Calderón

Calderón

Apellido de origen castellano; parece ser que el primero que utilizó este linaje y por tanto, tronco del mismo, fue don Ortún o Fortún Ortiz, hijo de Ortún Sanz, o Sánchez de Salcedo y Ayala. Sobre el motivo de usar el apellido Calderón, existen diversas versiones. Unos dicen que fue porque siendo niño, se cayó en una caldera; otros opinan que nació tan débil que no daba señales de vida y que sus amas para darle aliento, lo metieron en una caldera de agua tibia, a ver si así reaccionaba.

Omitiendo lo anterior, que probablemente no sean otra cosa que meras conjeturas, este apellido tal vez explique su origen en la semejanza de las palabras "caldera" y "calderón", aumentativo de la misma, pero nada tiene que ver tal cosa con las citadas versiones de la niñez del personaje a que nos hemos venido refiriendo. Es indudable que don Fortún Ortiz ya, desde niño, llevó este apellido, pasando a denominarse don Fortún Calderón, lo que más tarde le confirmó el rey don Alfonso, al mismo tiempo que le daba como blasón las armas que luego quedarán descritas.

En el siglo XIII, fue uno de los primeros ricoshombres a quien el rey don Alfonso señaló "heredamientos" en Sevilla.

Su primitivo solar estuvo en el valle de Ayala pero sus descendientes fueron esparciéndose por toda la extensión de la Península, por lo que actualmente este apellido se encuentra representado en todo el territorio nacional.

Lo que es muy cierto, es que dichos descendientes se hicieron notar, siempre, por la fidelidad y bravura con que sirvieron a sus reyes y que además, por sucesivos entronques, fueron enlazando con las principales familias de la nobleza española.

Célebre es el miembro de esta familia don Rodrigo Calderón que obtuvo el título de Marqués de Siete Iglesias y Conde la Oliva, que víctima de la envidia, acabó sus días en el cadalso, pero habrá que decir que, ni aun sometido a tormento, admitió las culpas de que fue acusado y subió al patíbulo con tal gallardía y arrogancia que despertó la admiración incluso entre sus más enconados enemigos.

ARMAS:

Escudo de plata, cinco calderas de sable en sotuer. Bordura de gules con ocho aspas de oro.

Calderón

Apellido de origen castellano; parece ser que el primero que utilizó este linaje y por tanto, tronco del mismo, fue don Ortún o Fortún Ortiz, hijo de Ortún Sanz, o Sánchez de Salcedo y Ayala. Sobre el motivo de usar el apellido Calderón, existen diversas versiones. Unos dicen que fue porque siendo niño, se cayó en una caldera; otros opinan que nació tan débil que no daba señales de vida y que sus amas para darle aliento, lo metieron en una caldera de agua tibia, a ver si así reaccionaba.

Omitiendo lo anterior, que probablemente no sean otra cosa que meras conjeturas, este apellido tal vez explique su origen en la semejanza de las palabras "caldera" y "calderón", aumentativo de la misma, pero nada tiene que ver tal cosa con las citadas versiones de la niñez del personaje a que nos hemos venido refiriendo. Es indudable que don Fortún Ortiz ya, desde niño, llevó este apellido, pasando a denominarse don Fortún Calderón, lo que más tarde le confirmó el rey don Alfonso, al mismo tiempo que le daba como blasón las armas que luego quedarán descritas.

En el siglo XIII, fue uno de los primeros ricoshombres a quien el rey don Alfonso señaló "heredamientos" en Sevilla.

Su primitivo solar estuvo en el valle de Ayala pero sus descendientes fueron esparciéndose por toda la extensión de la Península, por lo que actualmente este apellido se encuentra representado en todo el territorio nacional.

Lo que es muy cierto, es que dichos descendientes se hicieron notar, siempre, por la fidelidad y bravura con que sirvieron a sus reyes y que además, por sucesivos entronques, fueron enlazando con las principales familias de la nobleza española.

Célebre es el miembro de esta familia don Rodrigo Calderón que obtuvo el título de Marqués de Siete Iglesias y Conde la Oliva, que víctima de la envidia, acabó sus días en el cadalso, pero habrá que decir que, ni aun sometido a tormento, admitió las culpas de que fue acusado y subió al patíbulo con tal gallardía y arrogancia que despertó la admiración incluso entre sus más enconados enemigos.

ARMAS:

Escudo de plata, cinco calderas de sable en sotuer. Bordura de gules con ocho aspas de oro.