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Teruel

Escudo de Teruel

De gules, cañones y bombas de sable; partido en mantel: primero, de oro, con cuatro palos de gules; segundo, de azur, un animal de oro puesto sobre un campo de sinople surmontado de una estrella de ocho puntas de oro.

Heráldica Geográfica

Las Armas de Teruel

En un principio, parece ser que en las lenguas orientales la palabra «Ter», puede traducirse como río y la radical «Bel», que se muda muy fácilmente por «vel» o «uel», que equivale a blanco o claro. Para don Francisco Piferrer es aquí donde hay que buscar el origen de la palabra «Teruel»: opinión que, según dicho tratadista, se confirma por la circunstancia de tomar el nombre de Río Blanco, el río Gadalaviar que allí corre. No obsta que se halle designada por los geógrafos antiguos con el nombre «Turba», «Tiria» u otra variante análoga, debido sin duda a que, faltando la inapreciable ayuda de la imprenta, se alteraban por entonces los nombres.

No obstante lo anterior, la opinión más generalizada es que Teruel como población es de origen celtíbero y en su época, constituyó una ciudad rival de Sagunto.

Con la llegada de los romanos a la península, estos la convirtieron en colonia, dándole el nombre de Turia-Julia.

Sometida a la dominación musulmana, Teruel, fue importante plaza militar hasta que, en el siglo VIII, fue reconquistada por Alfonso II, «el Casto», quien le otorgó el Fuero de Sepúlveda para estimular su repoblación.

Durante la Edad Media, la ciudad fue creciendo gracias a una próspera industria textil lanera y la fabricación de armas. En 1.347, el rey Pedro, «el Ceremonioso», le concedió el título de ciudad por haberle ayudado, Teruel, en su lucha dirigida a disminuir los privilegios de la nobleza.

Durante la denominada «Guerra de los Dos Pedros», la ciudad cayó en poder de los castellanos y no fue recuperada hasta el año 1.367.

Esta guerra merece un comentario, pues a causa de ella, Teruel, durante un lapso de tiempo quedó convertida en ciudad de Castilla.

El rey Pedro, «el Ceremonioso», (1.350), creyó ver una buena oportunidad para aumentar sus dominios aprovechando la guerra que sostenía el también rey Pedro I, de Castilla, con su hermanastro Enrique de Trastamara, hijo bastardo de Alfonso XI, apoyando al segundo militarmente, al tiempo que le ofrecía refugio en sus Estados.

Pedro I, de Castilla, no lo dudó y fue él quien inició las hostilidades con la ocupación de Orihuela, Alicante y Tarazona. Hubo una breve tregua que sirvió para que ambos reyes, Pedro, de Aragón y Pedro, de Castilla, gestionaran alianzas para su causa.

El monarca castellano recibió el apoyo de Portugal e Inglaterra, mientras Aragón y los nobles rebeldes buscaban los auxilios de Francia.

Reanudada la guerra, la marina de Castilla atacó Barcelona; mientras, por tierra, los aragoneses obtenían algunos exitos iniciales. Avanzan por tierras de Soria y la victoria de Enrique de Trastamara lo llevó a la recuperación de Tarazona.

Hubo un nuevo periodo de paz, muy corto en duración, y nuevamente se reanudaron las hostilidades entre los dos Pedros.

Las tropas del rey castellano iniciaron su avance ocupando Alhama Ariza, Ateca, Calatayud, Tarazona y Borja y sitiaron a Valencia.

Ante el cariz que tomaba la contienda, el rey de Aragón, Pedro «el Ceremonioso», no tuvo más remedio que avenirse a firmar la llamada Paz de Munviedro, en el año 1.363, que significaba su total derrota. Entre otras poblaciones, Teruel, pasó a poder de Castilla. Pero como el rey Pedro I, de Castilla, no satisfecho con esto, reanudara las hostilidades contra Aragón, ayudado por los mercenarios ingleses que al mando del Príncipe Negro acudieron en su ayuda, continuó la guerra.

Todo lo que después ocurrió ya se encarga la historia de relatarlo. Cómo con la retirada del Príncipe Negro y sus mercenarios, el Rey Pedro I, de Castilla, combatió con su hermanastro Enrique de Trastamara y cómo, a traición, fue asesinado por éste en los campos de Montiel.

Pero con la entronización de Enrique de Trastamara, como rey de Castilla, Aragón no ganó absolutamente nada, porque el nuevo rey, si bien ciertamente devolvió al monarca de Aragón algunas ciudades, que no todas las que habían sido de su dominio, entre ellas Teruel, en el año 1.367, no pasó de ahí, no obteniendo Pedro, «el Ceremonioso», ningún beneficio territorial que no hubiera sido suyo con anterioridad a la guerra «de los Dos Pedros».

Nuevamente Teruel bajo la dominación de la Corona de Aragón, ya permanecería, esta ciudad, como aragonesa hasta nuestros días.

Pero Teruel conocería otro tipo de contiendas: fue el centro de las rivalidades entre dos poderosas familias aristocráticas: los Muñoz y los Marcilla.

En aquellas rivalidades se produjo el bellísimo episodio de los «Amantes de Teruel», los desgraciados amores que se asemejan como una gota de agua a otra gota de agua, al triste y dramático suceso cantada por Shakespeare, en su célebre obra «Romeo y Julieta».

Teruel fue una de las escasas poblaciones que no vió con buenos ojos que se estableciera el Tribunal de la Santa Inquisición en la ciudad, hasta el punto que tuvo que intervenir Fernando, «el Católico», para conseguir tal propósito.

Durante la guerra de la Independencia, Teruel organizó su propia Junta de Aragón, encaminada a ofrecer la debida resistencia a las tropas francesas invasoras.

Pero ocupada la ciudad por el mariscal Suchet, en 1.809, poco pudo hacer para oponerse a los soldados napoleónicos.

Más tarde, durante las guerras carlistas, la ciudad fue sitiada por las tropas del pretendiente don Carlos, sin que, por más esfuerzos que hicieran, consiguiesen ocuparla.

Tuvieron que pasar largos años para que esta ciudad quedara nuevamente unida a un hecho de guerra muy destacado en la historia. La Batalla de Teruel, de la Guerra Civil, iniciada en diciembre de 1.937 y finalizada en febrero del 38.

En lo que respecta a sus monumentos artísticos, Teruel cuenta con su catedral, cuya torre construida antes que la nave del templo, fechada en 1.257, es considerada como una de las principales muestras del arte mudéjar, con ciertas influencias románicas.

La ciudad posee otros edificios también de estilo mudéjar: la iglesia de San Pedro, la de San Martín y la de El Salvador.

Entre los monumentos civiles se cuenta el acueducto y el Palacio Episcopal, del siglo XVI.

De la provincia cabe destacar a Alcañiz, «una antigua ciudad amurallada», cuya primera fundación es atribuída a los celtíberos, pobladores de aquellas tierras.

Los romanos la reedificaron, dándole por nombre, «Ergaviza». Los godos tuvieron en ella Silla Catedral, siendo su primer prelado Pedro, en el año 589.

Los musulmanes la hicieron corte de sus reyes, denominándola Alcañiz. Don Alfonso I, de Aragón, la conquistó en el año 1.120, pero no obstante se perdió poco después pasando a poder nuevamente de los moros.

La volvió a conquistar y reedificar don Ramón Berenguer, último Conde de Barcelona, concediéndole grandes privilegios en el año 1.157. Albarracín, de cuyo nombre la opinión más generalizada, según expone don Francisco Piferrer en su obra «Reinos y Señoríos de España», es que deriva de las voces célticas «Alb», (blanco) y «Ragin» (uva), de modo que Albragín, si se le suaviza la pronunciación, puede quedar formado en Albarracín.

Siguiendo con el citado tratadista este indica que, por una coincidencia bastante particular, por los años de 1.014, poseyó, en aquella comarca, algunos castillos un moro llamado Ebem-Eludzaly-Ben Racyn, con lo cual pretenden algunos que con su nombre, Ben-Racyn, se formó el Albarracín. La población permaneció musulmana hasta fines del siglo XII, en el que el Emir de Valencia hizo donación de ella a don Pedro Ruiz de Zagra, hijo de don Rodrigo, Señor de Estella.

Pero esto no está debidamente documentado y algunos sostienen que dicho caballero la tomó por la fuerza de las armas y echando de ella a los moros, la pobló de cristianos, constituyéndose en señor independiente.

Los reyes don Alonso II, de Aragón y don Alonso VIII, de Castilla, unieron sus fuerzas contra él, por alegar el primero que Albarracín pertenecía a su conquista, y el segundo, que el Señor de Estella se había apoderado de algunas fortalezas que eran suyas.

Don Pedro Ruiz, auxiliado por el rey de Navarra sostuvo su independencia. Y estuvo de acuerdo con ambos reyes en que los moros eran el enemigo común. Se reconcilió, en el año 1.200. En el 1.300, Albarracín obtuvo el título de ciudad por el rey don Jaime II, de Aragón. Gozó de voto en Cortes en los Fueros de Sepúlveda.

Hijar, conocida por los romanos con los nombres de Arse y Yarse, de los cuales se formó, el actual de Hijar.

Monroy, de la cual se ignora en qué época y por quién fue fundada. Consta que el rey don Alfonso I, de Aragón la conquistó en el año 1.169 y que en su conquista se distinguieron notablemente los Caballeros de la Orden de Calatrava.

Calamocha, de cuyo pasado se conserva un puente romano. Su iglesia corresponde al siglo XVIII y conserva un retablo de la Asunción, procedente de un antiguo templo, pobablemente del siglo XVII. Son famosas sus casas de estilo tradicional entre las que sobresalen las de los Angulo, Sáez de Tejada y Romero de Bernabé.

El más bello exponente del arte mudejar de toda España, es posiblemente, la torre de San Martín de Teruel.