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Jaén

Escudo de Jaén

Escudo cuartelado: primero y cuarto campo de oro; segundo y tercero campo de gules. Bordura componada de castillos y leones.

Heráldica Geográfica

Las Armas de Jaén

A Jaén se puede llegar por muchas partes, pero para penetrar en Andalucía partiendo de la zona centro de la Península, no queda otro remedio que cruzar el legendario paso de Despeñaperros.

Cuando se atraviesa, el primer pueblo gienense que se encuentra, es Santa Elena. A partir de esta población se entra en unos campos que, en el pasado, fueron escenario de grandes batallas de la historia de España. Las Navas de Tolosa, el inicio del fin de la dominación musulmana. Bailén donde las águilas de Napoleón fueron vencidas por el general Castaños. Y no lejos de este lugar también tuvieron fuertes combates entre romanos y cartagineses y hasta hay quien afirma que las huestes de ambos bandos estaban mandadas nada menos que por el romano Escipión y el cartaginés Almilcar Barca. Y más tarde, allá por el siglo IX, también hubo batallas durante los reinados de Sancho I, Alfonso VIII y Fernando III.

¿Cuál es el origen de Jaén?. Muy incierto, sin duda, todos los datos apuntan a que la primitiva población se llamó «Aungi» o «Auringia», y que fue conquistada por el romano Lucio Escipión durante la II Guerra Púnica, al vencer a los cartagineses que dominaban aquella zona.

De la dominación romana no es mucho lo que se sabe. Como en el resto de la Península, que impusieron su cultura a los pueblos autóctonos, está fuera de toda duda. Al llegar la invasión árabe, fue reducto del muladí Omar ibn Hafsun quien se sublevó, contra la autoridad del califa de Córdoba, en el año 579, y reconquistada por Abd Allah, en el 903. Pero con los reinos de las taifas, Jaén pasó a depender de Sevilla en el año 1.031 y posteriormente de los almorávides en 1.091, que a su vez tuvieron que dejar la ciudad a los almohades en 1.148. El rey cristiano Fernando «el Santo» puso cerco a la población y el nazarí Muhamad ibn al Abmar se vio obligado a cedérsela en el año 1.246, sometiéndose al vasallaje del monarca cristiano.

Los acontecimientos que se desarrollaban en Castilla en la guerra sostenida entre el rey don Pedro I «el Justiciero» y su hermano, el bastardo Enrique de Trastamara, Jaén se puso de parte de este último, lo que aprovechó el musulmán Nuhamad, de Granada, para arrasarla, alegando su calidad de aliado del rey Pedro. Por motivos de odio, parte religioso, parte de ordén económico, al ser los judios los que más riquezas detentaban en la ciudad, en el año 1.391, se desencadenó una matanza de judíos, pereciendo gran número de estos, matanza que tornó a repetirse en 1.473.

Hay que decir que Jaén se convitió en un importante centro de operaciones en la guerra de los cristianos contra el reino musulmán de Granada.

Una vez lograda la unidad española, Jaén, en 1.520, se adhirió al bando de los comuneros.

Jaén, a lo largo del siglo XVI fue una de las quince ciudades castellanas que tuvo representación en las Cortes, convirtiéndose, en lo que al orden industrial se refiere, en un importantísimo centro productor de seda. No obstante, con el reinado de la dinastía de los Austrias, la ciudad entró en una fase de decadencia y parte de la provincia se destinó a la colonización de Sierra Morena que llevó a cabo Olavide a comienzos del año 1.767.

Jaén fue escenario de las ocupaciones de las tropas napoleónicas invasoras de la Península y fue en Bailén donde el poderoso ejército francés, al mando del general Dupont sufrió la derrota, en la batalla de ese nombre por parte de las tropas y paisanos españoles armados que acaudillaba el general Castaños. Concluyendo con la ciudad de Jaén propiamente dicha, cabe decir, que según los datos que recoge el tratadista don Francisco Piferrer, hay quien sostiene (Mendez Silva) que Jaén fue fundada por los túrdulos por los años de 3.411 de la creación del mundo y 550 antes de la humana redención. Pero, la opinión más generalizada es que su nombre, Jaén, viene del árabe Giene.

Como armas, Jaén lleva las de Castilla y León y además siete castillos de oro en campo de gules y siete leones de gules sobre plata.

En lo que a la provincia se refiere, Andújar, primera ciudad fortificada por los cristianos en Andalucía y en la que de la época árabe, aún subsisten algunas murallas.

Esta ciudad fue reconquistada por Alfonso VII, pero posteriormente cayó otra vez en poder de los musulmanes. Fue el rey Fernando quien la tomó definitivamente. Las Ordenes Militares tomaron sus tierras y la población se convirtió en fortaleza militar. A fines del siglo XVIII, Andújar se convirtió en cabeza de partido de la provincia de Jaén. La ciudad pasó por diversas vicisitudes históricas, entre las que destaca la llamada Ordenanza de Andújar, redactada por el duque de Angulema, jefe de las tropas francesas -los cien mil hijos de San Luis-, que llegaron a España en ayuda de Fernando VII y que mandaba a las autoridades militares españolas, efectuar encarcelamientos sin previa autorización de los franceses y mandaba dar la libertad a los jefes políticos y milicianos detenidos. Durante el verano de 1.873 se proclamó el Cantón de Andújar que se disolvió pacíficamente sin más complicaciones.

«Campo de Baeza, soñaré contigo cuando no te vea», cantó el poeta Antonio Machado a esta ciudad gienense. Baeza, la romana «Beatia», fue la capital de uno de los Reinos de Taifas. Fue una plaza por la que árabes y cristianos libraron numerosas batallas en su afán de quedar dueños de ella, hasta que al fin el rey Fernando III quedó como único amo y señor de esta villa. Fue testigo también de las contiendas familiares entre las dos poderosas familias de los Carvajales y los Benavides.

Hablar de Jaén y no citar a Cazorla es prácticamente imposible: se dice que, fundada seis siglos antes de Cristo, con el nombre de «Cataon», los romanos la bautizaron como «Carcesa». Esta fue una de las plazas fuertes que los musulmanes se obstinaron en conservar luchando por ella hasta el último momento en que fue conquistada por don Rodrigo Ximénez de Lara, allá por el año 1.240 y eso tras ocho largos años de lucha en los que ni cristianos ni sarracenos se dieron punto de descanso. Pasados los siglos, la ciudad puede oscon orgullo esa denominación «ciudad» dignidad que le confirieron las Cortes de Cádiz por su comportamiento durante la Guerra de la Independencia.

De sus dos castillos, uno, el moro, conquistado por Abderramán I, se otro, el denominado «de abajo» conserva completo su recinto.

En lo que se refiere a su sierra, la famosa Sierra de Cazorla, sólo puede decirse que es una de las más bellas muestras que la naturaleza ha creado para la contemplación del ojo humano. Abundante en vegetación y agua, constituye un auténtico paraíso ecológico de primera magnitud, con una amplia fauna donde abundan los ciervos, los muflones, las cabras monteses, los gamos, los jabalíes, los corzos, así como una inmensa variedad de aves.

El castillo de los duques de Alburquerque, de origen visigodo, domina la localidad de Huelma. Se trata de otra plaza fuertemente amurallada por los moros que fue conquistada por el marqués de Santillana en 1.436, posteriormente perdida y vuelta a recobrar veinte años después por Francisco Fernández de la Cueva. Enrique IV la erigió en condado y en sus inmediaciones se encuentran abundantes restos arqueológicos.

Linares: la ciudad más importante de la provincia después de la capital. Fue fundada hace miles de años y era, según se afirma, la capital de los oretanos hasta que los cartagineses pusieron su pie en ella. De allí era Himilce, mujer del caudillo cartaginés Aníbal, el hombre que hizo temblar a la Roma Imperial. Ocupada por los romanos, estos la dieron el nombre de «Cástulo». Por estas tierras de Linares, cartagineses y romanos se enfrentaron duramente. Todavía pueden verse varios torreones que se levantan a pesar de los siglos transcurridos.

La romana «Letrana» es hoy Mancha Real, situada dominando un hermoso valle. En su comarca se encuentra Jimena, otro lugar escenario de las batallas entre moros y cristianos. Y Badmar, donde Sancho Ximénez, Comendador de la Orden de Santiago resistió durante cinco años el asedio de los musulmanes hasta que pereció en combate.

La vista se pierde entre los olivares de Martos. Una población también de origen turdulense, «Tucci», fenicia ya que fueron éstos los que introdujeron los olivos en la Península. Más tarde, para los conquistadores romanos fue «Augusta Gemina Tuccitana». Esta ciudad está ligada a un hecho luctuoso: la muerte de los hermanos Juan y Pedro de Carvajal, a los que Fernando IV hizo despeñar por el presunto asesinato de su favorito Juan de Benavides. Los dos hermanos, antes de morir, emplazaron al rey ante el Tribunal de Dios antes de transcurridos treinta días de su ejecución. Y, según dicen las crónicas, esto fue lo que ocurrió y el Monarca murió antes del plazo fijado por sus víctimas.

Porcuna, la romana «Obulco», Valdepeñas de Jaén, Torredonjimeno, de origen ibérico, Segura de la Sierra, cuyos orígenes se remontan a fenicios y griegos, escenario de luchas entre los propios romanos en sus querellas internas. En tiempo musulmán fue capital de un reino de Taifa y una vez reconquistada por los cristianos fue Encomienda de la Orden de Santiago e intervino con mucha eficacia en la conquista del reino de Murcia.

Ubeda, ciudad monumental de palacios, castillos e iglesias. Otra ciudad a la que costó mucho reconquistar por la obstinada defensa que los moros hicieron de ella en su afán de conservarla. Hasta el año 1.234 no fue definitivamente ocupada por el rey Fernando III que obligó a sus defensores a rendirse. Siendo el año 1.468, el también rey Enrique IV le concedió el título de Ciudad.

Y ya, Villacarrillo, que en tiempos fue castillo y plaza fuerte con los nombres de Mingo Prieto y Torremuñopliego y cuyo nombre actual viene del arzobispo de Toledo don Alonso Carrillo. Hoy es una gran población, cabeza de partido.

El famoso cuadro de Casado de Alisal que se conserva en el Museo de Arte Moderno, representa la rendición del frances Dupont ante el general Castaños, al mando de las tropas españolas, tras la derrota francesa en la batalla de Bailen.