Historia de la Heráldica y de la Genealogía
La Heráldica ha tenido a lo largo de su historia influencias decisivas en cuanto a su gestación y vigorización. Es por ello que estudiamos aquí una de las más imperativas en su época de máximo esplendor: Los Cantares de Gesta.
Los Cantares de Gesta se basan siempre en la exaltación de famosos personajes y hechos de armas, por ejemplo las guerras desarrolladas por cristianos y musulmanes durante la Reconquista de España o entre los Reyes y sus señores feudales. Habrá que decir que los Cantares de Gesta sirvieron como medio de comunicación, al transmitir los acontecimientos históricos e interesarse por los hechos y personajes famosos, hasta el punto que en Castilla se llamaron «cantos noticieros», determinados relatos breves acaecidos bajo la impresión directa del hecho histórico. Fue así como el pueblo fue conociendo las gestas de los grandes caudillos militares, sus armas y banderas, esto es, la heráldica del caballero en cuestión. Muchas veces estos datos nos han llegado a través de los «Cantares de Gesta», de lo contrario, posiblemente no los hubiéramos conocido.
Cierto que la fidelidad al hecho histórico no pocas veces resulta un tanto incierta, al exagerarse el suceso en sí o la hazaña del caballero que lo ha llevado a efecto. Y es que si el suceso era conocido por alguno de los oyentes de aquél que canta la gesta, éste se expone a ser desmentido públicamente lo que no sucede en el caso de que se esté refiriéndo al hecho acontecido años o siglos atrás. En este último caso, el Cantar puede permitirse mezclar el hecho histórico con la fantasía, sin temor a que nadie pueda acusar al narrador de embustero. Este es el caso de no pocos Cantares de la epopeya de la Reconquista española. Sus Cantares pudieron integrarse en gran parte en las Crónicas de la época. Pero cuando entre los sucesos reales y su Crónica existe un plazo de siglos, el poeta queda en libertad para fantasear cuanto le apetezca. Y es entonces cuando se percibe el elemento legendario como ocurre en no pocas «chansons de geste» francesas. Los «cantares de gesta» no sólo narran las vicisitudes de determinada batalla o la valentía del héroe; son también buenos exponentes de fiestas, justas, torneos e incluso de costumbres populares.
El juglar, que es el encargado de narrar el episodio, sabrá siempre en qué momento está más interesado su auditorio y entonces elevará la voz y adquirirá el tono dramático que el suceso que cuenta requiera.
Casi siempre comienza por lo mismo: la descripción del héroe, su nombre, la armadura que lleva, su pendón y sus armas pintadas en el escudo. Explica qué significan esas armas y en qué circunstancia las ha conseguido el caballero objeto de su «Cantar».
En un principio, las gestas no fueran recogidas por escrito porque se destinaron exclusivamente a la declamación. Se conservan muy pocos manuscritos, todos muy deteriorados y faltos de hojas, y, lamentablemente, tampoco se tienen copias de los originales.
En Francia, a partir del siglo XI, se comenzaron a copiar los «cantares de gesta» en manuscritos muy elegantes y de gran riqueza y es por eso que se han conservado casi todos los «Cantares» franceses, en tanto que como en España no se procedió a efectuar copias, de ahí su escasez. Los temas siempre vienen a ser los mismos: la glosa de los grandes caudillos y sus hazañas: Carlomagno, El Cid Campeador, Roldán, Bernardo del Carpio, etc. etc.
En España los dos Cantares más importantes permanecieron mucho tiempo ignorados hasta el descubrimiento del «Poema del Mío Cid» y su publicación en el año 1.779, y «La Chanson de Roland» en 1.834, publicada tres años después. La verdad es que estos dos poemas son posteriores a otros muchos épicos, esta es la opinión de Menéndez Pidal, según el cual los orígenes de la épica románica hay que buscarlos mucho más atrás, y que, lamentablemente, otros muchos manuscritos se han perdido.
En un principio se creyó que el cantar de gesta se debía a determinado episodio de una narración más extensa. Esta teoría fue defendida por los románticos alemanes, entre ellos Wolf y Grimm, algunos españoles como Mila y Fontanals y sobre todo el francés Gastón París, con una teoría que él denominó de las «cantinelas», breves cantos épicos-líricos, que nacían de un suceso histórico. Fue hacia el siglo X cuando los juglares comenzaron a ordenar los episodios, formando narraciones más extensas y dotándolas de un sentido argumental. Fue lo que, a partir de aquellas fechas, en España se denominaría como el «Romance».
El propio Menéndez Pidal supuso que en su origen, en efecto, los «cantos de gesta» tendrían aproximadamente unos quinientos o seiscientos versos y que mediante las sucesivas refundiciones fueron creciendo en extensión. Gastón París atribuyó la paternidad de los «cantares de gesta» a Francia, indicando que los españoles no eran nada más que traducciones de dicho idioma, a lo que Menéndez Pidal, opuso que, en efecto, los primeros Cantares españoles estaban influenciadas por la tradición francesa, pero que hacia el siglo XII estos Cantares, los castellanos, así como los franceses, se derivan directamente de los germánicos.
Todavía queda una tercera opinión sobre este asunto, la expresada por J. Ribera quien sostiene que tanto la épica francesa como la castellana tienen sus fuentes en leyendas hispanoárabes que se conservan en los crónicas musulmanas.
La técnica francesa se basa en los ciclos: Por lo general da comienzo con Carlomagno y siguen una línea argumental. De los datos que se conservan parece ser que el primero, referido a Carlomagno, se basa en una desorbitada biografía de este personaje donde ya se mezcla la fantasía puesto que en algunas de las «Chansons de geste» se hace que este famoso Emperador emprenda expediciones a Constantinopla y a los Santos Lugares, así como describen unas tremendas batallas contra los sarracenos establecidos en Italia. Otras gestas trataran sobre los acontecimientos acaecídos en España, como la derrota de Roncesvalles que, naturalmente, los autores franceses se esfuerzan en desfigurar, quitándole importancia o achacándola como en el caso de la «Chanson de Roland» a la traición.
En contraste con la abundancia de Cantares franceses, la épica española es muy parca a este respecto. Apenas si llega a la media docena. El «Poema del Mío Cid» un fragmento de «Roncesvalles», el «Poema de Fernán González», «Las Mocedades de Rodrigo», «Los Infantes de Lara» y «El Cerco de Zamora».
Menéndez Pidal fija la fecha de «formación» hacia al año 1.140, hasta 1.246 que ya utiliza las gestas como material histórico. De acuerdo a esta genealogía, las primeras gestas corresponden al Rey Rodrigo y la pérdida de España que originarían un buen número de Cantares. Más tarde, la figura del Conde Fernán González se rodearía en seguida de leyendas. El «Poema de Fernán González» que conocemos es obra de un monje del Monasterio de Arlanza.
El «Cantar de los Siete Infantes de Lara», reconstruido por Menéndez Pidal, parece haber sido escrito a raíz de los sangrientos sucesos que narra a fines del siglo X: la venganza de una familia que acarrea la muerte a traición de los siete jóvenes y de su ayo. A esta etapa de la épica, pertenece el «Cantar de Mío Cid» así como los fragmentos del «Roncesvalles», (siglo XIII) que narra la derrota de Carlomagno y la aparición del muy dudoso personaje histórico Bernardo del Carpio, tanto, que la creencia general es que se trata de una figura absolutamente novelesca. Fue la contrapartida española de la «Chanson de Roland» que enfrenta al héroe español al francés. Bernardo es convertido en el héroe nacional que incluso matará a Roldán en Roncesvalles.
A principios del siglo XV se inicia la decadencia del género y se inventan situaciones y hechos en torno a las figuras del Cid, su esposa doña Jimena, aventuras del Rey, etc. etc. Los «cantares de gesta» dejaron ya de interesar a una sociedad en plena transformación.
Los «cantares de gesta», los viejos Romances y las novelas de caballería llegan hasta un punto en el que Cervantes les da el golpe de gracia con la burla que, para este género, significa la publicación de su Don Quijote de la Mancha. Lo malo es que, burla burlando, el insigne escritor introduce también la reja en la heráldica. Terminamos recordando con respecto a lo último, la explicación que don Quijote da a su escudero Sancho Panza ante el rebaño de ovejas que el esforzado hidalgo imagina que es un Ejército de enemigos:
«Aquel caballero que ves allí con las armas jaldes que trae en el escudo un león coronado, rendido a los pies de una doncella, es el valeroso Lauralco, Señor del Puente de Plata; El otro de las armas de las flores de oro, que trae en el escudo tres coronas de plata en campo azul, es el temido Micocolembo, gran duque de Quircia; el otro de los miembros gigantes que está a su derecha mano, es el nunca medroso Brandabarbarán de Boliche, Señor de las Tres Arabias, que viene armado de aquel cuero de serpiente y tiene por escudo una puerta que, según es fama, es una de las del templo que derribó Sansón cuando con su muerte se vengó de sus enemigos. Pero vuelve los ojos a esta otra parte y verás en la frente de ese otro poderoso ejército al siempre vencedor y jamás vencido Timonel de Carcajona, príncipe de la Nueva Vizcaya, que viene armado con las armas partidas a cuarteles, azules verdes, blancos y amarillos y trae en el escudo un gato de oro en campo leonado, con una letra que dice Miu, que es el principio del nombre de su dama que, según se dice, es la sin par Miulina, hija del duque Alfeñiquen del Algarbe…»
Lástima grande que Cervantes uniera, a los nombres de tan ridículos personajes, un elemento tan digno de respeto y serio estudio como es la Heráldica.
En el museo del Cincuentenario de Bruselas se conserva este tapiz en donde se representa a Roldán haciendo sonar su olifante para reclamar ayuda de las tropas de Carlomagno en el mítico suceso de su muerte.