Escudo de Zaragoza
En campo de gules un león rampante, de oro.
Heráldica Geográfica
Las armas de Zaragoza
Poblada en la antigüedad por tribus ibéricas, los sedetanos; parece fuera de toda duda que esta población es la que cita el historiador romano Plinio con el nombre de Salduba.
De esta época se sabe poco, ocurre como en todo aquello que se relaciona con anterioridad a la conquista romana. Se conocen ciertas costumbres de los primitivos iberos, algo, que no todo, de su cultura y restos arqueológicos, cerámicas y armas, pero nada más. Al menos, en lo que a Zaragora se refiere, su historia puede decirse que comienza cuando los romanos se asientan en la región y fundan un núcleo urbano al que dan el nombre de Cesaraugusta (siglo I, antes de J. C. ) en tiempos del emperador Augusto.
Desde un comienzo, la antigua Zaragoza tuvo una gran importancia, como se evidencia por el número de sus habitantes. Nada menos que unos veinticinco mil, lo que era mucho para aquella época de la historia.
La cultura de Roma penetró muy pronto en los primitivos habitantes de la zona por lo cual su romanización no llevó excesivo tiempo. Y puede decirse que, en contraste con otros lugares, sus antiguos habitantes no presentaron gran resistencia a los invasores, si es que así puede llamárseles, sino que asimilaron muy pronto sus usos, cultura y costumbres.
A partir del siglo III fue sede de un obispado y en el año 380 se celebró en la población un Sínodo que condenó el priscilianismo.
Acaso aquí se debe efectuar un inciso para aclarar el signficado de esta última palabra. Priscialiano fue un obispo que fundó un movimiento calificado como una variante del gnosticismo (Doctrina filosófico-religiosa que funda la salvación en el conocimiento).
Prisciliano fue un hombre de gran austeridad en su vida, que se ganó la adhesión de dos obispos, Instancio y Salviano. El Sínodo celebrado en Zaragoza, antes citado, condenó su doctrina, pese a lo cual fue elegido obispo de Avila. En el año 381, sus oponentes consiguieron un decreto de exilio para los priscilianistas a los que denominaron como «maniqueos».
El Papa Dámaso, les levantó el exilio, pero el emperador Máximo, queriendo complacer a los obispos católicos, hizo comparecer a Prisciliano ante un tribunal en Burdeos. Convictos del crimen de magia, Prisciliano y sus adeptos fueron condenados a muerte y ejecutados.
La secta prosperó bastante en España, sobre todo en Galicia, donde se cree que, en algún lugar desconocido, se encuentran enterrados los restos de Prisciliano.
Durante la época visigoda, Zaragoza gozó de un gran esplendor, roto por la invasión musulmana de la Península Ibérica. Ocupada por éstos, en 714, al producirse el desmembramiento del Califato de Córdoba, se constituyó como unos de los principales reinos de taifas.
Los francos, en tiempos del emperador Carlomagno, intentaron conquistarla teniendo que retirarse derrotados. Durante todo el siglo XI, las huestes cristianas trataron en repetidas ocasiones de tomar la ciudad, sin que tampoco pudieran conseguirlo. En este hecho incidía la posición de los reyes castellanos que no deseaban que los aragoneses consolidaran un fuerte reino y de ahí que Alfono VI realizara una tentativa para ocupar Zaragoza que finalizó en fracaso. No obstante, los esfuerzos de los cristianos aragoneses cada vez se hicieron más fuertes y después de los intentos frustados de Sancho Ramírez y de Pedro I, el rey Alfonso «el Batallador», se decidió al ataque (año 1.117) con la ayuda de poderosas fuerzas llegadas del otro lado de los Pirineos a cuyo mando estaba Gastón de Bearn a quien el monarca aragonés, una vez tomada la ciudad, se la cedería en feudo. Esto ocurrió en el año 1.118. La capitulación estipulaba que los musulmanes debían abandonar la población en el plazo de un año. En cambio, tenían el derecho de conservar sus bienes y fincas rústicas extramuros, donde podían seguir residiendo.
De todo lo anterior se originó el hecho de que la repoblación de Zaragoza fuera obra casi exclusiva de los francos. Los musulmanes no se resignaron con la pérdida de Zaragoza y en repetidas ocasiones intentaron recuperarla, resultando siempre derrotados.
La unión de Cataluña y Aragón en un solo reino en la persona del conde catalán Ramón Berenguer IV, sirvió para frenar las ambiciones que sobre Zaragoza albergaba el monarca castellano Alfonso VII. A la muerte del rey Carlos II, se desencadenó la denominada Guerra de Secesión, al existir dos pretendientes a la corona de España.
Uno de ellos, el archiduque austriaco Carlos y el otro, el príncipe francés Felipe de Borbón. Durante esta contienda se libró la denominada Batalla de Zaragoza en la que las fuerzas del archiduque Carlos vencieron a las tropas de Felipe que, desbandadas y en plena retirada, tuvieron que retroceder hacia Soria. No obstante, al resultar finalmente triunfante el pretendiente Felipe y entronizado como rey de España con el nombre de Felipe V, este se tomó cumplida venganza, suprimiendo todos los Fueros aragoneses y actuando con gran dureza sobre Zaragoza.
El nombre de Zaragoza está unido a uno de los episodios más famosos de la Guerra de la Independencia. Su resistencia a las tropas napoleónicas fue épica. Los zaragozanos, bajo el mando del general Palafox resistieron el sitio de los invasores franceses hasta límites increíbles. De pasada, citaremos a la heroína de aquella gesta, la célebre Agustina de Aragón, Por cierto, no está de más consignar que esta mujer no era aragonesa, sino catalana, nacida en Barcelona y residente en Zaragoza, siendo su nombre completo Agustina Saragossa y Domenech. Su hazaña fue que, al morir los artilleros que defendían, con un cañón, el baluarte del Portillo, se hizo cargo de aquél, contribuyendo a rechazar el ataque enemigo. Lo de Agustina añadiendo, «de Aragón», es simplemente un sobrenombre. Lo que sí es una casualidad bastante extraña es que su apellido, Saragossa, se parezca tanto a la ciudad donde residía y a la que defendió con tanto valor.
En cuantos a las huellas del pasado de la antigua Cesaraugusta quedan algunos restos de la muralla romana. Del período musulman, sólo subsiste la Aljafería.
En la provincia: Caspe, una antigua villa, una de las más ricas y mejor cultivadas de Aragón, lleva por armas un escudo cuartelado: 1º y 4º; una cabeza de rey moro y 2º y 3º; las sangrientas barras de Aragón.
Con un poblado ibérico en sus cercanías y un castillo medieval, con elementos de estilo gótico. En su plaza pueden encontrarse casas con soportales del anterior estilo.
Daroca, casi en los límites del Reino de Aragón, situada en la margen derecha del río Jiloca. Población antiquísima, cuyo nombre Daroca, es un derivado del nombre oriental Daroch o Darok, que equivale a: vía, paso, o tránsito, lo cual se debe a estar situada entre una estrecha llanura entre dos montes. Conquistada por los moros, les fue arrebatada por el rey don Alfonso I de Aragón el 1.125 y unos años más tarde, en 1.142, Ramón Berenguer, Conde de Barcelona y Príncipe de Aragón la engrandeció para posteriormente ser elevada al rango de Ciudad por el rey don Pedro IV de Aragón.
Las armas de esta ciudad son: En lo alto las seis Formas ensangrentadas, en medio seis ocas o ánsares, tres a cada lado, rodeadas de muros y torres.
Borja, cerca de las fronteras de Castilla y Navarra, al pie de una colina en la que aún pueden verse las ruinas de un antiguo castillo. No hay duda que la población fue fundadada por tribus celtibéricas, en el año 930 antes de J. C., con el nombre de Borsa o Bursa, que los invasores romanos cambiaron por Bursada, hasta que los moros, al apoderarse de la población, la denominaron Borjia para más tarde quedar con su actual nombre de Borja.
Tarazona, situada en las márgenes del río Quiles. Su fundación tiene una base mitólogica, ya que se le atribuye nada menos que a Hércules.
Lo que sí es bien cierto; es que se trata de una población antiquísima. Casi, con toda seguridad, una de las más primitivas de España. El nombre más antiguo con que se la conoce es con el de Turiaso, del que degeneró el actual Tarazona. Su escudo municipal es: Un castillo terrasado, a cuyo pie crecen sarmientos con uvas, acompañado de dos escudetes con las cuatro barras de gules.
Ejea de los Caballeros, población fundada por los romanos, conocida por el nombre de Egara, del cual no cabe duda que, con el tiempo, se transformó en el actual Ejea. En el año 1.188, el rey don Alfonso I de Aragón, la recuperó del dominio musulmán y al nombre de Ejea añadió, «de los Caballeros» por haberla repoblado por caballeros de mucho lustre de su ejército, a los que concedió numerosos privilegios. Tiene por armas: En campo de oro, un jinete armado montado en caballo blanco, llevando en la mano derecha una lanza y de ella pendiente una bandera, y en ésta se halla el escudo de armas antiguo que es en campo de oro una banda cruzada de gules, orlado de la leyenda, «Sello de la Villa de Ejea de los Caballeros».
Calatayud: Se tiene por cierto que fue fundada por los celtíberos, unos novecientos años antes de la Era Cristiana y que su nombre antiguo era el de Bibilis. Pero la población fue totalmente arrasada por los moros, aunque más tarde, éstos se encargaran de reedificarla, dándole el nombre de Kalat Ayub, «Fortaleza de Ayub», ya que fue el Cadí de este nombre quien la hizo construir de nuevo. Tiene por armas, un guerrero a caballo, sin estribos, armado de una lanza de banderilla en la mano derecha y arriba la leyenda, «Augusta Bibilis»
Sos del Rey Católico: Se encuentra situada muy cerca de la frontera con Navarra. En el año 1.708, el rey Felipe V la hizo cabecera de las cinco villas de Aragón con los títulos de «Muy Leal y Vencedora» poniendo en el escudo de sus armas las dos columnas de Hércules con el lema «Plus Ultra» y una flor de lis entre las dos; en otro cuartel, las barras de Aragón y en otro sus antiguas armas que eran un castillo con el nombre Sos.
Belchite: Se trata de una población antiquísima, con muchos recuerdos históricos. Parece ser que su primitivo nombre fue Belia, de cuya radical Bel, céltica, que significa bello o hermoso, se unió al nombre «sitio», mudado en «chite». Lo que dio lugar a su actual nombre de Belchite. Sus primitivos moradores fueron los betobes, pueblo muy valeroso que se defendió tenazmente contra los cartagineses, a los que derrotaron, ocasionando la muerte del caudillo Almilcar Barca.
Cariñena: Se trata de una localidad a la que en el año 1.425, el rey Don Alonso V de Aragón concedió el privilegio de nombrar catorce guardias con su jefe, para que vigilaran durante la noche, dando cuenta a la Autoridad de los incidentes, si los hubiera, durante estas horas nocturnas. Estaban obligados a velar por la paz y la tranquilidad de la villa, ejerciendo funciones tanto de policía como de justicia. En el año 1.357 se celebraron Cortes en esta villa por el rey Pedro IV de Aragón y este mismo monarca le concedió que tuvieran en su escudo de armas las cuatro barras rojas en campo de oro y encima de estas barras, una cara, aludiendo al nombre de la villa.