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Guipuzcoa

Escudo de Guipúzcoa

Escudo medio partido y cortado: primero, de gules, con la efigie de un rey, que lleva una espada en su mano diestra, de azur, sentado en un trono con el respaldo de oro, y segundo doce cañones de oro puestos en tres palos; segunda partición, en oro, un campo de sinople puesto sobre aguas de azur y sumado de tres árboles también de sinople.

Heráldica Geográfica

Las Armas de Guipúzcoa

Entendemos que la referencia a Guipúzcoa, debe comenzar por su capital, San Sebastián, o Donosti, que ambas denominaciones pueden utilizarse. Quede como dato de interés, que sus habitantes son denominados como donostiarras y no como sansebastinianos.

Como primera noticia de esta ciudad se tiene la que aparece en el año 1.014, en un diploma del rey Sancho III «el Mayor» por el cual dicho monarca hace donación de la población al Monasterio de Leyre. Años más tarde, otro rey, Sancho IV le concedió un Fuero, guiado por la intención de impulsar el crecimiento de la población. Fuero que confirmó Alfonso VIII en el año 1.200. Los guipuzcoanos basaron, en aquellas épocas, su riqueza y economía en la pesca, sobre todo de la ballena y el bacalao. Tampoco estuvieron ajenos a la gesta de la Reconquista y no fueron pocos los que colaboraron en la conquista de Sevilla. En el siglo XVI, una espantosa peste se abatió sobre la ciudad, diezmándola en gran medida y por si la desdicha fuera poca, su actividad comercial sufrió un rudo golpe al verse privada de su comercio con América ya que este tráfico marítimo pasó en exclusiva, primero a Sevilla y posteriormente a Cádiz.

San Sebastián fue el escenario de unas bodas reales, ya que allí se celebró el enlace matrimonial entre el rey Luis XIV de Francia y la infanta española María Teresa de Austria, hija del rey Felipe IV.

El título de ciudad lo recibió en el año 1.662. Languidecido su comercio y muy quebrantada su economía, la fundación de la Real Guipuzcoana de Caracas constituyó un fuerte impulso para su recuperación económica ya que esta compañía consiguió el monopolio de la importación de cacao de los puertos venezolanos. Las guerras ocasionaron nuevas desgracias para la ciudad, haciéndola caer en la decadencia, sobre todo en el período de la ocupación francesa que duró desde el año 1.794 al 95 y volvió a caer en poder de las tropas napoleónicas en 1.808. En 1.813 fue recuperada, pero tuvo que sufrir numerosas destrucciones y ser víctima del saqueo. Todavía no se había repuesto cuando las guerras carlistas tornaron a producir su nefasto efecto sobre la población, que se vio fuertemente afectada por el conflicto dinástico entre los Borbones españoles. Su creciente prosperidad se inició en el siglo XIX, pasadas aquellas guerras, convertida la ciudad en un centro turístico y de veraneo de primer orden.

Hablemos ahora de los pobladores del país vascongado, Euzkadi, como se conoce el territorio habitado por los vascos, descendientes de los vascones.

Sobre estos, las primeras informaciones que se conocen son un tanto confusas y proceden de la época romana. Es altamente difícil poder precisar su origen, se sabe que habitaron principalmente entre el Gállego y el Ega y que llegaron en un momento dado a La Rioja, Bajo Jalón y norte de la actual provincia de Zaragoza.

Los pueblos ibéricos más próximos fueron los Várdulos y los Ilergetes.

Lo que sí está comprobado es que su lengua, la vasca, es uno de los idiomas más antiguos de la Humanidad y que, con exactitud, no se puede precisar su origen.

Debido al aislamiento durante el que vivieron durante mucho tiempo, los vascos constituyen el pueblo mejor diferenciado de la Península Ibérica. Dicho aislamiento contribuyó a la existencia de la endogamia, causa, a su vez, de ciertas peculiaridades que no se encuentran en los otros pueblos que poblaron la Península. Su folklore es sumamente rico y se distingue perfectamente de todos los demás inherentes en la Península. Conserva antiguas creencias y ritos anteriores al cristianismo y en sus danzas, antiquísimas, se dan características particulares.

Con la dominación romana, vasconia conoció el desarrollo de las comunicaciones y el establecimiento de núcleos urbanos de cierta importancia. Pero lo cierto es que nunca las legiones del Imperio consiguieron dominar toda la amplia zona, defendida tenaz y bravamente por los pueblos vascones. En contraste con otras regiones de la Península, aquella parte de la misma fue la que menos pudo romanizarse.

Con posterioridad, ni a los visigodos ni a los francos les fueron concedidas facilidades para su asentamiento en Euzkadi. Los vascones les presentaron la misma y feroz resistencia que a sus antecesores romanos. Los musulmanes consiguieron algunos asentamientos, pero tampoco pudieron establecer un dominio absoluto sobre la totalidad de la zona.

En los siglos VIII y IX, merced a la acción de algunos monasterios, el cristianismo se fue introduciendo en Vasconia. Progresivamente, los vascos fueron colaborando con los castellanos en la Reconquista, pero conservando siempre sus peculiaridades.

A partir del siglo XI tuvo lugar un aumento demográfico que ocasionó el establecimiento de nuevas poblaciones.

Pero, sobre todo en Guipúzcoa, una peste negra (1.348-49) la azotó, diezmando su población. La pesca constituyó una base muy importante para el crecimiento guipuzcoano. No sólo se dedicaron a la captura de la ballena y el bacalao, sino que construyeron naves que transportaban vino a Inglaterra, regresaban con paños ingleses y llevaban la lana de Castilla a los países del Norte de Europa. Fue una enorme pujanza naviera que fructificó en las Hermandades establecidas por vascos y santanderinos.

Guipúzcoa, como el resto del país vasco estaba, durante la alta Edad Media, totalmente ruralizada e inmersa en un régimen feudal en el que la aparición de las nuevas Villas introdujo un elemento renovador con cierto aire de libertad y actividades distintas a las agropecuarias. Los privilegios fiscales no fueron bien aceptados por los señores feudales que incrementaron su presión sobre el campesinado, recrudeciendo el régimen señorial y tratando de someter a su dominio a los hombres libres. Los despojados se unieron formando hermandades que apoyadas por el poder real, consiguieron, a finales del siglo XV recuperar parte de lo usurpado por los señores feudales. De ahí partió la emancipación del campesino vasco.

Con el descubrimiento de América se inició una nueva etapa y Guipúzcoa comenzó a iniciar una época de prosperidad.

Las guerras carlistas colocaron a Guipúzcoa y en general a todo el País Vasco en una situación muy comprometida, dada la división existente entre sus pobladores ya que en tanto aquellos que no sólo habían creado una pujante industria vasca se mostraban partidarios de los liberales, los campesinos, y la verdad es que no se sabe bien por qué desconocida razón, se colocaban, por lo general, al lado del pretendiente don Carlos.

Finalizadas estas contiendas las Vascongadas continuaron su creciente auge industrial con la creación, entre otras actividades, de una pujante industria naval.

Ahora bien, en lo que concierne a Guipúzcoa, fue la zona de la pequeña y mediana empresa muy especializada. Una notable industria ligera de tranformación y bienes de consumo.

En la provincia cabe destacar a Azcoitia, una villa que primitivamente se llamó San Martín de Azcoitia de Irautgui, por su cercanía a la ermita de esta advocación. Azpeitia, la cuna de San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, cuyo santuario es el foco espiritual de la provincia. Beasain; antes de unirse a Villafranca de Ordizia, este Municipio se llamaba Parroquia de Beasain. Dicha unión se llevó a efecto en el año 1.399 y se separó cuando en 1.615 obtuvo la merced de Villa de por sí. Se trata de un gran centro industrial del ramo de la metalurgia y fabricación de material ferroviario. Tolosa, con una industria papelera que es la más fuerte de España. Fue la capital foral de Guipúzcoa durante algunos años, en el siglo XIX y en sus límites tuvo lugar la batalla de Bedotivar. Vergara, cuya primera cita histórica se encuentra en el año 1.160. Su elevación a Villa se llevó a efecto en el año 1.268 por un privilegio concedido por Alfonso «el Sabio». Cabe destacar el Real Seminario de Nobles fundado en el último tercio del siglo XVIII por la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País. La fama de esta ciudad le viene por que en ella se llevó a cabo el célebre, abrazo de Vergara, entre el general liberal Espartero y el carlista Maroto, que dio fin a aquella serie de guerras civiles ocasionadas por la cuestión dinástica.

Para terminar, juzgamos de interés resaltar que en Guipúzcoa se encuentran sumamente desarrollados los juegos en base al ejercicio físico: la pelota vasca, en sus distintas variantes, los bolos, el levantamiento de grandes piedras, el corte de troncos mediante el hacha, el «sokatira», en el que dos equipos tiran en dirección contraria de una soga; los desafíos en las tareas agrícolas y entre comedores y bebedores. Es lástima que otros juegos muy peculiares guipuzcoanos tales como «perratxe» una especie de golf y el «anibate», semejante al criquet, hayan desaparecido prácticamente.

Se trata de un pueblo de acusadas características que se refleja hasta en sus edificaciones -la casa vasca tiene sus propias particularidades- pero aún quedan huellas de estas características, como el uso de carros pesados y de ejes chirriantes, uncidos los bueyes de arrastre por los yugos «uztarri» y la pesada azada de dos puntas «laya».

Sobre las danzas, a las que nos hemos referido con anterioridad, son asimismo muy típicas de esta hermosa región, y se llevan a cabo al son del tamboril y el «txistú». Otra característica cultural de este pueblo es la existencia de los famosos «versolaris» o «bertsolaris», auténticos bardos dedicados a la narrativa popular que se encargan de que las viejas tradiciones del pueblo vascongado no caigan en el pozo del olvido.

Por este aniquísimo documento el rey Sancho III «el Mayor» cedió al monasterio de Leyre San Sebastián, la actual capital guipuzcoana entonces apenas un villorrio y hoy la más o una de las mas bellas poblaciones españolas y pujante foco industrial.