Escudo de Zamora
Escudo partido: primero de plata un brazo empuñando una bandera de gules con franja de sinople; segundo de plata un puente puesto sobre campo de sinople y ondas de azur y plata.
Heráldica Geográfica
Las armas de Zamora
Zamora es una ciudad antiquísima y a la que se considera, muy importante, desde los tiempos más remotos. Ahora bien, se ignora, no sólo la fecha de su fundación, sino su primitivo nombre.
Algunos suponen que se trata de una población, a la que se designó como «Ocellum Duri», equivalente a «Jova del Duero», y que de esta denominación se ha formado el nombre Zamora. Pero esto no consta con la suficiente garantía de veracidad histórica, ni parece fácil que «Ocellum Duri» se transforme en Zamora, al no existir parecido alguno.
La historia conocida de Zamora, se remonta a la época en que era habitada por tribus vacceas, con anterioridad a la romanización de España. Es de suponer, que las costumbres de estos primitivos habitantes, no fueran muy distintas a las de las demás tribus íberas que poblaban la Península, compartiendola con los celtas y más tarde, con la fusión de íberos y celtas, dando paso a los celtíberos.
Con la llegada de las legiones romanas, estas procedieron a construir una calzada que atravesaba la población, con lo cual, la romanización de Zamora se hizo en un tiempo muy breve, dado que no hay noticias de que se produjeran fuertes choques armados, entre los recién llegados y sus primitivos habitantes.
Más tarde, bajo la dominación visigoda, no sólo la ciudad, sino la comarca zamorana fueron escenario de diversos conflictos bélicos. Fue un periodo de casi continuas luchas. La invasión árabe llevo aparejada, la consecuencia de que toda esta zona quedara casi enteramente despoblada, hasta que fue reconquistada por Alfonso I, quedando bajo la influencia del reino asturleonés. Con este Rey se inició su repoblación. No queremos pasar por alto, que los árabes, durante el tiempo que la mantuvieron en su poder, le dieron el nombre de «Samurach», de donde parece que viene su actual nombre de Zamora.
A finales del siglo X, todos los esfuerzos realizados para reconstruir la ciudad se vinieron abajo, dado que el caudillo árabe Almanzor, en una de sus incursiones por tierras castellanas, ocupó la población, arrasándola en su retirada y dejándola convertida en ruinas.
La nueva reconstrucción corrió a cargo del rey Fernando I, el cual la dotó de Fueros, cediéndola a su hija Urraca. Esta circunstancia involucró a Zamora en los problemas creados por el testamento del rey, al dividir sus reinos entre sus hijos. Sancho II, no conforme con la partición, atacó Zamora sometiéndola a un prolongado asedio que sólo terminó cuando este monarca fue alevosamente asesinado por Vellido Dolfos.
Se cuenta que el «Cid Campeador» que peleaba a las órdenes de Sancho, emprendió la persecución del traidor, más no pudo darle alcance porque, en su premura no le había dado tiempo a calzarse las espuelas, con lo que se vio imposibilitado de aguijonear a su caballo.
En el año 1.355 en las guerras que asolaron Castilla motivadas por la rivalidad del Rey Pedro I con sus hermanastros, los bastardos, entre los que se encontraba el conde de Trastamara, Zamora se declaró partidaria del rey de Castilla. Más tarde, durante el reinado de Enrique IV, este Monarca le concedió el título de «Muy Noble y muy Leal Ciudad de Zamora».
En el siglo XV, la ciudad fue ocupada por el Rey de Portugal, partidario de la princesa Juana, apodada «la Beltraneja», siendo recuperada en 1.476 por el esposo de Isabel, Fernando II, de Aragón.
Durante la Edad Media, Zamora se convirtió en un importante centro de la industria textil pañera; pero el desenlace, fatal para los manufactureros, de la revuelta de los Comuneros, en la que Zamora volcó todas sus energías bajo la dirección de su Obispo Antonio de Acuna, marcó el declive de la industria textil zamorana. Durante los siglos XVI y XVII, Zamora, como las otras ciudades castellanas, quedó estancada en su desarrollo económico, sumida en una gran atonía. Aunque intentó recuperarse en el siglo XVIII, su desarrollo no fue todo lo estimable que hubiera sido de desear y sólo bien entrado ya el siglo XIX, se inicia una lenta recuperación que ha llegado hasta nuestros días.
Zamora está inserta en la Meseta Norte, atravesada de Este a Oeste por el río Duero que la divide en dos zonas: «Tierra del Pan» y «Tierra del Vino». Dotada de recias murallas configuradas como «peñas tajadas», dado que así se denominan las piedras de Santa María. Del arte que se acumula en esta ciudad, no nos es posible desarrollar el tema cual sería nuestro deseo, en tal cantidad se encuentran monumentos románicos. La catedral, del siglo XII, en la que se encuentran ciertas reminiscencias bizantinas. El templo de San Cipriano, año 1.025, Santa María la Nueva, del siglo XII, la Magdalena, San Juan de Puerta
Nueva, Santiago del Burgo, San Claudio de Olivares, San Vicente, San Ildefonso o los restos de los monasterios de San Francisco y Corpus Christi.
Y de la provincia, se puede hablar tanto y tanto. Toda ella es un inmenso museo del Románico.
En Moruela de Tábara se encuentran las solitarias, pero impresionantes ruinas del que fuera famoso Monasterio cisterciense, edificado en el siglo XII. Y Puebla de Sanabria, famosa por su lago cercano, con una iglesia parroquial que data del siglo XII y un castillo que, nos hace retroceder con la imaginación a los turbulentos tiempos de la Edad Media, cuando todo este territorio era escenario obligado de enconadas luchas. Quedan aún huellas de la famosa calzada romana denominada «De la plata», que unía Astorga con Mérida, atravesando la comarca zamorana.
En Benavente se puede encontrar, aparte de ser una de las villas más renombradas zamoranas, la Iglesia románica de Santa María del Azogue, comenzada en el siglo XII y terminada en el XVI.
San Juan del Mercado, también del siglo XII. Lamentablemente, del antiguo castillo sólo se conserva la llamada Torre del Caracol, correspondiente al siglo XVI.
Villalpando, con su puerta de San Andrés y la iglesia de Santa María la Antigua, con triple cabecera mudéjar. Y al llegar a Toro, se nos presenta a la Colegiata de Santa María la Mayor edificada entre los siglos XII y XIII, que marca la transición entre las formas romano-góticas.
Pocas villas de España, como Benavente, pueden vanagloriarse de haber reunido en su seno tantísimas fundaciones religiosas como esta población.
Ahora bien: las vicisitudes y mudanzas del tiempo han hecho que muchas desaparezcan.
Algunas eran bastante singulares como la de Nuestra Señora del Rosario por la cual doce ancianos pobres e imposibilitados para el trabajo, nacidos en la villa, eran albergados, vestidos y mantenidos, sin más obligación que, oir misa y asistir al rosario todos los días, en el convento de Santo Domingo.
En el año 1.644, don Antonio Alonso Pimentel y su esposa doña Ana de Velasco Condes de Benavente, fundaron en la villa un hospital, con tal prevención y tal prudencia, que dispusieron que si en algún tiempo el gobierno quisiera apoderarse de la finca y rentas donadas, se entendiese desde el mismo momento revocada la donación y que dichos bienes volvieran a la casa y familia de donde habían salido.
Se ignora la fecha de la fundación de esta villa, si bien algunos sostienen que ya existía en tiempos de los romanos, y que estos la llamaron «Beneventum», en memoria de cierta ciudad de Italia así llamada, que es la de Benevento.
En el año 1.169 fue reedificada por el rey don Fernando II. Antigüamente gozó del título de Ducado, denominándose Duques de Benavente, personas de la Casa Real, hasta que Enrique II mudó el Condado a favor de don Juan Alonso Pimentel, un caballero portugués de ilustre sangre y acrisolada lealtad, premiando así sus grandes servicios a la Corona. Tiene por armas: Un puente sumada de dos castillos y en medio una imagen de la virgen.
Villalobos es una población muy antigua, de la cual se desconoce su fundación y todos los detalles al respecto. Tiene por armas: En escudo de oro dos lobos rojos que son las de sus señores.
De Toro, se cree que se trata de una de las poblaciones más antiguas de España. Hay algunos que suponen que su primitivo nombre fue el de Arbuciate.
Pero esto, como en el caso de Benavente no está lo suficientemente probado históricamente. Lo que sí es cierto, es que, en el año 1.505 el rey don Fernando V, celebró Cortes en esta localidad, proclamando por Reyes a su hija doña Juana y a su esposo don Felipe «el Hermoso», estableciendo las Leyes que se denominan «de Toro».
Entre las múltiples muestras artísticas que encierra la provincia de Zamora, hay que destacar esta joya arquitectónica, prueba de la gran riqueza cultural de la misma. Rescatada de anegación, por la construcción de un embalse, la iglesia de San Pedro de la Nave, representa una escepcional muestra de la mezcla arquitectónica romana con el románico e influencias orientales como arcos en herradura apoyados en fustes románicos con relieues de gran interés.