Historia de la Heráldica y de la Genealogía
Balboa es un antiguo y muy calificado linaje de Galicia que reconoce por sus primeros ascendientes a los señores del castillo de Balboa, cerca de Villafranca. Ha sido plantel de ricoshombres y varones eminentes como fueron don Cristóbal de Balboa, caballero del hábito de Santiago; Vasco Sánchez de Balboa, señor de Tretegeira; Diego Arias de Balboa, señor de Cafiedo; Blas de Balboa y Cueva, señor de Arganza; don Diego de Lemos y Balboa, señor de Amayante y de Ferreira; don Fernando Ruiz de Balboa, prior de la Orden de San Juan, y otros muchos; pero descuella entre todos por sus guerras, nuevos descubrimientos y conquistas en las Indias, el célebre y desgraciado marino Vasco Núñez de Balboa, cuya fama llegó a competir con la de Hernán Cortés y Américo Vespucio. Nacido en Jerez de los Caballeros allá por el año 1.475, puesto que la fecha no se sabe con exactitud. De su infancia y juventud es poco lo que se sabe. Parece ser que su familia de ascendencia gallega era noble, pero venida a menos. Sus padres se cree, porque tampoco puede afirmarse con rotundidad, fueron el hidalgo don Nuño Arias de Balboa (esto sí está comprobado) y su madre cierta dama de la que se desconoce el nombre.
Al alcanzar la edad necesaria fue paje de don Pedro de Portocarrero, Señor de Moguer, lo que hizo que en su ánimo se despertara el deseo de pasar al Nuevo Mundo, enterado como estaba de los descubrimientos que allí se iban efectuando a través de su señor.
Pasó a las Indias en la expedición de don Diego de Bastidas (hay quien afirma que lo hizo como polizón, oculto en el interior de un tonel, hasta que fue descubierto). Terminada la citada expedición, se quedó en Santo Domingo donde la suerte se le mostró esquiva, aunque estuvo presente en la fundación de Salvatierra de la Sabana, lo que le valió que le fueran otorgadas algunas tierras.
En el año 1.508, Alonso de Ojeda y Diego de Nicuesa llegaron a un acuerdo con el beneplácito de la Corona para la colonización situada en el Cabo de la Vela (Venezuela) y en el de Gracias a Dios (Honduras). En ellas se establecieron dos gobernaciones, la de Nueva Andalucía y Castilla del Oro al frente de las cuales quedaron Ojeda y Nicuesa respectivamente.
En Santo Domingo, Alonso de Ojeda se asoció con el bachiller Martín Fernández de Enciso para realizar la empresa: Ojeda marchó adelante en un barco, quedando encargado Enciso de reunírsele más tarde con otro navío, pertrechos y gentes. En la nave de Enciso embarcó Balboa, otra vez de polizón y, probablemente huyendo de los acreedores de Santo Domingo, donde había contraído numerosas deudas de juego. Fue descubierto en alta mar, lo que provocó la cólera de Enciso que amenazó con arrojarlo al agua para que fuera pasto de los tiburones y sólo se calmó cuando Balboa le aseguró que tenía conocimiento de aquellas tierras que ya había recorrido con Bastidas.
Entretanto, Alonso de Ojeda no había sido muy afortunado en la Nueva Andalucía y determinó regresar a Santo Domingo en busca de más ayuda dejando el poblado que fundó, San Sebastián, custodiado por varios hombres al frente de los cuales estaba, el que más tarde habría de ser conquistador del Perú, Francisco Pizarro.
Cuando llegó Enciso, los hombres que allí habían quedado se encontraban a punto de abandonar el lugar, faltos de provisiones y obligados a soportar los ataques de los indios. Mejoró la situación gracias a Balboa que tomó una serie de disposiciones que acrecentaron su popularidad. Por eso, no encontró obstáculos cuando propuso el traslado desde San Sebastián a la margen derecha del golfo de Urabá, donde los indios, aunque belicosos también, no utilizaban las flechas envenenadas que tanto terror causaban a los españoles. Y aunque la nueva tierra pertenecía a la fundación de Nicuesa, Balboa no se detuvo por eso; nada tiene esto de extraño porque, por lo general, los conquistadores hacían muy poco caso de los derechos de los demás y cada uno obraba según sus deseos y conveniencias. Basta recordar el caso de Hernán Cortés desobedeciendo a su jefe el Gobernador Velázquez y obrando tal y como le parecía, al igual que el proceder de Francisco Pizarro con su socio y compañero Diego de Almagro.
Eran hombres a los que les molestaba cualquier sujeción: Cortés envió a Cristóbal de Olid a explorar y éste, cuando consiguió tierras, desconoció la autoridad de su jefe. Eran hombres de guerra y a eso se atenían. Las guerras–dice el loco Lope de Aguirre en su carta de desafío al Rey Felipe II–para los hombres se hicieron. En las nuevas tierras fundó Balboa, Santa María de Darién, en el año 1.510, siendo elegido alcalde de la población.
A Nicuesa, a quien tampoco le iban muy bien las cosas en su gobernación de Nombre de Dios, le enviaron mensajeros invitándole a trasladarse a Santa María en calidad de gobernador. Nicuesa, no sólo no accedió, sino que montó en cólera acusando a Balboa de meterse en unas tierras que no eran suyas, disponiéndose a castigar aquello que juzgaba como una intromisión. Balboa le plantó cara y fue Nicuesa quien, derrotado por Vasco Núñez de Balboa, fue obligado a embarcarse en un viejo buque tan averiado que se hundió en el mar con lo que pereció ahogado Nicuesa.
Quizás Balboa en este caso se portó algo duramente. Pero habrá que tener en cuenta la época y las circunstancias. No ignoraba que de dejar libre a Nicuesa éste no sólo no se lo iba a agradecer sino que aprovecharía la primera oportunidad que tuviera para vengarse de la derrota. Era un peligro y, por tanto, convenía alejarlo. Balboa quedó prácticamente dueño de la situación ya que Enciso, disconforme con su actuación, había regresado a España para reclamar lo que juzgaba su derecho. La posición de Vasco Núñez de Balboa quedó todavía más reforzada al lograr que el virrey don Diego Colón le nombrara Gobernador de Darién. Como Colón era la suprema autoridad de la época en el Nuevo Mundo, el nombramiento no pudo ser discutido por nadie, a pesar de que ya iban siendo muchos los descontentos contra Nuñez de Balboa, entre los que no faltaban los envidiosos por la alta posición que este había conseguido.
A partir de aquel nombramiento, se inició la época más brillante en la vida del conquistador. Desde Santa María de la Antigua fue incorporando nuevos territorios, bien por la conquista armada, bien con tratados con los caciques indígenas. Uno de estos caciques, Chima, le entregó a su propia hija para que se uniera a ella, estableciendo así una alianza que redundó en un periodo de paz y tranquilidad en los dominios de Balboa. Y fue gracias a los indios como consiguió realizar su principal hazaña, porque a través de los informes de los nativos descubrió el Océano Pacífico. Así llegó hasta el gran mar en cuyas riberas existía una tierra donde se afirmaba que el oro era abundante (Perú). Con una fuerza de ciento noventa españoles y ochocientos indios, Vasco Núñez de Balboa alcanzó la orilla del Océano Pacífico, atravesando el istmo de Panamá, el 28 de setiembre de 1.513.
Era el Mar del Sur, al menos, así lo llamó el conquistador, que cayó de hinojos en acción de gracias al Todopoderoso. «Miró –dice el historiador Gómara– hacia el Mediodía, vio la mar y en viéndola, arrodillóse en tierra y alabó al Señor que le hacía tal merced». Cuando le rodearon sus compañeros en la eminencia desde la que se veía el océano, se lo mostró, diciéndoles, según cuenta el citado cronista: «Demos gracias a Dios que tanto bien y honra nos ha guardado y dado. Pidámosle por merced nos ayude y guie a conquistar esta tierra y nueva mar que descubrimos y que nunca jamás cristiano la vide, para predicar en ella el Santo Evangelio». Luego tomó posesión del Pacífico en nombre del rey de España, metiéndose en el agua con la espada desnuda en la diestra y en la otra mano una cruz. Con aquél acto legalizaba ante Dios y ante los hombres sus derechos sobre el océano.
Pero en España las reclamaciones de Enciso y, sobre todo, la pérdida de influencia del virrey Colón le perjudicaron. Cuando llegaron las noticias del descubrimiento del nuevo mar, ya había partido un nuevo gobernador, Pedrarias Dávila, y aunque a Balboa se le nombró Adelantado del Mar del Sur, sus relaciones con el recién llegado no fueron muy cordiales. No obstante, se hicieron preparativos para continuar las expediciones. La situación se complicó con el anunció de la llegada de un nuevo gobernador, Lope de Sosa y Balboa, que se había casado por poderes con la hija de Pedrarias que estaba en España, creyó que debía apoyar a su suegro que iba a ser sometido a juicio de residencia, pero el remedio resultó peor que la enfermedad, porque Pedrarias Dávila pensó todo lo contrario, creyendo que Balboa iba a declarar en contra suya y temeroso de lo que pudiera decir, inventó un falso complot de Balboa contra la Corona, mentiroso a todas luces, e hizo que el descubridor del Mar del Sur fuera sometido a un juicio vergonzoso, sentenciado a muerte y ejecutado.
Escudo de la Casa de los Balboa, figurativo en todo su espresión de la lucha del bien y del mal.
Vasco Núñez de Balboa en un grabado de la obra «Retratos de los españoles ilustres» publicada en 1.791 en Madrid.