La estirpe de la Casa Iglesias
Su origen, historia y hechos
No existen muchos datos sobre el origen de este apellido, al que se supone muy antiguo, en un lejano pasado que llega hasta el tiempo de los godos.
Se considera como progenitor del linaje a don Alvar de Iglesias o de la Iglesia, un esforzado guerrero que allá por los años 725, cuando el invicto don Pelayo reconquistó la ciudad de León, se hizo fuerte ante el ataque de los moros en una iglesia o ermita, posteriormente llamada San Pedro de Cavatuenta y con sólo ciento cincuenta hombres aguantó las embestidas de más de cinco mil enemigos, defendiéndola con tal ardor, que dio muerte a más de dos mil moros.
En memoria de dicha hazaña, hizo a la iglesia cabeza de las demás que en el término había, la cual con el tiempo recayó bajo la casa y patrimonio de los Marqueses de Total. Así lo afirman don Miguel de Salazar, capellán de honor y Rey de Armas del rey don Fernando IV, al igual que don Juan de Mendoza, en sus respectivos «Nobiliarios» y también lo hace don Jorge de Montemayor en su «Sumaria Investigación de Linajes Nobles del Reino de Galicia».
Por su parte, Salazar tiene una versión distinta. Dice que eran pecheros en el lugar de Salceda, en el concejo del Valle de Poblaciones, del partido judicial de Cabuérniga, en la provincia de Cantabria. Sí que es muy cierto, que en esta provincia hubo otras casas de Iglesias en el lugar de Valles, del Ayuntamiento de Reocín y partido judicial de Torrelavega: en Santillana y en San Vicente de la Barquera, en la Merindad de Trasmiera y en la ciudad de Santander.
Otras casas de este linaje Iglesias radicaron en la montaña de León, otras las hubo en Galicia, en el Valle de Canagás y en la feligresía de Santa Eulalia de Trugulfe, partido judicial de Mondoñedo, (Lugo), y otra en la villa de Torreiglesias, del partido judicial de Segovia y, finalmente, otra en Carrascosa de Arriba, del partido judicial de Burgo de Osma (Soria).
El apellido Iglesias, tras extenderse por los lugares anteriormente citados, pasó el Nuevo Mundo, donde ya se encontró presente desde los primeros momentos de su conquista y colonización.
En noviembre de 1.524, Rodrigo Galván de Bastidas, capituló con los reyes la exploración y conquista de las nuevas tierras.
Por aquellas fechas resultaba muy difícil encontrar navíos en Cuba, por habérselos llevado todos don Hernán Cortés para emprender la conquista de Méjico.
No obstante, Bastidas, consiguió algunos barcos, no en muy buenas condiciones y con doscientos cuarenta hombres desembarcó en las costas de Venezuela.
En este grupo de conquistadores iba Diego de Iglesias Gajarte, de quien se ignora el lugar de su nacimiento, primero de los de este apellido que pasaron a América.
Entre los hombres de Bastidas comenzó a cundir el descontento al no encontrar el oro que se les había prometido, y en su lugar las penalidades se cebaron en ellos, teniendo que resistir un clima al que no estaban acostumbrados, las fiebres y los ataques de los indígenas, los feroces caribes.
El teniente de Bastidas, Pedro de Villafuerte encabezó una rebelión y cuando el jefe de la expedición, quiso imponerse, recibió una puñalada por parte de su subordinado, quedando malherido, y si no fue rematado por el enfurecido Villafuerte fue gracias a la intervención de Diego Iglesias que consiguió salvarle la vida y haciéndole embarcar en uno de los navíos lo envió de regreso a Santo Domingo.
En Venezuela quedaron los demás hasta la llegada de Pedro de Heredia que como sucesor de Bastidas, venía a hacerse cargo del mando, pero Rodrigo Alvarez Palomino, que se había hecho dueño de la situación, se negó a reconocerlo como su jefe, con lo que de nuevo estalló la querella entre los españoles.
Se tiene noticia de que Diego Iglesias se puso de parte del recién llegado, acatando su nombramiento de Adelantado y lo hizo con mucho juicio, porque en la pelea, resultó derrotado Alvarez Palomino que al intentar huir, cayó en un río donde pereció ahogado.
A partir de este momento, se pierde la pista de Diego de Iglesias.
No poseemos antecedentes de qué pudo ser de él, si murió en combate contra los indios, si de fiebres, de muerte natural o, por el contrario, vivió para establecerse en las nuevas tierras.
De todos modos, si no fue él, otros de este apellido se encargaron de que la descendencia española en el Nuevo Mundo quedara asegurada.
En Méjico floreció en el siglo XIX, un célebre político, don José María Iglesias, que fue ministro en el gobierno de Benito Juárez cuando este luchaba para expulsar a los franceses de su patria, que, por orden del emperador Napoleón III, trataban de imponer una monarquía hereditaria en Méjico, en la persona del archiduque austríaco Maximiliano.
En Perú también hubo otra rama del apellido Iglesias y de ella puede destacarse a Miguel Iglesias, senador, que fue presidente provisional de aquella república y al que un golpe militar derrocó, lo que le obligó a exiliarse.
También en Costa Rica hubo otra línea de este apellido, Rafael Iglesias y Castro fue un político costarricense que después de ocupar las carteras de los Ministerios de Guerra y, posteriormente, de Hacienda, fue elegido Presidente de aquel país.
Pero en la historia de este linaje aparece un apellido compuesto: Fernández Iglesias. Lo fue desde muy antiguo, pero ni consta la fecha en que sucedió, ni las causas que lo motivaron. Posiblemente fue debido a algún entronque matrimonial. Hay que decir que esta familia de los Fernández Iglesias utiliza un escudo con armas muy parecidas a las del linaje Iglesias, pero lo hace en partido, añadiendo en un cuartel otras armas.
Como armas, el linaje Iglesias trae: De gules, con una iglesia de plata y a la puerta un hombre armado con una alabarda con la cuchilla de plata y el asta de oro. Bordura de azur con esta leyenda en oro: «A pesar de todo, venceremos a los moros».