Escudo de A Coruña
De azur, una torre de sable puesta sobre un montículo acamado de una calavera con corona de oro, acompañada de siete veneras de oro.
Heráldica Geográfica
Las Armas de La Coruña
¿Cuándo y en qué época nació La Coruña? ¿Quiénes fueron sus primeros moradores?. Que los fenicios tuvieron algo que ver con su puerto, es algo que no se discute. Numerosas veces, los historiadores antiguos se refieren a la «magnum portus artabrorum» y no cabe la menor duda de que con este nombre se denominaba a la bahía coruñesa, paso obligado de las naves fenicias y punto de recalada de la «ruta del estaño» que llevaba a los fenicios hasta las costas de Inglaterra.
Como principio, habrá que referirse a los galaicos, habitantes de Galicia, que fueron vencidos por el romano Junio Bruto, procónsul de la Hispania Ulterior, aunque la sumisión completa de toda la zona sólo la consiguió Roma con la victoria de Augusto en la guerra cántabra. Pero este pueblo galaico estaba emparentado con los celtas («galaico», en griego «kallocoi»; «celta», en el mismo idioma, «keltoi»). Queda fuera de toda duda que los celtas se aposentaron en Galicia. No obstante, hubo unos anteriores moradores: los oestrimnios.
Ahora bien: se afirma que este pueblo fue ahuyentado por una invasión de serpientes. Lo que probablemente ocurriría es que sufriera un ataque por parte de otro pueblo que tenía como tótem o dios a las serpientes, pero el caso es que toda la región pasó a llamarse Ofiusa.
La entrada de los celtas en Galicia, debió ocurrir sobre el siglo VI antes de J. C. Estos celtas o galaicos, para el caso da lo mismo, introdujeron sus usos y costumbres, entre ellas la construcción de los denominados «castros», colinas fortificadas dónde se refugiaban y defendían ante los ataques de otros pueblos belicosos.
En época romana (hablaremos más adelante de ella), aparece el nombre de Besigantium, que se repite numerosas veces, pero parece más bien corresponder a la actual Betanzos, situada al fondo de la ría. Más acertado posiblemente estuviera Tolomeo que menciona a la ciudad de Faro, que correspondería casi con toda certeza a La Coruña, citando a la torre de Hércules que daba nombre, por ser un antiquísimo faro, al poblado.
Sobre la invasión de los romanos, Dion Casio habla de la llegada de César a las costas brigantinas. Fue en el año 137 (antes de J. C.), cuando Junio Bruto penetró en Galicia, ocupando la región, tras derrotar a los nativos. Pero la paz no estaba asegurada ni mucho menos, porque la resistencia celta fue feroz. Los mismos romanos hablan de ellos con admiración, diciendo que eran indomables, que preferían la muerte antes de caer prisioneros. Julio César (año 60 antes de J. C.) realizó una nueva expedición a Galicia, desembarcando en un lugar muy próximo a La Coruña actual. Fue una guerra muy dura que acabó con el triunfo romano. Mas la romanización definitiva de la región fue obra del cristianismo.
En lo que se refiere a la época com prendida entre los siglos V y IV, son muy pocas las referencias que se tienen sobre La Coruña. Los suevos invadieron Galicia sobre el año 409, estableciéndose en la región. Convertidos al cristianismo, se fueron creando distintas diócesis. Más tarde, ya en época goda, fue tradicional que el príncipe heredero se educara en Galicia. La llegada a la Península de los ára bes invasores apenas si se notó en Galicia. Establecieron algunas guarniciones, pero muy pronto se retiraron ante la presión de los asturianos. Si los musulmanes llegaron a ocupar La Coruña, esta ocupación debió ser muy fugaz. Aparte de la presión asturiana de la que hemos hablado, el clima de aque lla región de la península no era el más adecuado para ellos poco acos tumbrados a la humedad y las lluvias. En la Alta Edad Media, La Coruña estuvo sometida a la autoridad compostelana, que entró en conflicto con la Corona, dado que ambas pugnaban por la posesion de la ciudad. Diego Peláez, obispo de Iria-Compostela,intentó constituir un reino indepen diente en Galicia en 1.071, con la colaboración de Guillermo «el Con quistador», pero el Papa replicó con la excomunión a la pretensión de los prelados compostelanos. El rey Alfonso IX otorgó a La Coruña carta-puebla en 128 y de esta fecha arranca el impulso de la ciudad. Posteriormente, La Coruña, como casi toda Galicia, permaneció fiel a la dinastía en la guerra civil que precedió al triunfo de los Trastamara. En el siglo XV, La Coruña alcanzó un gran impulso comercial y desarrollo mercantil. Llegó a formar parte de la denominada Hermandad de Villas del Mar y estaba íntimamente relacio nada comercialmente con Génova, Inglaterra y la costa atlántica francesa. En el año 1.446, el rey Juan II, le reconoció el título de ciudad realenga y libre. Por esta época regresaron a Galicia muchos de sus nobles que, al haberse identificado con el rey don Pedo I, «el Justiciero» o «el Cruel», en su lucha contra su hermanastro, el bastardo de Trastamara, con el triunfo de este, se habían visto obligados a exiliarse. Hubo luchas intestinas en Galicia de las que no se libró La Coruña, pero de estas contiendas salió robustecida la nobleza gallega, las grandes casas de los Andrade, Ulloa, Osorio, Sotomayor, Altamira, etc.
Llegamos al reinado de los Reyes Católicos en la época en que la mayor parte de la nobleza gallega apoyó la causa de doña Juana, a la que apodaron «la Beltraneja» frente a Isabel. Los Reyes Católicos, un tanto rencorosos, una vez en el Trono, enviaron a Galicia a la Santa Hermandad y la represión contra la nohleza gallega fue implacable. A Galicia llegaron también los Justicias Reales, Acuña y Chinchilla, representantes del poder central con plenos poderes para quebrantar el poco poderío que ya les quedaba a los nobles gallegos.
La ciudad de la Coruña, afectada por estos acontecimientos, comenzó a decaer en su anterior esplendor mercantil y comercial. Con la elevación al Trono del emperador Carlos V, los Condes de Andrade intentaron que se instalara en La Coruña la Casa de Contratación en la esperanza de dar un fuerte impulso al desarrollo de la ciudad, pero Carlos V no accedió a la petición. En 1.563, cicatrizadas un tanto las heridas del pasado, se estableció en La Coruña la Real Audiencia y la Capitanía General del Reino de Galicia con lo cual la población ya adquirio el rango metropolitano. Cuando, durante el reinado de Felipe II, se decidió enviar la Armada Invencible a la conquista de Inglaterra, esta flota partió, del puerto de la Coruña, el 22 de julio de 1588. El fracaso de esta Armada ya es historia para incidir sobre ello. Las tempestades y el mal tiempo se encargaron de destrozarla.
En el año 1.589, el pirata Francis Drake saqueó los barrios extramuros de la población, en un ataque tan violento como inesperado. La ciudad se defendió bravamente de la arremetida del corsario inglés (al cual la reina de Inglaterra, Isabel I, ennoblecería con el título de Sir). La Coruña luchó con tal valor que los ingleses se vieron obligados a reembarcarse. Fue en esta acción donde se distinguiría una heroína, María Pita.
A partir del siglo XVIII, La Coruña comenzó a recuperarse de las crisis pasadas, iniciando cierto despliegue económico. El reglamento de libre comercio con América contribuyó a hacer de La Coruña el centro urbano más próspero de Galicia.
Durante la guerra de la Independencia, en sus afueras tuvo lugar la batalla de Elviña en la que, al triunfar los franceses, les permitió la ocupación de la ciudad. No por mucho tiempo, porque pronto se vieron obligados a evacuarla.
Durante el reinado de Fernando VII La Coruña siempre se distinguió por una gran tradición liberal, hasta el punto que se enfrentó a las tropas extranjeras enviadas por la Santa Alianza para devolver a Fernando VII el autoritarismo y resistió durante cuarenta días el asedio a que fue sometida por las tropas del barón de Weth.
Pero todo esto es ya pasado. Hoy, La Coruña es una bella y próspera ciudad, amable y acogedora, esa ciudad de la cual se dice «que nadie es forastero». De la provincia, citaremos a El Ferrol, cuyo origen se basa en una decisión real (siglo XVIII) de crear en el lugar una base militar atlántica, aunque ya con anterioridad existía una población en este lugar, pues el nombre de la ciudad ya aparece en varios documentos del siglo XIII. Santiago de Compostela, que debe su fundación al hallazgo, en el año 813, por el obispo de Iria-Flavia, de unos restos en un sepulcro, restos que se atribuyeron al apóstol Santiago. Alfonso II, «El Casto», mandó construir en el lugar donde se había encontrado el sepulcro un templo que Alfonso III amplió y convirtió en basílica. Desde el siglo XI se convirtió en importante centro de peregrinación. Para proteger y guiar a los peregrinos fue precisamente para lo que fue creada la Orden de Santiago; su famosa Universidad fue fundada en 1.504. Betanzos, con su iglesia de Santiago, del románico final, con la figura del titular en el tímpano de la portada, la iglesia de San Francisco, una de las mejores del gótico gallego del siglo XIV y el Sepulcro de Fernán Pérez de Andrade. Carballo, con sus prados permanentes y sus bosques y las minas de estaño, wolframio y titanio: Ordes, Muros, Padrón y Negreira, cuyas armas recuerdan una antigua tradición jacobea: Cuando los discípulos del Apóstol Santiago llegaron a Iria-Flavia, con los sagrados restos de su maestro, pidieron al gobernador romano su autorización y el señalamiento de un lugar para enterrarlos. El romano no sólo se opuso a la demanda, sino que mandó encarcelar a los extranjeros. Durante la noche un ángel abrió las puertas de la prisión y los discípulos, puestos en libertad, emprendieron la huida de Iria. Enterado el gobernador, salió en su persecución, dándoles alcance carca del río Tambre, cuando los discípulos de Santiago acababan de cruzar un puente. Los perseguidores, viendo a los fugitivos a su alcance, se apresuraron a cruzar el puente. Este cedió bajo su peso, desplomándose al río y arrastrando entre sus piedras a los soldados.
Algo extraordinariamente parecido a lo que les sucedió a los soldados egipcios que al mando del Faraón alcanzaron a Moisés y los hebreos cuando el Mar Rojo se abrió para que ellos pasaran y las aguas tornaron a cerrarse ahogando a los egipcios cuando comenzaron a cruzarlo.
El riquísimo románico de la catedral de Santiago de Compostela, tumba, según la tradición del Apostol, queda patente en el conocido Pórtico de la Gloria, realizado por el Maestro Mateo bajo el reinado de Alfonso IX.