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Huesca

Escudo de Huesca

De azur un jinete de plata armado con una lanza puesto sobre un campo de sinople, en el cantón diestro del jefe una mitra de oro, y en punta de plata una inscripción.

Heráldica Geográfica

Las Armas de Huesca

La ciudad de Huesca se encuentra situada en lo que primitivamente fue un poblado de los ilergetes, pertenecientes a los antiguos pueblos iberos.

Durante la dominación romana fue capital de Quinto Sertorio, que murió precisamente en esta ciudad en el año 123 antes de J.C.

Sertorio fue un ilustre general romano que luchó en las Galias y contra los germánicos y, siendo ya tribuno militar, pasó a Hispania bajo Tito Livio. Enfrentado al dictador Sila, muy pronto ganó popularidad entre los naturales del país y con un ejército compuesto de romanos e indígenas, luchó durante ocho años contra Metelo y Pompeyo. Se adueñó de las ciudades celtibéricas y venció a Pompeyo. Se asentó en Osca (así llamada por entonces Huesca) donde creó escuelas para que en ellas se educaran los hijos de los jefes iberos, creó asimismo un senado y magistrados, y llegó a gobernar la mayor parte de la Península. Su idea era independizar, Hispania, de Roma, forjando una nación de la que él sería el caudillo. Algo nada difícil dado su carácter popular que le había hecho sumamente estimado por los pueblos hispanos. Pero un propósito semejante y que habría cambiando el curso de la historia, no pudo llevarse a cabo. Roma, viendo que no podía vencerlo militarmente, apeló a la traición mediante el soborno del lugarteniente de Sertorio, Perpena que lo asesinó alevosamente.

Del dominio romano Huesca atravesó las mismas o parecidas vicisitudes durante el reinado de los reyes visigodos. Conquistada por los invasores musulmanes, estos le dieron un nuevo nombre, el de Washka, convirtiéndola en plaza fuerte de la frontera. Vino un período en el cual los gobernadores musulmanes sostuvieron frecuentes litigios entre ellos, llegando algunos hasta a hacerse independientes del Califato de Córdoba.

Huesca siempre fue un punto clave para resistir los ataques de los francos y los de las huestes cristianas, ya empeñadas en la Reconquista, hasta que Pedro I de Aragón la ocupó definitivamente, expulsando a los musulmanes, después de vencer en la batalla de Alcaraz a las fuerzas del reino taifa de Zaragoza.

La conquista de Huesca pronto tuvo resultados: casi de inmediato los cristianos tomaron Barbastro. Los reyes de Aragón celebraron varias veces Cortes en Huesca y el monarca, don Pedro «el Ceremonioso», concedió autorización para que se fundara una Universidad.

La tolerancia imperó en aquella época lo que redundó en beneficio de la ciudad que conoció un rápido progreso al acoger a un buen número de musulmanes muy hábiles artesanos y agricultores, así como a comerciantes judíos, francos y catalanes.

La expulsión de los judíos decretada en 1.492 por los Reyes Católicos propinó un duro golpe a la ciudad, ya que la misma repercutió grandemente en su industria y comercio. Pero, para completar su decadencia, vino después la dispersión de los moriscos durante el siglo XVI, lo que repercutió hondamente en su agricultura. Con estas dos expulsiones, Huesca inició un período de decadencia. Durante la guerra de la Independencia, Huesca fue el centro de las operaciones del guerrillero oscense Felipe Perena. La ciudad fue también escenario de las convulsiones motivadas por las guerras carlistas y así, en el año 1.837, el pretendiente don Carlos María Isidro ocupó la población, después de que sus tropas vencieran al general liberal Iribarren.

Esta es la historia de Huesca brevemente relatada. Pero Huesca, aparte de todo lo anterior, es también tema muy interesante por otros motivos que nada tienen que ver con guerras ni revoluciones.

De su pasado se conservan numerosos monumentos de gran valor artístico: Así, su catedral, de estilo gótico, construida entre 1.275 y 1.525, sobre una antigua mezquita. En su Museo Diocesano se conservan retablos, imágenes y bellísimas obras de orfebrería y arquetas románicas del siglo XII. En el casco antiguo de la ciudad se levanta la iglesia románica de San Pedro el Viejo, que data del siglo XII. En la capilla de San Bartolomé de esta iglesia se encuentran los sepulcros de Alfonso I «el Batallador» y el de su hermano Ramiro II «el Monje». A este rey va unida la conocida tradición de «La campana de Huesca», harto conocida para extendernos aquí en ella. Por cierto: la sala denominada de la Campana de Huesca todavía se conserva en el Museo Arqueológico Municipal, construido en el Palacio Real en tiempos del rey Alfonso II sobre la zuda musulmana.

En lo que se refiere a la provincia, habría que comenzar por Barbastro:

Consta que, esta localidad, fue uno de los poblados más importantes de los ilergetes. Sobre su nombre, reina la confusión; unos dicen que se llamó Bergidun, otros que corresponde a una ciudad llamada Barbusia y hay quien pretende que fue fundada por el caudillo cartaginés Almilcar Barca con el nombre de Akra-Keuke, y no falta quien atañe su fundación a algún Barón con barba, por ostentar en su escudo cabezas humanas con barbas y de ahí su nombre de Barbastro.

En concreto nada se puede garantizar sobre el nombre de esta población. La opinión del conocido autor don Francisco Piferrer es que Barbastro fue fundada por los celtas, y se basa para ello en tres radicales celtas que significan, (territorio rodeado de barreras naturales,»Bar»; un monte, que sirve de base, «bas»; a una fortaleza o torre, «tor»). Todas las anteriores circunstancias concurren en este lugar para denominarlo Barbastro. Por tanto, el citado autor cree que el primitivo nombre de esta ciudad fue Barbastor, modificado después ligeramente por los diversos pueblos que fueron dominando España.

Benavarre, del que se calcula tuvo orígenes muy remotos y de los que no ha sido posible fijar una fecha más o menos aproximada. De su nombre; para algunos fue Bargusia, y para otros autores, Bergidun, pero esto no pasa de conjeturas y, además, no muy sólidas. Lo cierto es que nada concreto y garantizado puede decirse sobre el primitivo nombre de esta antiquísima población. Al conquistarla los musulmanes, fue su primer alcaide el llamado Ben-Abar, nombre que con el tiempo dió lugar al Benavarre actual. Con la Reconquista fue capital del país de Ribagorza, fijando en ella su asiento muchos caballeros cristianos que se habían distinguido en las batallas contra los moros, siendo los progenitores de muy distinguidos linajes como los Aguirre, Calasanz, Gilvilanova, Gallart, entre otros. De esta villa y lugar de Benavarre han procedido muchas y esclarecidas familias nobles. Boltaña, al igual que Benavarre, de una antiguedad muy remota de la que nada puede decirse del que pudo ser su nombre primitivo. Existen vestigios de dicha antiguedad; entre ellos, numerosos sepulcros de piedra

con esqueletos perfectamente conservados, con la particularidad de que todos tienen el rostro vuelto hacia oriente según la costumbre de los pueblos orientales. Para el autor antes mencionado, Piferrer, este nombre, Boltaña, es de origen celta y significa «hermoso país». A pesar de que en este lugar se encuentran numerosos vestigios de la época romana, es muy curioso que ninguno de los historiadores de esa nacionalidad de aquel tiempo, la mencionan para nada. Solamente a partir de la dominación mora es cuando se empieza a nombrar esta villa.

Fraga, población de la cual se desconocen sus orígenes. Encontramos las primeras noticias de esta villa en época romana, ignorándose por tanto, la fecha de su fundación y quiénes fueron sus primeros pobladores. La versión que otorga el nombre de Fraga a la fragosidad de su territorio no merece excesivo crédito, ni tampoco aquella sostenida por algunos autores de que Fraga proviene de la denominación latina Gallia Flavia con que fue designada por los romanos. Su origen continúa siendo desconocido y todo lo más que puede hacerse a este respecto son conjeturas poco avaladas por la garantía de unos datos fidedignos.

Jaca; Aquí, en esta ciudad, es donde parece haberse desbordado la imaginación y fantasía de algunos autores que conducen a rasgos mitólogicos atribuyéndo su fundación a Osiris, llamado por otros Dionisio Baco. La realidad es que se desconoce la fecha de su fundación y quiénes fueron sus primeros moradores. Lo único que el nombre parece revelar, es que fue una de las primeras poblaciones fundadas en España por sus primitivos habitantes. Jaca, o quizás Iaca, con que se la conoció antes, ofrece dos radicales primitivas orientales y así lo hace notar don Francisco Piferrer, «Ia», que significa el Sol y «Ca», lugar, o sea que podría traducirse como «lugar del Sol».

Esta ciudad fue cuna del reino de Aragón. Ya en ella se eligió su primer rey, como lo proclama el lema que ostenta como divisa en sus blasones: En letras de oro dice: «Vos qui primun me elegisti in regnum Aragonium». En esta ciudad fue donde dictó sus primeras leyes Galindo, que fue su segundo conde, hijo de Zanar Galindo. El título de Ciudad lo debe al Rey don Ramiro I.

Enterramiento de Ramiro Il «el Monje», famoso por la leyenda de la famosísima «campana de Huesca», que con su hermano Alfonso I «el Batallador» reposa en la iglesia de San Pedro el Viejo.