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Tarragona

Escudo de Tarragona En campo de oro cuatro fajas ondeadas de gules.

Heráldica Geográfica

Las Armas de Tarragona

Los datos que se conocen sobre esta población situan a los pueblos íberos como los que primero la habitaron. De esta época no es mucho lo que se conserva, sobre todo si se tiene en cuenta de que fue ocupada, aunque temporalmente por el caudillo cartaginés Aníbal, del que tampoco quedan huellas que recuerden dicha ocupación, porque muy pronto quedó bajo la influencia romana con la llegada de los Escipiones a la Península Ibérica (Hispania, para los romanos).

Fueron estos caudillos, los Escipiones, quienes convirtieron a Tarragona en base permanente desde donde partían sus legiones para las sucesivas campañas militares por lo que se puede decir que, en un principio, esta ciudad lo que constituyó fue un enorme campamento militar romano. Pero con la división que se hizo de la Península, Tarragona quedó convertida en la capital de la Hispania Citerior, lo que le dio un enorme impulso, convirtiéndola en una de las ciudades romanas más importantes de la Península.

Como muy bien afirma Plinio en su obra «Naturalis Historia», Tarraco nació de Roma y es obra de los Escipiones, y aunque esto sea verdad, existe un hecho misterioso que todavía no ha quedado aclarado: ¿Quién construyó la muralla de tipo ciclópeo que aún se conserva en Tarragona?. Sobre este hecho se han efectuado no pocas hipótesis fantásticas, atribuyéndolas unos a los íberos, otros a los cartagineses y, finalmente, y en base a los cálculos de la fecha en que se supone fueron construidas, siglo III antes de J.C, viene a resultar que esta época coincide con la llegada de los romanos a la Península. Si efectivamente fueron los romanos los constructores de esta gran muralla, también dejaron como huella de su ocupación de la ciudad, el Pretorio, el Foro, el Anfiteatro, el Circo y el Acueducto llamado de los Ferreras. También se han encontrado los restos de una necrópolis paleocristiana con más de 1.000 sepulturas de diversos tipos. Y llegamos a su nombre. Tarraco, en latino, pero Tarrakon, en forma griega. Los especialistas no se han puesto de acuerdo si hubo griegos en Tarragona antes que los romanos y si existió un poblado prerromano de ese nombre. Por los datos existentes se sabe que durante el dominio romano, Tarraco llegó a alcanzar la cifra de 30.000 habitantes, cifra enorme para una ciudad de tal época, lo que habla por sí solo de la importancia que adquirió la población. Y es lógico. Los romanos precisaban de un puerto y de una base de operaciones que les sirviera de cabeza de puente para sus planes de expansión sobre toda la cuenca del río Ebro. En Tarraco residía el legado imperial de Roma y tenía la condición de ser la mayor da las provincias hispánicas. Por Tarragona se introdujeron en España lengua, costumbres, mercancía y artes romanos. Por Tarraco pasaron emperadores de Roma: Augusto, Galba, Adriano y Septimio Severo,fundador de la dinastía de los Severos, antes de ser proclamado emperador, gobernó la provincia tarraconense. De aquella época se conserva aproximadamente un kilómetro de la muralla ciclópea, aunque se cree que su longitud total sería de unos cuatro. Está construida en base de grandes bloques de piedra sin labrar de unos cuatro metros de ancho por 4 de largo y pesa cerca de tres toneladas y media cada uno. Una obra romana que ha resistido el paso de los siglos y se conserva en perfectas condiciones es el acueducto, situado a cuatro kilómetros de la ciudad, muestra de como los romanos sabían construir las grandes obras de ingeniería.

Pero la historia que, como el tiempo jamás se detiene, fue la causante del comienzo de la decadencia de Tarragona, que coincidió (y esta fue la causa) con la caída del Imperio romano. Con la invasión visigoda, las huestes de Eurico entraron en Tarragona en el año 746 y la destruyeron parcialmente. No era bastante, se produjo la invasión musulmana y como resultado la urbe que en tiempos romanos llegó a ser la principal ciudad de la Península,con sus 30.000 habitantes antes citados, se convirtió poco menos que en un descampado.

Después de 400 años de dominación musulmana, la recuperación de Tarragona por los condes de Barcelona se convirtió en un importante objetivo para estos, y esto se llevó a cabo y la restauración de la ciudad como sede episcopal se hizo bajo el gobierno de Ramón Berenguer III (1.097-1.131) y fue el obispo de Barcelona quien emprendió la obra de repoblación y restauración de la ciudad, quien encargó la defensa de la ciudad a un caballero normando llamado Roberto Bordet.

Pero lo que puede llamarse plena catalanización de Tarragona no se llevó a efecto hasta el reinado de Ramón Berenguer IV. Bajo el rey Felipe II se fundó la Universidad. Y ocurrió que como Tarragona, al igual que toda Cataluña se opuso a las pretensiones del que más tarde sería coronado rey de España como Felipe V, monarca francés, lo que este hizo una vez Soberano español fue hacer desaparecer esta Universidad, al igual que todas las de Cataluña, por el Decreto, infame Decreto para los catalanes, denominado de Nueva Planta.

Con anterioridad a estos hechos, debe consignarse que Tarragona también tuvo que sufrir otro tipo de convulsiones como, por ejemplo, las incursiones de los piratas berberiscos durante los siglos XVI y XVII que debilitaron grandemente su comercio.

Durante el reinado de Felipe IV, Tarragona también estuvo unida a la rebelión catalana, todas estas acciones de guerra, que coincidieron con las epidemias de peste que fueron especialmente duras durante los años 1.640 y 1.650, fueron la causa de que la ciudad sufriera una gran perdida demográfica. Y llegó lo que habría de ser el golpe de gracia para las libertades catalanas, Tarragona, como el resto de Cataluña, se vinculó a la causa del archiduque Carlos de Austria en contra del otro pretendiente a la Corona de España, el francés Felipe de Borbón.

La Guerra de Sucesión se decantó con la victoria de los partidarios del príncipe francés y éste, una vez convertido en Felipe V, dictó, entre otras medidas de especial dureza para los catalanes, el citado Decreto de Nueva Planta.

No obstante, durante el siglo XVIII, Tarragona comenzó a experimentar una rápida recuperación, sobre todo a su prosperidad agrícola que contribuyó al capital económico catalán. Pero no habrán terminado las vicisitudes para esta ciudad porque durante la guerra de la Independencia, las tropas francesas la sitiaron, consiguieron ocuparla y la sometieron al saqueo.

Terminada la contienda, Tarragona, una vez más, se soprepuso y reemprendió una gran tarea de recuperación, cortada por el alzamiento republicano federal extendido por toda Cataluña en el año 1.869 en protesta contra la forma con que el Gobierno Central estaba llevando a cabo las reformas prometidas por la revolución liberal.

De entonces a acá, Tarragona ha pasado por otros episodios, pero ninguno ha sido lo suficientemente capaz para cortar la expansión de esta floreciente ciudad catalana.

En lo que a su provincia se refiere. Tarragona cuenta con hermosas playas. La Pinesa, Salou, Villafortuny, Cambrils, Panyals, Ametlla de Mar, San Carlos de la Rápita, Alcanar, y en su historia se destaca el Monasterio de Santes Creus, cistercience, construido entre los siglos XII y XIV, lugar donde se encuentra enterrado el gran almirante Roger de Lluria, uno de los más importantes personajes que contribuyeron al dominio de la Corona de Aragón sobre el Mediterráneo. ¿Cómo no citar a Reus, patria del general don Juan Prim, uno de los personajes más importantes en la historia de España del pasado siglo?. Ciudad que se levantó en el emplazamiento de una antigua villa romana, núcleo de una gran actividad política y cultural.

Valls tiene en su historia un hecho muy significativo. Al finalizar la guerra de Sucesión quedó dominada por la familia felipista de los Veciana que fundó los Mozos de Escuadra. Montblanc, donde se reunieron las Cortes en los años 1.307, 1.333 y 1370. En 1.155 tenía otro nombre, el de Vilassauba y fue cedida por Ramón Berenguer IV a Pedro Berenguer de Villafranca. Más tarde, en 1.387, Juan I de Aragón la cedió a su hermano Martín con el título de Villa Ducal. Al rey Pedro III se le debe la construcción de sus murallas, en parte derribadas durante el asalto de las tropas de Felipe de Borbón, más tarde rey Felipe V de España. A unos nueve kilómetros de esta ciudad se encuentra el Monasterio de Poblet, grandioso recinto monacal rodeado de una muralla.

Tortosa, cuyo nombre dado por los romanos fue el de Dertosa. Con ocasión de la desintegración del califato de Córdoba, fue capital de uno de los reinos de taifas en que quedó dividida la España de los musulmanes. Fue reconquistada por Ramón Berenguer IV en 1.148 y esa ocupación se hizo respetando a los musulmanes a los que no se les arrebató sus propiedades. San Carlos de la Rápita, población para la que el rey Carlos III soñó un gran porvenir para su puerto. Y Amposta cuyo origen se basa en el castillo que a finales del siglo XI se construyó para que sirviera de punto de partida para la campaña contra Tortosa. Hacia la mitad del siglo XII Ramón Berenguer IV la cedió a la Orden de San Juan. En la I Guerra Carlista, Cabrera intentó tomarla, pero no lo logró. En suma, hoy en día, Tarragona constituye una de las más prósperas partes no sólo de la Generalitat catalana, sino del contexto general del Estado Español.

El anfiteatro romano de Tarragona, cuyas ruinas aún hablan de su esplendor, fue en alguna ocasión testigo del martirologio de los cristianos.