumerables sufrimientos, consiguieron llegar hasta Apalache. Allí, unos hombres debilitados, tuvieron que enfrentarse a la belicosa tribu de los indios timalcuanos. Los hechos daban la razón a Cabeza de Vaca partidario de haber costeado con las naves la tierra, en lugar de internarse por parajes desconocidos y, como se evidenció, repletos de peligros.
Pánfilo de Narváez, ante las dificultades que ofrecía el terreno, hizo construir cinco canoas en las que se embarcaron los expedicionarios, costeando a Misisipí, alcanzando una isla a la que denominaron de Malhado por las penalidades que en ella se vieron obligados a soportar. Junto a ella, naufragaron las canoas, pereciendo el jefe de la expedición, Narváez.
De los 240 hombres que habían emprendido la aventura, tan sólo quedaban 80. Y aún ese número se fue reduciendo, hasta que sólo, quedaron cuatro: El propio Alvar Nuñez Cabeza de Vaca, Alonso del Castillo, Andrés Dorantes y el muchacho marroquí Estebanillo.
Lo que sigue daría base para escribir no una, sino bastantes novelas de aventuras. Ocho años vivieron los cuatro hombres envueltos en tales peripecias, que un autor nada hubiera tenido que inventar para dotar a su obra del interés novelesco: recorrieron gran parte del actual Estado de Texas, haciéndose pasar por curanderos ante los indios. Siempre en dirección a Occidente, remontaron el Río Grande cruzaron lo que hoy es el Estado mejicano de Chihuahua y la Sierra Madre para penetrar en los valles de Sonora.
Vencieron innumerables peligros y pareció cosa milagrosa que siguiendo el curso del Petatla, alcanzaran Sinaloa, donde hallaron un destacamento de españoles que los condujo a Culiacán y Compostela en la Nueva Galicia.
De allí se trasladaron a la ciudad de Méjico y en 1.540, Cabeza de Vaca, después de una larga negociación obtuvo una capitulación en la que se le concedía la gobernación de Río de la Plata, con los mismos límites que a Pedro de Mendoza y el título de Adelantado, Capitán General y Alguacil Mayor.
Pero se establecía que, en caso de vivir Juan de Ayolas, lugarteniente de Mendoza, Cabeza de Vaca se le subordinaría, limitándose a la gobernación de la isla de Santa Catalina.
Lo más curioso de estas capitulaciones fueron algunos artículos que contenían, como por ejemplo la prohibición absoluta de que se establecieran en aquellas regiones letrados y procuradores, por las disidencias que su presencia creaba y que daba lugar a no pocos pleitos y era deseo de la Corona que tal cosa no se produjera.
Se obligaba asimismo, Cabeza de Vaca, a permitir que los alcaldes fueran elegidos por los vecinos sin mediar él en dicha elección, ni presionar para que fuera elegido aquel que él prefiriera para dicho cargo.
Todas aquellas condiciones limitaban de tal forma el poder de Alvar Nuñez Cabeza de Vaca que era lógico pensar que su desempeño, en el cargo de gobernador, no le iba a resultar nada fácil.
A finales del año 1.540, emprendió la ruta del Nuevo Mundo con dos naves. El 29 de marzo, llegó a la isla de Santa Catalina donde recibió noticias de Buenos Aires y de Asunción a donde decidió encaminarse.
Acompañado por casi toda su hueste, excepto algunos soldados que dejó en la isla de Santa Catalina, pasó al continente internándose por el territorio habitado por los indios guaranís. Descendió por el valle de Iguazú y llegó a Asunción en marzo de 1.542, tras recorrer más de 400 leguas, unos dos mil doscientos kilómetros.
En Asunción, al tener noticias de la muerte de Juan de Ayolas, Alvar Núñez Cabeza de Vaca asumió el cargo de Gobernador que venía desempeñando hasta su llegada Domingo Martínez de Irala. Desde el primer momento, Cabeza de Vaca quiso poner orden en el territorio bajo su mando, cortando los abusos de algunos oficiales, lo que le atrajo no pocas enemistades.
Decidió llevar a cabo una exploración hacia la Sierra de la Plata, en la región del Potosí, que confió al mando de Irala. Era tan sólo una tentativa, porque la gran expedición se la reservaba para él.
Pero una conjura de los descontentos contra su política, la retrasó hasta septiembre de 1.543. En esta fecha salieron de Asunción diez navíos, llevando cuatrocientos soldados españoles y numerosos indígenas.
En Puerto de los Teyes quedó la flotilla en tanto que el grueso de la expedición se internaba por el territorio del Chaco, hasta alcanzar los dominios de los indios chiquitos.
Y comenzó el drama tantas veces repetido en la conquista del Nuevo Mundo: Faltaron los víveres, los indios se mostraron hostiles, aparecieron fiebres y enfermedades, todo lo cual obligó al regreso sin alcanzar los fines para los que se había programado la expedición.
Tan sólo unas avanzadas, compuestas por pocos hombres, mandadas por Hernando y Francisco de Rivera consiguieron obtener datos concretos acerca de la Sierra de la Plata.
Pero estos datos estaban entremezclados con las leyendas de las Amazonas y del Dorado, las primeras, una tribu de mujeres guerreras y el segundo, un rey indígena que todas las mañanas bañaba su cuerpo en polvo de oro.
Hoy, cosas así no sólo nos producen escepticismo sino incluso risa. Pero entonces, acaso guiados por la sed del oro, lo cierto es que no fueron pocos los que dieron crédito a tales fantasías, entre ellos el célebre conquistador vasco Lope de Aguirre del que se dice que nunca tuvo el juicio sano.
El 8 de abril de 1.544 Cabeza de Vaca llegaba a Asunción para enfrentarse a un motín que había tramado el contador Felipe de Cáceres, el veedor Alonso de Cabrera y otros oficiales reales.
Alvar Núñez Cabeza de Vaca fue hecho prisionero e Irala, que era quien en la sombra había manejado los hilos de la conspiración, se hizo nombrar gobernador general.
Tras casi un año de prisión, Cabeza de Vaca fue enviado a España junto con una relación de los cargos que se le imputaban. El proceso abierto por el fiscal del Consejo de Indias duró ocho años, siéndole impuesta a Alvar Núñez Cabeza de Vaca la pérdida de su cargo y el destierro a Orán, pero esto no lo cumplió.
Ya fue un golpe bastante duro para él encontrarse desposeido de su autoridad en el Nuevo Mundo.
Ya no volvió jamás al continente americano, falleciendo en Sevilla a la edad de sesenta años, acaso con el cuerpo quebrantado por tanta fatiga y sufrimiento habido en su vida.
Alvar Núñez Cabeza de Vaca, personaje real, es el prototipo del héroe de una novela de aventuras. Su existencia y cuantos peligros corrió la narró él mismo en su obra «Naufragios», impresa en el año 1.542 con el título de «La relación que dio Alvar Núñez Cabeza de Vaca de lo acaecido en las Indias en la armada donde iba por Gobernador Pánfilo de Narváez, desde el año de veinte y siete hasta el año de treinta y seis que volvió a Sevilla con tres de su compañía».
El escudo de Alvar Núñez Cabeza de Vaca porta el águila bicéfala, con el lema «Ave María». Pero no deja de extrañar que en un hombre como él, que pasó gran parte de su vida embarcado y naufragando, no se incluya una nave en sus armas.
Ateniéndose a la realidad, la conquista de América no fue una empresa fácil; como se representa en este grabado de las luchas con los Carendíes.