Escudo de Burgos
De sinople, un castillo de plata puesto sobre dos escudetes de gules cargados de dos castillos de oro; en punta, un busto de monarca coronado adornado de púrpura y cargado de tres castillos de oro. Bordura de gules con dieciséis castillos de oro.
Heráldica Geográfica
Las armas de Burgos
He aquí una población de la que muy poco puede decirse de sus primitivos habitantes; lógicamente, los hubo, pero como la invasión sarracena arrasó totalmente la población, resulta que de su antiguedad remotísima tan sólo queda el nombre, Burgos.
Este parece ser que es derivado de las dos radicales célticas «Burg-Os», que equivale a villa fuerte o «castillo en país de montañas».
El cronista Méndez Silva, hace más de dos siglos, da comienzo su explicación sobre Burgos en la siguiente forma:
«Por donde los apacibles cristales de Arlanzón, que por otro nombre llaman Berlanzón y Arlanza, famosos ríos, cuyos cursos giran dilatando extensas vegas y desiguales promontorios, se descubre la muy noble ciudad de Burgos, cabeza meritísima de Castilla la Vieja y Cámara de sus reyes, cercándola buenos muros, siete principales puertas, tres famosos puentes, grande y poderoso castillo, sobre inaccesible cerro, que al lado del Septentrión soberbio la domina y a sus montañas toda se descuella, de que es alcaide el duque de Lerma».
El cielo, menos favorable en inclemencias de invierno, recompensa benignos y agradables recreos al verano, vivificando a vuelta de florida primavera, deliciosas huertas, olorosos jardines, fértiles campos de trigo, cebada, centeno, frutas, pescas y amenísimas florestas del territorio.
Fue antiguamente población numerosa, que al presente habitan mil vecinos en edificios magnificos, calles, plazas con hermosas fuentes, mucha caballería y nobleza, divididos en quince parroquias, cinco hospitales, seis ermitas, colegio instituido a instancias del obispo don Iñigo de Zúñiga, en 1.532, diez conventos de frailes, nueve de monjas, siendo uno el de Santa María la Real de las Huelgas, que fundó el rey don Alfonso IX, en el año 1.187, a cuya abadesa se subordinan doce conventos, trece villas, cincuenta lugares, proveyendo trece encomiendas de hombres y ocho de mujeres y treinta capellanías; y el de San Agustín, donde se venera el Santo Crucifijo, hechura de Nicodemus… Aquí tuvieron Tribunales muy nombrados jueces, Nuño Rasurra y Laín Calvo, sirviendo después de corte.
La catedral, fabricada del rey Fernando III, año 1.252, es de las famosas de España, que tiene de largo 200 pies, 206 de ancho, 40 de alto, donde a una misma hora cinco capillas, con la admirable del Condestable de Castilla, celebran, sin estorbarse los oficios divinos; gran música de instrumentos sonoros; dieciocho dignidades la componen, cuarenta y cinco canónigos, el primero es el rey, cuarenta racioneros; y su arzobispado alcanza 1.756 pilas bautismales, que rentan al prelado 40.000 ducados…»
De todo lo expuesto queda clara una cosa; que cronistas e historiadores no han podido ponerse de acuerdo sobre el primitivo lugar donde estuvo emplazada la población, caso de que la hubiera.
Por regla general se acepta como el año 884 como fecha más probable de su fundación. Fue en ese año cuando por mandato del rey asturleonés el conde Diego Porcelos construyó una fortaleza en el cerro que preside la confluencia de los ríos Pico y Vena. Así, pues, Burgos surgió como un lugar defensivo, como una ciudad militar.
Burgos fue la capital del condado castellano y desde el año 1.035 lo fue del reino castellano leonés, hasta que la capitalidad fue trasladada a Toledo, en 1.087.
Hasta el siglo XI, en la ciudad sólo había ganaderos, labradores y soldados, pero en el siglo XII se establecieron en ella los primeros comerciantes y con los avances de la Reconquista, Burgos inició sus contactos mercantiles con el Norte.
Alfonso X estableció en Burgos, Almirantazgo de Castilla que agrupaba a los puertos de Castro Urdiales, Santander, Laredo, Santillana y San Vicente de la Barquera.
En lo que se refiere a su desarrollo económico, el activo comercio lanero hizo de Burgos la ciudad más próspera de la península durante los siglos XIV y XV.
La convivencia de sus habitantes era total: en la población vivían judíos, cristianos y mudéjares en perfecta armonía, a pesar de sus distintas religiones.
El reinado de los Reyes Católicos y de Carlos I coincidió con el máximo apogeo de Burgos que experimentó un gran avance de paisaje urbanístico así como un fuerte incremento de su población. Todo esto se debió a su poderosa industria lanera, la más fuerte de España.
Pero la ciudad estaba sujeta a los avatares de la historia y así Burgos conoció también su periodo de decadencia.
Esta se inició con el reinado de Felipe II prolongándose hasta la segunda mitad del siglo XVIII. La causa que motivó su decadencia afectó no sólo a Burgos, sino a España entera.
Las guerras de los Países Bajos y el incremento del comercio colonial con América se tradujo en una ruptura del eje económico Medina-Burgos-Bilbao-Amberes. Y por otra parte el centralismo de los Austrias, la capitalidad española en Madrid, acentuaron aún más la decadencia de la ciudad.
El castillo, origen de la ciudad, resultó destruido por un incendio en 1.736 y las murallas y no pocos palacios fueron derrumbándose.
Pero todo esto corresponde al pasado. Hoy Burgos es una ciudad que, sin perder su carácter de un pasado glorioso, muestra los avances de una gran ciudad.
Hablar de las innumerables bellezas arquitectónicas que encierra, haría este trabajo excesivamente largo. La ciudad alberga un buen número de monumentos medievales. Sus murallas se conservan en parte, con las puertas de San Martín, (siglo V), de San Esteban y las de San Gil y Santa María, aunque muy reformadas en el siglo XVI.
La catedral comenzó a construirse en 1.221 y, aparte de otras bellezas arquitectónicas, cabe señalar la capilla del Condestable, con grandes escudos decorativos en los muros.
Y no puede obviarse el Monasterio femenino de Las Huelgas, fundado en 1.187, Panteón Real de Castilla que contiene numerosos sepulcros de reyes e infantes castellanos.
La cartuja de Miraflores iniciada en 1.454 y concluida en 1.488 con intervención de Juan y Simón de Colonia, enriquecida con obras del escultor Gil de Siloe; el sepulcro de los reyes Juan II e Isabel de Portugal, el del infante Alfonso y el retablo mayor. Imposible dejar de citar el coro de los monjes, de estilo gótico, obra de Martín Sánchez, y el de los legos, plateresco.
Burgos conserva, además, numerosas iglesias, muchas de ellas ya han quedado citadas en la descripción que de esta ciudad hizo, Méndez Silva. San Esteban, San Lesmes, San Gil, San Nicolás, etc. Del mismo tiempo son los Hospitales; de San Juan (siglo XV) y de la Concepción (1.561), así como varias mansiones góticas, como la casa del Condestable, de fines del siglo XV, o renacentistas como las de Angulo, Castrofuerte, Butrón y de los Cubos.
De la provincia, Castrojeriz, cuyo nombre «Castro», revela que ya existió en tiempos de los romanos. Consta que engrandeció esta villa el rey godo Sigerico, de quien se cree tomó la terminación «jeriz».
Briviesca, que ya se encuentra citada por los romanos con los nombres de «Birubesca», «Burbesca», «Buruesca», «Biruesca» y otras denominaciones análogas. Pero siendo todas ajenas a la lengua latina, viene a resultar que su fundación fue anterior a la llegada a España de las legiones de Roma, atribuyéndola, algunos, a los griegos y otros a los celtíberos.
Ocupada por los moros durante la invasión musulmana, fue reconquistada por el rey don Sancho VII, de Navarra, que la pobló, fortificándola fuertemente en el año 1.160 con motivo de las guerras que sostenía contra Castilla, a cuya Corona fue unida en el año 1.179, por el rey don Alfonso I. En esta villa, celebró Cortes don Juan I de Castilla, en el año 1.388, y con esta circunstancia fue cuando ordenó que de allí en adelante a los primogénitos de los reyes se los denominara como Príncipes de Asturias.
Espinosa de los Monteros, de la cual se ignora quienes fueron sus fundadores, aunque se la tiene por población muy antigua. Destruida y desierta, el rey, don Alfonso VI, la hizo reedificar y poblar allá por el año 1.088, nombrándola Espinosa por los muchos espinos que cubrían el sitio donde estuvo fundada; más tarde tomó el calificativo «de los Monteros», para distinguirse de otras muchas poblaciones que se llamaban Espinosa. Y también por haber tenido en ella su origen la institución de los Monteros de Espinosa.
Lara, situada a seis leguas de Burgos, cerca de las riberas del Arlanza, con el castillo así denominado por haber sido mandado edificar por la noble familia de los Lara, de la alta nobleza castellana, a fines del siglo IX. Su fundador fue Gonzalo de Lara, Conde de Burgos y se cree que aquí nació el célebre conde Fernán González que desde el año 929 rigió castillo y villa para erigirse después como primer Conde independiente de Castilla.
Roa, villa antiquísima, bañada por el río Duero, conocida de tiempos anteriores a la colonización romana, con el nombre de Randa, del cual se ha ido formando fácilmente, con el paso del tiempo, su actual de Roa.
Aranda de Duero, que cuenta con la Iglesia de Santa María, edificada en el siglo XV, de monumental fachada en la que destaca el estilo gótico final con abundante ornamentación escultórica y heráldica, obra de la escuela de Simón de Colonia.
Miranda de Ebro, que conserva restos del castillo medieval llamado de don Tello. Cuenta con la iglesia de San Nicolás, románica, del siglo XV.
El maravilloso claustro románico del monasterio de Santo Domingo de Silos, una de las cunas del idioma castellano, es una simple muestra de las múltiples riquezas artísticas que encierra esta provincia.