Escudo de Alicante
En campo de gules, un castillo de oro sobre un montículo de sable puesto sobre ondas de azur y plata, surmontado de un losange de oro con cuatro palos de gules, acostado de dos letras contrapuestas, de oro.
Heráldica Geográfica.
Las armas de Alicante
Para establecer los orígenes de esta ciudad mediterránea, hemos recurrido a diversos textos. He aquí, las explicaciones que sobre la población alicantina facilita el conocido tratadista don Francisco Piferrer en su obra «Reinos y Señoríos de España»:
Atribúyese la fundación de esta ciudad a Tubal, que le dio el nombre de «Autolia», o «Alcantin». Brigo IV, rey de España hizo fortificar su puerto por lo que algunos lo creen su fundador. Después de arruinarla, la fortificaron los griegos fenicios, 549 años antes del nacimiento del Señor, cuando vinieron los pueblos «Licios» o «Ilicios» que la nombraron «Alone» es decir «Plaza de Sal»; si bien algunos autores pretenden que se llamo «Ilice». Fue colonia de los romanos, en cuyo tiempo fue nombrada como «Lucentia», «Lucentes», «Lucentun» y otros análogos, todos derivados con mayor o menor alteración de las voces orientales «Al cant» que significa «Fuerte y elevada ciudad» denominación que conviene perfectamente a la topografía de Alicante.
En cuanto a este nombre, Alicante, han creído ver algunos que es árabe; pero los árabes no hicieron más que alterar el nombre «Lucentun» de un modo adecuado al genio de su idioma, mudando «lu» en «Al», y «cent» en «Cant» y prescindiendo de la terminación latina «um», dijeron Al-cant modificado en Al-lecant, Al-lacant, etc. de cuyas variantes se ha formado fácilmente Alicante.
De modo que los árabes modificaron en parte la etimología de este nombre, tan alterada y corrompida por los latinos, debiendo, por tanto, considerarse como derivado del nombre primitivo «Alcantin», que dio a esta ciudad Tubal, su primer fundador.
Un segundo texto consultado nos dice lo siguiente: «La historia nos señala que Alicante es de origen griego y que los romanos la llamaron «Lucentum». Durante la dominación sarracena, la provincia de Alicante fue escenario de sangrientas discordias, promovidas sobre todo por la insurrección de los valles de valencia, Murcia y Denia. A principios del siglo toda la provincia pertenecía a los musulmanes formando parte de la de Valencia.
Después de la muerte de Almanzor, el valí de Alicante se proclamó Rey independiente y lo propio hizo el de Denia, que llegó a constituir un Estado relativamente poderoso. En los comienzos del siglo XIII, don Jaime I, de Aragón, y el Rey de Castilla se la arrebataron a los moros y se agregó a Valencia formando parte de la monarquía aragonesa en 1.305.
Al decretarse la expulsión de los moriscos en 1.609, los de Alicante se sublevaron y fueron exterminados y por esta causa buena parte de la provincia quedó despoblada, hasta que gentes de Mallorca, Cataluña, Castilla y Génova vinieron a compensar de algún modo, el quebranto ocasionado con tan desacertada decisión.» («Rutas de España». Publicaciones Españolas,1965.)
Y ahora, teniendo en cuenta las dos anteriores versiones, seremos nosotros quien establezcamos nuestra información al respecto, después de la consulta, naturalmente, de otros y variados documentos inherentes a Alicante y su provincia. En efecto, los anteriores datos parecen absolutamente correctos,excepto atribuirle su fundación a Tubal,algo que no está suficientemente probado.
Probablemente, su origen se basa en un poblado ibérico que existió en el Tossal de Manises, con una necrópolis (Albifereta) situado al norte de la ciudad actual.
Que su primitivo nombre romano fue el de Lucentum también parece debidamente acertado y es probablemente un derivado del griego Leuké. Tras las guerras púnicas, toda esta religión de la península pasó a poder de Roma, con lo que finalizó la época cartaginesa.
Al producirse la invasión musulmana, Alicante fue una de las ciudades que el visigodo Teodomiro cedió a Abd al-aziz Nussa.
Alicante se convirtió en manzana de la discordia entre castellanos y Catalo aragoneses, hasta que en 1.184, el Papa, a quien se le pidió un arbitraje, la otorgó a Castilla. Alonso X procedió a ocupar la ciudad en el año 1.258, pero no tardó en perderla poco después y fue el Rey Jaime I, quien la reconquistó para Castilla en cumplimiento de lo convenido.
Los tiempos eran levantiscos y por tanto, cuando se produjo el enfrentamiento entre Sancho IV y los infantes de la Cerda, el Rey Jaime II aprovechó las circunstancias para ocupar no sólo Alicante, sino casi todo el Reino de Murcia.
Por el Tratado de Tarazona, en el año 1.304, el monarca cataloaragonés devolvió a Castilla la mayor parte de lo que había conquistado, excepto la zona Norte en la que quedaba incluida la ciudad de Alicante.
El Rey don Pedro I de Castilla, en lucha contra el aragonés don Pedro «el Ceremonioso», trató varias veces de ocuparla, sin conseguirlo.
No hacia falta que las luchas se produjeran entre dos Reyes. Alicante conoció la famosa revuelta de las Germanías, que fue duramente reprimida.
En el siglo XVI, los continuos ataques de los piratas berberiscos a las costas alicantinas hizo que se fortificara fuertemente la ciudad, sobre todo en su parte costera.
Llegamos al hecho que antes quedó reseñado y que, en efecto, constituyó un durísimo golpe para el desarrollo y el crecimiento de Alicante, y su provincia, una medida que a juicio imparcial fue de lo más desacertada que cabe imaginar: la expulsión de los moriscos, verdaderos artesanos, sobre todo en los cultivos agrícolas.
Con la citada expulsión, el campo quedó abandonado, rompiéndose el período de expansión económica. Iniciada su decadencia, Alicante tuvo que sufrir una epidemia de peste negra (1.646), con lo que su situación se agravó todavía más.
Durante la guerra de Sucesión, Alicante fue teatro de batalla entre los dos bandos, aunque permaneció fiel a Felipe V; pero las batallas produjeron numerosos destrozos, lo que perjudicó a su puerto y disminuyó su población. No obstante, pasados algunos años, fue recuperándose paulatinamente y en el año 1.778 se le concedió el privilegio de comerciar con América.
En 1.804 se abatió sobre la población otra epidemia, esta vez de fiebre amarilla que produjo numerosos víctimas. Esta causa fue la que motivó una nueva decadencia económica, que se agudizó bajo el reinado de Fernando VI, periodo que se agravó por otra epidemia, ahora de cólera.
Felizmente, en el Siglo XIX, pasadas las convulsiones del alzamiento contra el Gobierno del general Isturiz y los efectos de una nueva epidemia de cólera, Alicante fue recuperándose y su economia entró en un periodo de franco crecimiento mediante la construcción del ferrocarril Madrid-Cádiz.
Denia, que debe su fundación a los griegos quienes la denominaron «Diana» o «Artemisa», ya que según cuenta la tradición, sus fundadores la consagraron a dicha diosa, levantando un templo en su honor.
Durante la dominación romana llegó al apogeo de su grandeza. Su poblaclon fue muy numerosa y su nombre adquirió una gran celebridad durante las guerras de Sertorio.
Los árabes la conquistaron en el año 715 y fue refugio del Rey moro de Valencia hasta que Jaime I la reconquistó, en el año 1.208.
Jávea, fundada por los árabes que la llamaron «Javega», nombre derivado de cierta red para pescar que gastaban sus naturales, que con el tiempo quedó convertido en la actual Jávea. Don Alonso de Aragón, primer Duque de Gandía, la hizo villa en el año 1.388.
Ibi, en medio de una gran llanura, en la falda del pequeño monte del Carrascal o Santa Lucía, así llamado por haber en su cumbre una ermita de esta Santa; Calpe, con sus murales que recuerdan su pasado griego, romano y árabe. Frente al mar y dando vista al Peñón de Ifach; Guadalest, uno de los pueblos más pintorescos de la comarca alicantina, antigua fortaleza árabe.
Benidorm: de su antiguedad parece comprobado que se trata de la antiquísima «Planesia» pueblo que moraron los Pelendones (antiguo pueblo ibero cuya denominación proviene del griego «Belosentos», esto es, «hombres que no temen a los dardos ni a las fechas».
Villajoyosa, ciudad muy antigua, que ya existía antes de la llegada de los fenicios y en tiempos estuvo rodeada de altísimas murallas con iglesia-fortaleza y su típico barrio acostado en ella.
Alcoy, villa fundada por los árabes quienes le dieron su actual nombre, en memoria, según algunos autores, de otra de la misma denominación que había en su tierra.
La conquistó el Rey don Jaime I, de Aragón, en el año 1.253, mandándola poblar de familias cristianas y cerca de altos torreones y muros. Famosa por sus fiestas de «Moros y Cristianos», que rememoran el siglo XIII.
Concentanina, de quien se dice que fue fundada 1.330 años antes del nacimiento de Cristo, llamándola «Costentanea» y que fue una ciudad muy importante en tiempos de los romanos. Y no muy lejos, Pego, el último baluarte de los moriscos antes de ser definitivamente vencidos y expulsados de España.
Elche, fundada por lo griegos, 333 años antes de J.C. a la que llamaron «Ilici», en memoria de «Ilicia» una región de su país de origen. Pasados los cartagineses, la dominación romana que la engrandecieron, Augusto la erigió en colonia de derecho itálico.
Monovar, de quien se desconoce la época de su fundación, aunque se la cree ciudad muy antigua fundada por los fenicios. Las noticias que de esta villa nos dan los historiadores no van más allá del año 1.318, en la que consta que se hallaba poblada de moros.
Para terminar, no está de más citar a la isla de Tabarca. Una pequeña extensión de terreno que en un principio se denominó de «San Pablo» luego se la denominó de Santapola por la proximidad al pueblo, más tarde la «isla Plana» y finalmente Tabarca. Tabarca dicen los viejas crónicas, fue una isla poblada por genoveses, que fue tomada por los moros reduciendo a sus habitantes a cruel esclavitud.
Más tarde pasó a poder de los tunecinos y argelinos hasta que el rey don Carlos III redimió a sus habitantes el año 1.768, en el que se firmó el Tratado con el Bajanato de Argel que devolvía esta isla a dominio español.