La estirpe de la Casa Gil
Su origen, historia y hechos
Este apellido proviene de una gran antigüedad, siendo un linaje nobilísimo, ya que parte de aquellos tiempos en que, el valeroso don Pelayo, se refugió en las ásperas montañas del norte para reorganizar las fuerzas con que contaba y partir de allí a la reconquista de España ocupada por los árabes invasores.
Ya en la famosa cueva de Covadonga, el invicto Pelayo recontó los nobles que le habían seguido, tan dispuestos como él a no cejar en el empeño de expulsar del suelo patrio a los intrusos y, entre los esforzados guerreros que se agruparon a su lado, distinguió a varios llamados Gil. Allí estaban junto a otros tan esforzados como ellos y fueron todos los que, de común acuerdo, decidieron que Pelayo fuera su caudillo y rey.
Por los documentos del genealogista Salazar de Mendoza, extraídos de su obra «Dignidades de Castilla», sabemos los datos que precisamos para hablar del linaje Gil. Pero también Rades de Andrade, se refiere a este noble linaje en su «Crónica de las Tres Órdenes de Santiago, Calatrava y Alcántara», al igual que Bernardo de Fonseca Pinto, en «Armas de Nobles» y por si esto fuera poco existen documentos en la Academia de la Historia, que pueden ser consultados, en donde asimismo consta el apellido Gil como de gran nobleza y antigüedad. Pero acaso, el que más detalles consigne de este linaje, sea Mosén Jaime Febrer en sus célebres «Trovas».
Decíamos que los caballeros del apellido Gil unidos a don Pelayo, ya reconocido como rey, muerto el desdichado don Rodrigo, en su batalla contra los moros que dio con él en derrota, determinaron emprender la Reconquista. En un comienzo y como era lógico, las acciones de Pelayo y los suyos forzosamente tenían que ser muy limitadas, dado que se enfrentaban a un enemigo mucho más numeroso. Pero, poco a poco, fueron avanzando y es bien cierto que, teniendo como refugio natural las montañas, el enemigo no se atrevía a penetrar en ellas, con lo que aquellos a quienes se debe el inicio de la Reconquista disponían siempre de una retaguardia segura.
No porque muriera don Pelayo sus huestes cesaron en su empeño. Poco a poco, como impetuoso torrente se fueron derramando por el norte de España, expulsando a los moros que no se atrevían a hacer frente a los valerosos caballeros.
Y así, ya en aquellos lejanas fechas, dieron enormes pruebas de valor y heroísmo Miguel Gil y dos hijos suyos. Con el tiempo, fundaron su casa solar en el valle de Mena, cerca de la villa de Espinosa de los Monteros, pues hasta allí, y aún más lejos, habían llegado las armas cristianas en su lucha contra los invasores musulmanes.
Es seguro que, partiendo de los caballeros godos que acompañaron a don Pelayo y de quienes se desconocen sus nombres, no así su apellido, el progenitor del linaje Gil, propiamente dicho, fue el noble que antes hemos citado, don Miguel Gil, quien se prolongó a través de sus hijos, y estos por medio de los suyos para ir propagando el linaje al que pertenecían.
Ya con la península dotada de monarquías con reyes cristianos, y aun continuando la dura lucha contra los moros, encontramos a Alonso Gil, que fue Alférez en los Ejércitos del rey don Ramiro, al cual prestó relevantes servicios. Posteriormente, uno de sus descendientes acompañó al rey Fernando «el Santo», en la conquista de Baeza, en el año 1.227.
Más tarde, Juan Gil sirvió en las guerras contra los sarracenos del reino de Murcia, con un escuadrón de hombres de armas, pagado a su costa y sin que la Corona tuviera que desembolsar dinero alguno por las pagas y manutención de aquellos soldados. En el año 1.248, en la conquista de Sevilla por el antes citado rey don Fernando «el Santo», resultaron famosos por su bravura en el combate, cinco miembros de la familia Gil, que se llamaron, a saber: Juan Gil, Martín Gil, Rui Gil, Blasco Gil y Manrique Gil. Tales hazañas protagonizaron y con tanto valor se enfrentaron a los moros, que el Rey Santo, llegó en su reconocimiento y gratitud por los servicios que le habían prestado tan valerosos caballeros a que, en su lecho de muerte, recomendó a su hijo y sucesor don Alfonso «el Sabio», que remunerase con mano generosa a los cinco caballeros del linaje Gil, por sus altos merecimientos. Lo que hizo don Alfonso, colmando de dignidades a los cinco, otorgándoles ricas heredades en Sevilla y sus alrededores, como así consta en el repartimiento que se halla consignado en la segunda parte de la Historia de Sevilla, escrita por el licenciado don Pablo de Espinosa.
De la misma época fue don Gonzalo Gil, quien siguió las huellas de sus esclarecidos parientes, emulándolos en sus hazañas, hasta el punto que el rey don Alfonso lo premió, nombrándole Adelantado Mayor del reino de León.
Y es que fueron tantos los miembros del linaje Gil que, en tiempos del rey Alfonso florecieron y tantas sus hazañas y merecimientos que basta con consignar el dato de que en los últimos tiempos del Rey antes mencionado, se contaban trece caballeros llamados Gil en la Orden Militar de Santiago, siendo Comendador de la misma otro de tan ilustre linaje, don Rui Gil.
Con posterioridad a este reinado, el rey don Pedro I de Castilla, (llamado por unos, «el Cruel» y por otros, «el Justiciero» nombró Adelantado Mayor del Reino de Murcia a don Martín Gil, como prueba del afecto y agradecimiento que el citado caballero le mostró siempre con su lealtad aun en los más difíciles trances por los que el expresado monarca tuvo que pasar a causa de la guerra fratricida que le hacía su hermanastro, el bastardo de Trastamara, más tarde rey por el asesinato de don Pedro, con el nombre de Enrique II y que alcanzó la Corona gracias a las tropas mercenarias que el rey de Francia puso a su disposición.
Hubo otros ilustres solares de este apellido, Gil, en las montañas de Burgos, en la Merindad de Trasmiera y en el Valle de Tuesga, en el lugar de Ogorrio, difundiéndose paulatinamente por ambas Castillas, Galicia y Aragón.
Una línea del linaje Gil se estableció en Extremadura, particularmente en Cáceres, dando origen a la prolongación de este apellido no sólo por la región extremeña, sino por las provincias limítrofes. Como armas, los de este linaje traen: Escudo de sinople y tres escudetes de oro bandados de azur, con una cruz llana del mismo metal encima de cada uno.