Historia de la Heráldica y de la Genealogía
Que la nobleza se divide en determinados estratos sociales es cosa sabida. Tiene distintas categorías y hay que procurar colocar a cada uno en su lugar correspondiente al formular una explicación sobre la nobleza. Tratar el tema en su aspecto exacto, a la luz de la historia.
Naturalmente que estas instituciones han ido evolucionando a través de los siglos, pero sí puede hablarse de sus determinadas características, sin lastimar la exactitud de los datos. Comencemos por lo que es definición básica de la nobleza: Veamos su primer peldaño, al tiempo que vamos ascendiendo en su escala de valores.
La palabra «geltilhombre» tiene su origen en Francia, país donde se desarrollaron primitivamente las instituciones que formaron la Heráldica. El gentilhombre ya pertenecía a la nobleza. Se trata de una voz que procede de la latina «gentil homo». Por cierto, citando a Cicerón, habrá que decir que éste ya hacía una definición de los gentiles, advirtiendo que debían reunir las cuatro condiciones siguientes: La primera, tener un nombre común con las personas de su familia, lo que puede traducirse por el apellido; la segunda, ser un hombre libre, e hijo de personas libres; la tercera, que esta condición de libertad, sea de nacimiento, es decir que ninguno de sus antepasados perteneciera a la condición esclavos y la cuarta, que no hubieran sufrido penas de privación de libertad o destierro del país.
De acuerdo a estas ideas, el gentil para los romanos pertenecía a una agrupación de familias que tenían un nombre común a todos sus miembros, y esto hace muy difícil que existieran los gentilhombres antes de la Edad Media. Si se tiene en cuenta que hasta los siglos XI y XII no comenzaron a fijarse los nombres o designaciones personales convirtiéndose en apellidos. No obstante todo lo anterior, debemos tener en cuenta a otros pueblos que, aparte de los romanos, también tenían ya en la antigüedad una cierta nobleza. No debe olvidarse que para los denominados «Bárbaros» que invadieron el Imperio Romano, la profesión de las armas era la más noble que podía ejercer un hombre. Por cierto, hoy está totalmente admitido como un «bárbaro» aquel individuo que comete una fechoría, una crueldad, etc. etc. Originariamente ésto no fue así. Convendría dejar perfectamente aclarado que los romanos no denominaron a los pueblos invasores de Roma «bárbaros» porque éstos fueran una especie de fieras humanas. Sencillamente, en latín «barbarus» viene del griego, «bárbaro» y su significado es «extranjero». Por lo tanto, al citar a los bárbaros debe aplicarse la interpretación que los mismos romanos le dieron a la palabra, al definirla como al individuo perteneciente a cualquiera de los pueblos situados al margen de las civilizaciones griega o romana que consiguieron abatir al Imperio de Roma. Sencillamente, eso, unos extranjeros.
Pero no sólo fue entre los bárbaros donde los hombres libres al entrar en la profesión de guerreros se convertían en nobles, otro tanto sucedió con los francos. Fue el desarrollo de la institución feudal, originaria de Germania, la que, al invadir el occidente europeo, dió origen a la nobleza tal como hoy la concebimos, se trata del ejercicio de las armas. Pero ¿qué era un gentilhombre? ¿Qué características sociales debía tener para merecer tal dignidad? Eran hombres libres, que pertenecían a una familia legítima y, sobre todo, eran hombres de espada. No eran personajes de una categoría muy elevada, ni poseían grandes riquezas, ni extensos dominios. Simplemente disfrutaban de una situación económica suficiente para mantener su independencia. En España, la invasión musulmana dispersó a los elementos godo-romanos o autóctonos del país, obligados a refugiarse en las montañas del Norte de la península como su último baluarte frente a la marea sarracena que avanzaba sin cesar. Refugiados en los montes, se fueron reagrupando para emprender la contraofensiva que en la historia se conoce con el nombre de Reconquista. Conforme estos elementos iban recuperando tierras, les eran devueltas a sus antiguos propietarios, o dadas en propiedad a los hombres de guerra que ayudaban al rey en sus batallas contra los moros invasores. A propósito de esta calificación «invasores», entendemos que no debería cargarse excesivamente la mano al referirse a los musulmanes, pues convendría no olvidar que antes que ellos, los instalados en la península también fueron en su día invasores (visigodos y ostrogodos, ramas godas germánicas) y antes que ellos, los romanos también fueron invasores, al igual que los cartagineses. Si los musulmanes permanecieron más que los otros pueblos invasores en la península (800 años), naciendo como nacían en España, eran tan españoles o más que los visigodos del rey Rodrigo. Si los moros se hubieran convertido al cristianismo, no es arriesgado asegurar que posiblemente aún vivirían sus descendientes en España. La clase social de los hombres que estudiamos, fue recibiendo tierras otorgadas por los reyes y pequeños feudos con una sola condición: que estuvieran siempre dispuestos a prestarles la ayuda militar cuando les fuera solicitada.
Así fue como comenzó la nobleza natural, social o de sangre y esta pequeña nobleza fue la que constituyó la clase de los Gentilhombres o, si se quiere, la de los Ricoshombres. Hay que hacer una distinción entre los caballeros y los Gentilhombres o Hijosdalgo. El rey podía hacer al primero, pero no al segundo. Don Diego de Veira ya lo manifestaba al afirmar que «Puede el Rey facer caballero mas no fijodalgo». Porque el segundo tenía la nobleza de nacimiento y ya lo recogió el Conde de Lemos, cuando Felipe V equiparó los Pares de Francia a los Grandes de España: «Vuestra Majestad es muy dueño de mandar cubrirse en su presencia a quien le plazca. Pero contele que a los Condes de Lemos les hizo Grandes Dios y el tiempo». Esta distinción entre hidalguía y nobleza de nacimiento ha continuado hasta los días presentes y una cosa es lo primero y otra muy distinta la nobleza alcanzada mediante privilegios. Tanto es así que para el ingreso en las distintas Órdenes Militares se especificaba bien claro que el pretendiente debería ser «Hijodalgo de sangre» y no «Hijodalgo de privilegio». La hidalguía les viene a los hombres por linaje, según consta en las Partidas. Pero a diferencia de las costumbres francesas, bastantes de las cuales trató de imponer el rey Felipe V en España, en Castilla sólo se transmitía la condición de Hijodalgo por línea de varón, no como en Francia en la cual la madre también ennoblecía.
Existe también un dato que no está de más esclarecer: Cuando hablamos de solares, es decir de la casa principal donde se originó o se mantuvo un referido linaje, conviene tener en cuenta que los citados solares se dividían en «primarios», que fueron los que se fundaron en las montañas del Norte de la Península, lugares de donde partió la Reconquista, y «secundarios», que son aquellos heredados de sus mayores.
En la categoría de Ricoshombres hay que incluir a los denominados «infanzones», clase que se originó en Aragón, equivalente a la de los «hidalgos» castellanos.
Existía una distinción: los denominados «mesnaderos», que eran los hijos de Ricoshombres y que no heredaban la Ricahombría, por disponer, el padre, testamentariamente de ella en favor de determinado hijo.
Los restantes tenían que contentarse con el título de «mesnaderos», si bien es cierto que la voz «Infanzones» se utilizó en Castilla, pero fue quedando en desuso, excepto en Aragón donde se mantuvo.
Este extraordinario mural de azulejos de estilo talaverano muestra una mezcla de épocas, representándolos por personajes reales, la mayoría de ellos literatos famosos, como Lope de Vega, Cervantes, Ercilla, etc.
Miniatura inglesa de un caballero con sus armas representadas en su escudo, como en las gualdrapas de su caballo. Es curioso, que representado con escudo no lleve armadura ni espada, le representa en un hecho no de armas.