Borja
No existe título que no haya ostentado la casa de Borja, desde duques hasta príncipes, pasando por grandes Capitanes, Obispos, Cardenales y Papas. Todos los honores han resplandecido en este linaje. Ya en tiempos del rey don Jaime I, de Aragón, ocho caballeros llamados Borja le acompañaron en sus empresas militares.
El progenitor de la familia fue don Pedro de Atares, nieto del rey don Ramiro I, dueño y señor de la villa de Borja. Su nieto, Alonso de Borja, llegó hasta el solio pontificio, con el nombre de Calixto III, natural de Játiva, Valencia, hijo de don Domingo de Borja y doña Francisca, su mujer. Y luego fue don Rodrigo de Borja: español, de Játiva también, fue Pontífice con el nombre de Alejandro VI. Pero la casa de Borja precisaba todavía de más esplendor.
Tuvo que nacer César Borja, a quien los italianos desfiguraron el apellido convirtiéndolo en Borgia. Pocos personajes se encuentran en la historia, cuya vida fuera más apasionante.
Y es imposible dejar de citar a, su hermana, Lucrecia Borja, de quien tantas y tantas mentiras y calumnias difundieron los enemigos de esta familia, italianos todos que la odiaban por un solo hecho: ser española y, como era lógico, favorecer a cuantos españoles llegaban a tierras italianas. La leyenda más negra se ha cebado en los Borjas españoles. Es igual, se diga lo que se diga, nadie podrá quitarles su gloria.
Y aún nos queda otro, y este sí que alcanzó todavía mayor altura, dado que fue Santo: Francisco de Borja, Duque de Gandía, aquél que se retiró de las glorias terrenas con su célebre frase: «No más servir a señores que en gusanos se conviertan». Don Pedro Luis de Borja, fue el último maestre de la Orden Militar de Montesa, Comendador de Calatrava, Gobernador de Orán, Virrey de Cataluña y primer Marqués de Novares.
ARMAS:
Escudo de oro y un toro de gules. Bordura de sinople y ocho brezos de oro.