González

La estirpe de la Casa González

Su origen, historia y hechos

Este apellido es patronímico y se deriva del nombre propio Gonzalo, muy común durante toda la Edad Media. Este tipo de apellidos tiene la característica que los diversos linajes que lo ostentan no tienen la menor relación entre sí, ya que con mucha frecuencia fue unido a otro que lo completó y que por regla general correspondía a las villas, castillos, territorios, etc. que conquistaba el caudillado apellidado tan sólo González. Pero si nos ceñimos al González primitivo, como punto de origen y tronco común de las distintas ramas y familias, venimos a encontrarnos con que tampoco todos los tratadistas se encuentran de acuerdo en este punto. Para unos, los primitivos solares se encontraban en la montaña de León, para otros, en Asturias y aún quedan los que sostienen que González proviene de Jaca, en la provincia de Huesca.

Existe quien afirma que González proviene del conde Fernando Negro que estuvo emparentado con Carlomagno. Este Fernando Negro parece ser que fue Señor de la casa solar de González en el valle de Jivaja, en la montaña de Santander, y que acompañó a don Pelayo en los primeros tiempos de la Reconquista, ya que se trató de uno de los nobles juramentados en Covadonga, en cuya posterior batalla fue uno de sus héroes más destacados.

Pero si la Heráldica ayuda a comprender y aún a aclarar muchos episodios de la historia, no estará de más hacer algunas consideraciones sobre dicha batalla. Se afirma que esta batalla fue la primera victoria cristiana en la Reconquista de la Península Ibérica, en el año 722 pero es que se da la circunstancia que su alcance histórico ha sido ampliamente debatido. En ninguna de las crónicas musulmanas de la época esta batalla de Covadonga aparece para nada. Es como si no hubiera existido.

Durante mucho tiempo, tampoco entre los cristianos refugiados en las montañas asturianas se cita dicha batalla. Claro que tampoco es mucho lo que se habla de don Pelayo y sus seguidores. Es como si se tratará de un símbolo, pero sin más importancia. Tiene que llegar el tiempo de Alfonso III de León (866-910) cuando se redactan unas crónicas llamadas "Albedelse" y la de Alfonso III propiamente dicha, para que en base a las mismas los cronistas pretendan establecer una continuidad entre la monarquía visigoda y el reino de Asturias aquí, precisamente aquí, donde por primera vez, aparezca la leyenda de la batalla de Covadonga. Por cierto que estas dos crónicas, semejan una novela de caballería: Se cuenta en ellas el rapto de la hermana de don Pelayo por los musulmanes, el refugio de éste en las montañas, sus arengas a los astures y por fin el encuentro en la cueva de Santa María (Cova Dominica). Antes de entrar en batalla, las huestes musulmanas que sumaban nada menos que 200.000 hombres, según la crónica de Alfonso III, el caudillo musulmán entra en negociaciones con don Pelayo para que se rinda y como éste se niega, se entabla el combate. ¿Con cuántos hombres contaba don Pelayo para oponerse a los 200.000 musulmanes?

Pero es que, según la crónica citada, lo que vino a resultar es que durante la batalla de Covadonga, las flechas disparadas por los arqueros moros se volvían contra ellos mismos, causándoles espantosa mortandad. Esto, naturalmente, suena a leyenda y es lo que ha provocado interpretaciones históricográficas muy diversas. En el siglo XVIII, no fueron pocos los que llegaron a dudar de la autenticidad de esta batalla, y se llegó a más, porque la duda se extendió hasta la existencia de don Pelayo. Para aclarar el galimatías, terció la crítica histórica del profesor Sánchez Albornoz que dejó reducido este episodio a sus justos términos. Debió tratarse de una emboscada tendida por los cristianos a los musulmanes y nada más. Una simple escaramuza entre dos grupos relativamente poco numerosos.

Pero lo que sí está perfectamente claro es que en la batalla, escaramuza, o como se quiera llamarle, intervino el caballero citado anteriormente, don Fernando Negro, al que ya se le conocía como el Señor de la Casa Solar de González y que sus hazañas debieron ser altas cuando mereció ser citado en las crónicas posteriores a la citada batalla.

Que los González formaron un linaje muy digno de tener en cuenta no sólo por su nobleza sino por las hazañas de muchos de sus miembros, bastarán citar unos pocos ejemplos: Don Gil González Dávila, descubridor del Lago de Nicaragua y virtual fundador de este país, al desembarcar en las tierras del cacique Nicarao, lo que dio el nombre a aquellas tierras: Nicaragua. En un principio fue Contador en Santo Domingo, pero en el año 1.511 emprendió juntamente con Pedro Niño una expedición para explorar el Mar del Sur.

Después de la aventura nicaragüense, en 524 inició otra expedición por las costas de la actual Honduras, pero en esta ocasión chocó contra los intereses de Pedrarias Dávila y de Hernán Cortes. Aunque en un principio llegó a un acuerdo con Olid, el enviado de Hernán Cortes, posteriormente fue detenido y conducido a Méjico, puesto en libertad regresó a España donde murió, resolviendo de esta forma lamentable para él, el pleito que mantenía con el conquistador de Nueva España.

No puede olvidarse tampoco a don Pedro González de Mendoza, noble castellano que permaneció fiel al rey don Pedro, llamado por unos "el Cruel" y por otros "el Justiciero", hasta que el año 1.366 se pasó al bando de don Enrique de Trastamara. Fue hecho prisionero por los soldados del rey don Pedro, el cual atendiendo a las súplicas del Príncipe Negro, lo dejó en libertad. A partir de aquel momento se convirtió en hombre de confianza de don Enrique de Trastamara y cuando éste triunfó, mediante la muerte a sus manos de don Pedro, recibió cuantiosas mercedes. En el año 1.385 entró con las tropas castellanas que invadieron Portugal y murió en la batalla de Aljubarrota.

En lo que se refiere a otro González cuyo nombre se encuentra escrito en la historia destacadamente, don Pedro González de Mendoza, fue el quinto hijo de Iñigo González de Mendoza, Marqués de Santillana. Fue Obispo de Calahorra, de Sigüenza, y Arzobispo de Sevilla. Consejero del rey Enrique IV. Convertido en defensor de la princesa Isabel, cuando ésta alcanzó el trono de Castilla junto con su esposo el rey Fernando (Los Reyes Católicos) tuvo un gran ascendiente sobre ambos monarcas. En materia religiosa siempre se mostró partidario de los derechos de la Corona sobre los de la Iglesia y fue contrario a la política de dureza de Torquemada y la Santa Inquisición.

El apellido González pasó rápidamente al Nuevo Mundo y son varias las naciones americanas donde se encuentra muy extendido. Así, en Méjico donde hay que contar entre los González políticos y militares de gran altura, como Enrique González, el gran poeta mejicano, Emiliano Navero, destacado político uruguayo, Manuel González Prada, escritor peruano, Ignacio González, militar salvadoreño, Ramón González, militar y político colombiano, etc.

Muchos linajes de los González probaron la nobleza de su apellido numerosas veces, para ingresar el las Órdenes Militares, en las Reales Chancillerías de Valladolid y Granada y en la Real Audiencia de Oviedo.

La estirpe de la Casa González

Su origen, historia y hechos

Este apellido es patronímico y se deriva del nombre propio Gonzalo, muy común durante toda la Edad Media. Este tipo de apellidos tiene la característica que los diversos linajes que lo ostentan no tienen la menor relación entre sí, ya que con mucha frecuencia fue unido a otro que lo completó y que por regla general correspondía a las villas, castillos, territorios, etc. que conquistaba el caudillado apellidado tan sólo González. Pero si nos ceñimos al González primitivo, como punto de origen y tronco común de las distintas ramas y familias, venimos a encontrarnos con que tampoco todos los tratadistas se encuentran de acuerdo en este punto. Para unos, los primitivos solares se encontraban en la montaña de León, para otros, en Asturias y aún quedan los que sostienen que González proviene de Jaca, en la provincia de Huesca.

Existe quien afirma que González proviene del conde Fernando Negro que estuvo emparentado con Carlomagno. Este Fernando Negro parece ser que fue Señor de la casa solar de González en el valle de Jivaja, en la montaña de Santander, y que acompañó a don Pelayo en los primeros tiempos de la Reconquista, ya que se trató de uno de los nobles juramentados en Covadonga, en cuya posterior batalla fue uno de sus héroes más destacados.

Pero si la Heráldica ayuda a comprender y aún a aclarar muchos episodios de la historia, no estará de más hacer algunas consideraciones sobre dicha batalla. Se afirma que esta batalla fue la primera victoria cristiana en la Reconquista de la Península Ibérica, en el año 722 pero es que se da la circunstancia que su alcance histórico ha sido ampliamente debatido. En ninguna de las crónicas musulmanas de la época esta batalla de Covadonga aparece para nada. Es como si no hubiera existido.

Durante mucho tiempo, tampoco entre los cristianos refugiados en las montañas asturianas se cita dicha batalla. Claro que tampoco es mucho lo que se habla de don Pelayo y sus seguidores. Es como si se tratará de un símbolo, pero sin más importancia. Tiene que llegar el tiempo de Alfonso III de León (866-910) cuando se redactan unas crónicas llamadas "Albedelse" y la de Alfonso III propiamente dicha, para que en base a las mismas los cronistas pretendan establecer una continuidad entre la monarquía visigoda y el reino de Asturias aquí, precisamente aquí, donde por primera vez, aparezca la leyenda de la batalla de Covadonga. Por cierto que estas dos crónicas, semejan una novela de caballería: Se cuenta en ellas el rapto de la hermana de don Pelayo por los musulmanes, el refugio de éste en las montañas, sus arengas a los astures y por fin el encuentro en la cueva de Santa María (Cova Dominica). Antes de entrar en batalla, las huestes musulmanas que sumaban nada menos que 200.000 hombres, según la crónica de Alfonso III, el caudillo musulmán entra en negociaciones con don Pelayo para que se rinda y como éste se niega, se entabla el combate. ¿Con cuántos hombres contaba don Pelayo para oponerse a los 200.000 musulmanes?

Pero es que, según la crónica citada, lo que vino a resultar es que durante la batalla de Covadonga, las flechas disparadas por los arqueros moros se volvían contra ellos mismos, causándoles espantosa mortandad. Esto, naturalmente, suena a leyenda y es lo que ha provocado interpretaciones históricográficas muy diversas. En el siglo XVIII, no fueron pocos los que llegaron a dudar de la autenticidad de esta batalla, y se llegó a más, porque la duda se extendió hasta la existencia de don Pelayo. Para aclarar el galimatías, terció la crítica histórica del profesor Sánchez Albornoz que dejó reducido este episodio a sus justos términos. Debió tratarse de una emboscada tendida por los cristianos a los musulmanes y nada más. Una simple escaramuza entre dos grupos relativamente poco numerosos.

Pero lo que sí está perfectamente claro es que en la batalla, escaramuza, o como se quiera llamarle, intervino el caballero citado anteriormente, don Fernando Negro, al que ya se le conocía como el Señor de la Casa Solar de González y que sus hazañas debieron ser altas cuando mereció ser citado en las crónicas posteriores a la citada batalla.

Que los González formaron un linaje muy digno de tener en cuenta no sólo por su nobleza sino por las hazañas de muchos de sus miembros, bastarán citar unos pocos ejemplos: Don Gil González Dávila, descubridor del Lago de Nicaragua y virtual fundador de este país, al desembarcar en las tierras del cacique Nicarao, lo que dio el nombre a aquellas tierras: Nicaragua. En un principio fue Contador en Santo Domingo, pero en el año 1.511 emprendió juntamente con Pedro Niño una expedición para explorar el Mar del Sur.

Después de la aventura nicaragüense, en 524 inició otra expedición por las costas de la actual Honduras, pero en esta ocasión chocó contra los intereses de Pedrarias Dávila y de Hernán Cortes. Aunque en un principio llegó a un acuerdo con Olid, el enviado de Hernán Cortes, posteriormente fue detenido y conducido a Méjico, puesto en libertad regresó a España donde murió, resolviendo de esta forma lamentable para él, el pleito que mantenía con el conquistador de Nueva España.

No puede olvidarse tampoco a don Pedro González de Mendoza, noble castellano que permaneció fiel al rey don Pedro, llamado por unos "el Cruel" y por otros "el Justiciero", hasta que el año 1.366 se pasó al bando de don Enrique de Trastamara. Fue hecho prisionero por los soldados del rey don Pedro, el cual atendiendo a las súplicas del Príncipe Negro, lo dejó en libertad. A partir de aquel momento se convirtió en hombre de confianza de don Enrique de Trastamara y cuando éste triunfó, mediante la muerte a sus manos de don Pedro, recibió cuantiosas mercedes. En el año 1.385 entró con las tropas castellanas que invadieron Portugal y murió en la batalla de Aljubarrota.

En lo que se refiere a otro González cuyo nombre se encuentra escrito en la historia destacadamente, don Pedro González de Mendoza, fue el quinto hijo de Iñigo González de Mendoza, Marqués de Santillana. Fue Obispo de Calahorra, de Sigüenza, y Arzobispo de Sevilla. Consejero del rey Enrique IV. Convertido en defensor de la princesa Isabel, cuando ésta alcanzó el trono de Castilla junto con su esposo el rey Fernando (Los Reyes Católicos) tuvo un gran ascendiente sobre ambos monarcas. En materia religiosa siempre se mostró partidario de los derechos de la Corona sobre los de la Iglesia y fue contrario a la política de dureza de Torquemada y la Santa Inquisición.

El apellido González pasó rápidamente al Nuevo Mundo y son varias las naciones americanas donde se encuentra muy extendido. Así, en Méjico donde hay que contar entre los González políticos y militares de gran altura, como Enrique González, el gran poeta mejicano, Emiliano Navero, destacado político uruguayo, Manuel González Prada, escritor peruano, Ignacio González, militar salvadoreño, Ramón González, militar y político colombiano, etc.

Muchos linajes de los González probaron la nobleza de su apellido numerosas veces, para ingresar el las Órdenes Militares, en las Reales Chancillerías de Valladolid y Granada y en la Real Audiencia de Oviedo.