Escudo de Las Palmas
Medio partido y cortado: primero de gules un castillo de oro; segundo de plata un león rampante de gules; parte inferior, un castillo de oro aclarado de gules, puesto sobre un campo de sinople, acostado de dos palmeras y dos perros. Bordura de gules con espadas puestas en aspa.
Heráldica Geográfica
Las Armas de Las Palmas
La provincia de Las Palmas, comprende tres islas del archipiélago canario: Gran Canaria, Fuerteventura y Lanzarote. La primera tiene su capitalidad en Las Palmas, la segunda en Puerto del Rosario y la Tercera en Arrecife.
En general, a las islas Canarias se le da, con toda justicia, el nombre de Islas Afortunadas por lo delicioso de su clima. Otros enjuician este calificativo atribuyéndolo a la Mitología, es decir, se basan en la proximidad del archipiélago al mundo antiguo donde se hallaban los Campos Elíseos. También se las denominó con el nombre de Hespérides y aún, con más antigüedad, con el Gorgades.
De todos modos, este nombre de Canarias ha ocupado mucho la atención de los etimologistas, sosteniendo algunos, que se apoyan en Plinio, que se formó del nombre «canis», que significa perro, por los muchos perros de raza muy crecida que en las islas se criaban.
Pero otros, con muchísima más lógica, fundamento y verosimilitud, creen que se les dio el nombre de Canarias, no por lo muchos perros, sino por ser su clima muy benigno y favorable y propicio para las avecillas designadas con el nombre de canarios. Y esta etimología parece más fundada por una simple razón: los perros abundan en todos los lugares del mundo y bajo todos los climas, mientras que los canarios únicamente se crían en ciertos climas y países y en ninguno prosperan mejor que en las Islas Canarias.
Si es este el motivo de llamarse así estas islas, y repetimos que parece ser el más lógico, no parece aventurado señalar que la palabra «canario» deriva de una voz céltica, «can» que -según don Francisco Piferrer- equivale a canto, armonía, melodía, cuya significación cuadra perfectamente al canto del canario. En tiempos de los romanos, las Canarias eran islas independientes y se consideraban como adyacentes al continente africano. Hubo quien contó como correspondiente a las Canarias la isla de Madeira.
Próculo señalaba hasta diez islas, Ptolomeo no más de seis, y Plutarco dos solamente.
Después de la caída del imperio romano, dejó de citarse a las Canarias, de modo que durante la monarquía visigoda reinante en España, fueron totalmente desconocidas para dichos monarcas. No se puede decir lo mismo de los árabes quienes las descubrieron en el año 1.016, según consta del extracto del viaje marítimo que en dicho año hicieron ochenta vecinos de Lisboa, referido por Conde, sobre el cherife El Idris.
Con posterioridad estas islas se vieron sujetas a grandes vicisitudes, sufriendo ataques y dominación de todo tipo de mercaderes y aventureros españoles y franceses, hasta que por los años 1.480, los Reyes Católicos completaron su conquista, agregándolas a la Corona de Castilla, no como colonia, sino como provincia o tierra española.
Con la entrada en servicio del Puerto de la Cruz, a mediados del siglo XIX, las Palmas pasó a beneficiarse de un intenso tráfico trasatlántico que estimuló su vida económica y su crecimiento demográfico.
En los tiempos actuales, el turismo se ha convertido en la principal fuente de ingresos de la isla lo que ha provocado un crecimiento rapidísimo en su economía.
En cuanto a historia de la ciudad de Las Palmas se refiere, parece ser que su núcleo primitivo fue el campamento que ordenó levantar Juan Rejón, encargado por los Reyes Católicos de la conquista de la isla, en el año 1.478. Terminada dicha conquista, se trasladó el obispado a Las Palmas desde Rubicón, (Lanzarote).
Al comienzo del siglo XVI, el antiguo campamento planeado con fines exclusivamente militares se había ido transformándose en un centro urbano relativamente importante. Así, a un lado del llamado Barranco de Guiniaguada se formó el barrio de La Vegueta, habitado por la aristocracia de la isla y al otro lado surgió el de Triana, que estuvo poblado en su mayoría por obreros y pescadores.
En el año 1. 568, el rey Felipe II, creo la Audiencia, pero también estableció en la isla el Tribunal del Santo Oficio, (Inquisición).
Dada su situación estratégica, Las Palmas, siempre fue un puerto sumamente importante en la ruta de los navegantes y mercaderes. A finales del siglo XVI, Las Palmas fue atacada por los piratas ingleses y holandeses, pero fueron rechazados. Durante la segunda mitad del siglo XVIII, la ciudad se estancó en su crecimiento demográfico, contribuyendo a ello la epidemia de fiebre amarilla que se desencadenó en el año 1.838.
Su resurgir se inició a mediados del siglo XIX, cuando en el año 1.883 se amplió el Puerto de la Luz que, en 1.894, doblaba ya en tráfico al de Santa Cruz de Tenerife.
Por todo ello fue muy enconada la rivalidad entre Las Palmas y Santa Cruz, hasta que esta última no consiguió el reconocimiento de capital de provincia lo que se llevó a efecto en el año 1.929.
En lo que a arte se refiere, los monumentos que más pueden destacarse son el castillo de la Luz o de las Isletas, del siglo XVI, y la Catedral, también del XVI, reconstruida en 1.781 y 1.820, que tiene fachada neoclásica.
Para terminar; erraría gravemente quien creyera que el mismo tipo de cultura se dio en todas las islas del archipiélago canario. Debe tenerse en cuenta que durante siglos permanecieron ignoradas unas de otras, sin comunicación entre sí. Por tanto no es igual la forma de vida en Gran Canaria que en Tenerife, existiendo diferencias muy substanciales.
Los primitivos habitantes vivían en una cultura neolítica, como pastores de ganado menor, con una agricultura rudimentaria que faltaba del todo en algunas islas: Gran Canaria, Fuerteventura y Gomera. Poco o nada, se sabe del lenguaje de los antiguos habitantes de estas islas: Según el testimonio de los que lo oyeron, parece ser que difería en cada isla.
El estudio de los escasos restos, nombres de lugares, algunas frases transmitidas por los cronistas, ha establecido que las diferencias eran accidentales y que los dialectos estaban emparentados entre sí y con el habla bereber del Africa vecina.
Pero las diferencias entre isla e isla se extendían a usos y costumbres. Así el trabajo de la madera, piedra y tierra cocida se presentaba más complejo en Gran Canaria, donde aparece un útil de piedra apto para varios usos: madera, entre otros.
Una variadísima cerámica, a menudo pintada y de un acabado que alcanzaba calidad artística. Otro objeto típico de Gran Canaria son las «pintaderas», sellos de arcilla personales con relieves geométricos variados y que quizás se utilizaron también para grabados en el cuerpo.
En lo que respecta al vestido, también en Gran Canaria se producían ciertas diferencias en lo que respecta a las otras islas; al general de «tamargo» o manto de pieles, sólo en Gran Canaria hay que añadir tejidos rudimentarios de junco y de fibras apenas retorcidas.
Y mayor es la diferencia en viviendas que en Gran Canaria solían ser construcciones cuidadas, a veces revestidas interiormente de planchas de madera. Al contrario, en Tenerife y demás islas, sólo la cueva era aprovechada para todo uso.
En lo poco que se conoce de las instituciones, también parecen establecerse diferencias entre las islas orientales y las occidentales. Y en lo que se refiere a las creencias religiosas, las noticias que se tienen son muy confusas y en ninguna isla puede hablarse de que existiera un culto regular a una divinidad concreta. Ahora bien; la momificación de los cadáveres sí que parece evidenciar la creencia en una vida ultraterrena.
La vida económica en las Canarias, durante los siglos pasados, se caracterizó por disponer siempre, además de la producción básica que aseguraba la subsistencia de los isleños, de algún que otro producto de exportación que permitía un decoroso nivel a las clases hacendadas, primero los azúcares, luego los vinos, ya en el siglo XIX la cochinilla y el XX los tomates y los plátanos.
Pero el tema dominante, como ya lo dejamos indicado anteriormente, en la vida pública fue la rivalidad existente entre las ciudades de Santa Cruz y de Las Palmas por la capitalidad de las islas, un concepto nuevo que apasionó a los canarios. En fin, a resultas de la capitulación castrense, Santa Cruz obtuvo también la civil, hasta que en 1.927 se llevó a cabo la división de las dos provincias, hecho que a pesar de las esperanzas en él depositadas, no anulo la rivalidad insular, si bien tuvo efectos estimulantes.
El cartógrafo Juan de la Cosa, dibujó ya en el año 1.500 a las Islas Canarias, con una precisión verdaderamente asombrosa para aquella época.